Los que soñamos por la oreja
Foto: Janett No es habitual que la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís se abra un jueves para ofrecer programación. Tampoco resulta muy común que alguien quiera celebrar su onomástico con un concierto, que implica un desgaste en lo organizativo, lo cual poco o nada tiene que ver con lo festivo y sí mucho con el estrés. Por lo anterior, fue sorpresivo cuando el pianista y crítico musical Leonardo Gell circuló un correo electrónico, con un llamado especial a festejar con él su cumpleaños 21, en una función efectuada semanas atrás y que llevó por nombre el de Concierto barroco.
La obra que abrió la función fue Sonata sopra La Mónica (Philipp Friedrich Böddecker), que tuviese a Leonardo Gell en el piano y a Alina Blanco como fagotista. Lo que más me cautivó de la pieza fue descubrir las posibilidades del fagot cuando asume un papel protagónico, algo que yo nunca había escuchado en concierto alguno. Luego le seguirían Seis sonatas, de Carl Philipp Emmanuel Bach, en las que a Leonardo se le sumaron Dianelys Castillo y Mónica Acosta, en el clarinete y el fagot respectivamente. Esta composición está concebida para ser tocada con órgano y no con piano. Quizá, el no emplear el instrumento de teclado para el que se pensó, motivó que por momentos el toque del pianista luciese demasiado seco y no del todo integrado a la atmósfera general que transmite la melodía.
Para concluir la primera parte del espectáculo, disfrutamos de la Sonata No. 5 en Fa Mayor (Johann Dismas Zelenka) en la que intervinieron, además de Gell, Fernando Muñoz (violín), Floraimed Fernández (flauta) y Abraham Castillo (fagot). Éste fue uno de los mejores momentos de la función, por el empaste alcanzado entre los cuatro instrumentistas. De ellos habría que comentar que Muñoz ya es un violinista consolidado, Floraimed resulta una flautista dueña de un precioso sonido y Abraham Castillo es hoy, sin discusión alguna, el mejor fagotista de nuestra escena. Eso se comprobó cuando para dar inicio a la segunda parte del espectáculo, él interpretó la Sonata en Do Mayor, de Johann Friedrich Fasch, con un extraordinario despliegue de técnica y buen gusto al tocar.
El programa continuó entonces con la soprano Maite Fernández, quien cantó tres arias de George Frideric Andel y Johann Sebastian Bach, piezas acompañadas por el piano de Leonardo Gell y por la cellista Elis Regina Ramos. Fue todo un descubrimiento escuchar a Maite como solista, porque a ella siempre se le ha visto como integrante de formaciones corales, en las que el trabajo tiene un enfoque colectivo y no hay espacio para el lucimiento de individualidades. Por eso me llamó tanto la atención oírla en esta otra faceta y así conocer de sus enormes potencialidades como soprano. Los agudos que da la Fernández son de una limpieza sencillamente impresionante, y aunque yo no le recomendaría que dejase a un lado su carrera como miembro de coros, sí estimo que sería muy bueno para ella y para el arte lírico cubano que Maite también llevase adelante su quehacer como solista.
El final fue con el estreno en Cuba del Concierto en Mi Menor para fagot y orquesta de cuerdas, compuesto por Antonio Vivaldi y que tuviese como solista a Abraham Castillo. Para interpretar la obra se armó una formación denominada Camerata Concierto Barroco, que hizo una ejecución impecable. Un balance general del espectáculo no puede soslayar que en una que otra de las piezas interpretadas, se evidenció que con algo más de ensayo el resultado cualitativo habría sido superior.
Empero, el saldo de Concierto barroco resultó desde todos los puntos de vista positivo. Uno de sus mayores logros estuvo en demostrar que la música de cámara es una labor de colectivo y que no hay por qué estar tratando de sobresalir por encima de los demás. A lo expuesto ha de unirse que la ocasión nos dio la posibilidad de oír material antes no interpretado en vivo entre nosotros y en particular, constatar la riqueza del fagot cuando tiene un rol protagónico. Tales resultados artísticos se acrecentan al pensar que los mismos se dieron como parte de la celebración del cumpleaños de un joven músico. Así pues, ¿qué más pedir?