Acuse de recibo
Los hermanos Julio Richard Martínez y César Nicolás Richard Martínez no pueden ejercer su derecho de herederos, atrapados como están en una red de disonancias burocráticas entre la sucursal 314 del Banco Metropolitano y la Notaría de 51 y 90, ambas en el municipio capitalino de Marianao.
Julio cuenta que la madre de ambos, Liduvina Victoria de Jesús Martínez, falleció el 30 de abril de 2016, y en herencia les había dejado a los dos hijos una cuenta de ahorro de 5 718 pesos en dicha sucursal bancaria.
Y en julio de 2017, cuando Julio retornó de una misión de trabajo en el exterior, él y su hermano César, quien reside en la ciudad de Cienfuegos, se personaron en la sucursal bancaria 314 con el certificado de defunción de su mamá. Allí, la funcionaria Tania Gil les explicó que debían ir con un notario para que hiciera el documento que validara el testamento.
Fueron a la Notaría de 51 y 90 en cinco ocasiones, y al fin a la quinta vez, el 13 de noviembre pasado, les entregaron el documento de marras, en el cual el nombre de la fallecida aparecía como Liduvina Victoria Martínez Díaz.
Ese mismo día se presentaron en el Banco, y allí les plantean que no pueden pagarles el dinero, porque en el documento expedido por la Notaría no aparece el tercer nombre de la señora: De Jesús. Volvieron a la Notaría, donde el notario Léster Pérez Morejón les explicó que el Código Civil cubano establece que los ciudadanos tienen derecho solamente a dos nombres. Tamaño problema, porque el Banco argumenta que el nombre de la madre no viene completo en el documento notarial.
«¿Cómo quedamos mi hermano y yo? César es profesor universitario en Cienfuegos. Perdió días de trabajo, dejó de cumplir con sus alumnos, ¿para qué?», preguntan.
No tienen transporte para llegar diariamente a sus clases de secundaria básica, preuniversitario y escuela formadora de maestros, unos 30 adolescentes y jóvenes de las comunidades José Maceo y Antonio Maceo, pertenecientes al Consejo Popular René Fraga Moreno, en el municipio matancero de Colón.
En nombre de los padres de los muchachos escribe Raúl Ramos Escalona, quien plantea que la crítica situación para transportarse desde allí a Colón, 20 kilómetros de distancia, hace que frecuentemente los estudiantes no puedan llegar a sus clases.
Un solo ómnibus, tipo Diana, hace el recorrido en la mañana desde René Fraga hasta Colón, y solo pueden montar nueve pasajeros en esos barrios mencionados. Las personas marcan para poder trasladarse desde las nueve de la noche del día anterior. Una verdadera tragedia.
Refiere Raúl que los padres han tocado todas las puertas en el territorio. En la Dirección de Educación, les responden que no tienen transporte escolar. En Transporte, que ellos transportan la población en general. Y en el Gobierno municipal, que no hay solución en el transporte.
La situación del transporte en el país es grave, y generalizada. Pero hay un margen escondido de solución, por lo general. Allí en el territorio, quizá puedan buscarse alternativas, con los diferentes organismos e instituciones estatales, para que los muchachos puedan viajar a y desde sus centros educacionales. Lo otro sería aceptar que falten a clases y pierdan su continuidad docente.
Golpeado por muchos absurdos e insuficiencias denunciados en esta sección, Juan Amador Maurín Reyes (Calle 11, no. 2711, entre Canal y Reforma, Reparto Antonio Maceo, Cerro, La Habana) desea, por contraste, agradecer al grupo de trabajo que lo atendió en el cuerpo de guardia del policlínico Antonio Maceo, de ese municipio, en la noche del pasado 21 de noviembre.
Juan llegó con una severa crisis de asma. Gracias a la cooperación de sus vecinos primero con el transporte, y posteriormente a las dos doctoras y las dos enfermeras que lo atendieron, es que lo cuenta hoy agradecido.
«No puedo definir cuál de ellas, al entrar a la enfermería, me dijo al oído: No te preocupes, ya estás con nosotros». Esa frase esperanzadora fue el primer fármaco recibido. Lamento no conocer sus nombres, pero quiero que Acuse… conozca esta breve historia, como una muestra más de que en nuestro sistema de salud hay torrentes de amor que no deben pasar desapercibidos», concluye Juan.