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Entre los muchos récords que tiene Estados Unidos, poseer la mayor población carcelaria es uno de ellos. En los calabozos de todo su sistema de prisiones, cárceles y centros de detención, en probatoria o bajo palabra, viven 7,2 millones de hombres, mujeres y menores (datos de 2006). Más de uno de cada 100 de los estadounidenses adultos estaba tras las rejas al comienzo de 2008, razón más que suficiente para que no pocos consideren que EE.UU. es un estado carcelario.
Si desde 1971, cuando el presidente republicano Richard Nixon decidió emprender la guerra contra las drogas, la población carcelaria dio un salto sorprendente —de unos 400 000 prisioneros a los niveles actuales, sin que se lograra ganar ese enfrentamiento—, otra guerra, la muy especial y selectiva de George W. Bush contra el terrorismo, significaría otro hito en esta historia de encierros, justos o arbitrarios...
Precisamente Bush, el hijo, abrió —mejor sería decir encerró— otros escenarios, y EE.UU. se convirtió en un exitoso «exportador» de reclusiones.
Clive Stafford Smith, un abogado británico que representa a detenidos en los campos de concentración estadounidenses en la ilegal Base Naval de Guantánamo, ha denunciado que EE.UU. mantiene en prisiones secretas allende los mares a 27 000 personas, buena parte de ellas en Iraq y Afganistán.
Entrevistado por Amy Goodman, de la publicación digital y radial Democracy Now, el jurista que también dirige la organización Reprieve, de defensa de los derechos humanos y jurídicos de esos prisioneros, reveló un sinnúmero de iniquidades, violaciones, arbitrariedades, injusticias y desafueros contra los que llama con toda razón «los prisioneros fantasmas».
Y el atropello pica y se extiende. Por ejemplo, los militares estadounidenses planean construir un nuevo complejo para sus prisioneros cerca de Kabul, la capital de Afganistán, a un costo de 60 millones de dólares, para reemplazar la improvisada prisión de Bagram, donde se dice que tienen ahora 630 detenidos, desde hace más de cinco años. Allí son idénticas las condiciones a las de los más de 300 de Camp Delta y sus campamentos de alta o media seguridad: ni se les ha abierto proceso, ni se les ha instruido de cargos: el limbo-infierno del condenado a la eternidad.
Pero un enorme número de personas están en Iraq, miles de ellas; y uno de los aspectos más intrigantes para el jurista es la ausencia de reportes de prensa sobre el hecho de que EE.UU. está llevando al país árabe desde muchas partes, a personas que mantienen alejadas de la vista pública y de cualquier suerte de derechos legales.
Prisioneros secretos y cárceles secretas. Sttaford Smith menciona no pocos lugares donde las instalaciones militares estadounidenses, o de sus aliados, sirven para este propósito: Camp Lemonier (en Djibouti); la isla Diego García, posesión británica en el Océano Índico; 32 barcos-prisiones del que tomaron fotografías en el puerto de Lisboa; otras cárceles en Marruecos, Egipto y Jordania, todas más escondidas aún que Guantánamo, en lo que el abogado llama «una táctica diversionista en la guerra contra el terror o la guerra con el terror».
Esa práctica tiene aristas mucho más aborrecibles. El Comité de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Niños dio a conocer este lunes que los militares estadounidenses mantienen tras las rejas en centros de detención en Iraq a unos 500 juveniles, sospechosos de ser «combatientes enemigos ilegales», y otros diez en Afganistán. En la Base Naval de Guantánamo se conoce la existencia de otros ocho, que se dice fueron liberados entre 2004 y 2006, pero Omar Khadr, capturado en Afganistán en 2002, cuando tenía 15 años, todavía está allí y siempre lo han tratado como un adulto.
En total, unos 2 500 muchachos menores de 18 años han sido encarcelados en Iraq desde que Bush lanzó su cruzada contra el terrorismo en 2002, lo que viola todas las obligaciones internacionales de EE.UU., algo denunciado por grupos de libertades civiles como el International Justice Network y la American Civil Liberties Union.
El Comité de la ONU tiene previsto este 22 de mayo formular unas cuantas preguntas a la delegación de EE.UU. en Ginebra. Difícilmente la maquinaria bélica estadounidense pueda darles la respuesta adecuada cuando sigue considerando «ilegales combatientes enemigos» a quienes se oponen a la ocupación de sus países. El imperio seguirá exportando su estado carcelario y su Pax Americana.