Los que soñamos por la oreja
El universo musical en Cuba es tan rico y dinámico, que no pocas veces ocurre que, sin apenas darnos cuenta, en un momento dado perdemos la pista de un determinado artista, por más que en una etapa haya gozado de cierto grado de popularidad y presencia en los medios. Justo eso es lo sucedido con Manolo Sabín, alguien que tras un tiempo en el que desapareció de los escenarios más visibles, ahora retorna con las mismas ganas de siempre y diríase que hasta con nuevos bríos.
Claro que ya no es el joven que a mediados de los 60 debutase como integrante del grupo Los Átomos, agrupación donde figuraba como cantante, compositor y líder del proyecto. El tiempo, el implacable, el que pasó (al decir de nuestro Pablo Milanés), para bien o para mal, nos deja sus huellas y ello también se percibe en las actuales composiciones de Manolo.
Atrás quedó la época de los 70, cuando lo encontramos al frente del ensamble Pasado, Presente y Futuro (PPF). Aunque hoy muchos no tengan idea de lo que fue dicha banda, pues en la radio cubana (con honrosas excepciones) continúan sin potenciar la memoria sonora de este país, PPF tuvo su momento de gloria, gracias a temas como Te voy a dar el tiempo y El negativo y la flor, canciones escritas por Sabín. De aquellos años, probablemente el trabajo de mayor trascendencia hecho por este cantautor con Pasado, Presente y Futuro fuese la versión que hiciesen del Preludio No. 4 de Chopin, a cuya melodía le puso letra y se realizó un arreglo para un formato de música popular.
A mediados de los 70, el grupo se desintegra y entonces comienza un período como solista, en el que unas veces se acompaña por la guitarra (instrumento que estudiase con la profesora Leopoldina Núñez) y otras por la Orquesta del ICRT. De esos años, la canción que registra un mayor grado de popularidad es Sueño feliz. En 1980 se le ve nuevamente al frente de una banda, esta vez nombrada Manolo Sabín y su Grupo, con la cual monta temas como Tempestad para dos, Otra vez en mi canción, Fin de año, El guardián de un amor, Despertar y Como el beso de un zunzún.
Entrada la penúltima década del pasado siglo, es llamado por varios directores de distintos espacios de la televisión nacional para que componga música incidental y de presentación para programas de aquella etapa. Así da inicio al rublo en el que su obra autoral ha tenido la principal vía de realización. En tal sentido, todavía se evocan gratamente sus musicalizaciones para la telenovela El hombre que vino con la lluvia, dirigida por Miguel Sanabria, y para el cuento La yagruma, narración firmada por Gerardo Fernández.
Como intérprete y compositor, creo que uno de sus momentos más felices se produce en la segunda mitad del decenio de los 80, cuando se asocia al grupo Sonido X, banda de rock que por entonces tuviese como cantante al hoy muy popular conductor radial Juanito Camacho y a instrumentistas de la talla de Manuel Trujillo y Omar Pitalúa, guitarrista este último que, para mi gusto personal, ha sido uno de los de mayor impacto entre los muchos que han surgido en nuestra escena rockera.
Con el potente apoyo sonoro de aquella formación, Manolo compuso canciones para que fuesen interpretadas por figuras como Rebeca Martínez y Mayra de la Vega.
Al llegar los 90, las inquietudes de Sabín lo llevan a asociarse al gran actor Erdwin Fernández, con el que hace un espectáculo que se mantuvo en cartelera por tres años. Tras esa experiencia, se produce una suerte de retiro voluntario de los escenarios públicos, aunque nunca deja de componer música. Prueba de ello es el tema Las mañanitas cubanas, grabación que fue escogida para formar parte del conjunto de obras artísticas de distintas manifestaciones que se le obsequian a Juan Pablo II durante su visita a Cuba.
En este 2006, Manolo Sabín ha reaparecido en los medios con un CD autoproducido, Encantos del alma, que piensa defender en vivo con su Banda Azul. Igualmente, ha vuelto a componer para Rebeca Martínez y ya planea una peña en un céntrico lugar de la capital, pues, aunque han transcurrido casi 40 años de su debut, él sigue lleno de sueños como el primer día.