Acuse de recibo
Marta Álvarez Brito retornó el 15 de noviembre de 2015 de la República de Ecuador, luego de visitar a su hija, quien reside en ese país. Y antes, el 26 de octubre de ese año, ella había enviado desde allí tres bultos por la agencia Michelle ACR Cargo.
El 17 de noviembre de ese año, la agencia Aerovaradero le avisó para que recogiera los tres bultos. Y desde entonces comenzó la odisea de Marta con esta entidad cubana, porque uno de los bultos, donde venía una bicicleta para su bisnieta por su cumpleaños, no apareció.
Entonces le dieron el número de reclamación 753 a Marta, quien viajó el 30 de noviembre a La Habana. Aquí se entrevistó con el funcionario de Atención a la Población de Aerovaradero, quien le explicó que ese asunto llevaba su tiempo y que, si el bulto estaba extraviado, la Comisión tenía 60 días para responder. Por lo tanto, debía esperar a ser llamada.
El 11 de diciembre de 2015 Marta retornó a La Habana y se entrevistó de nuevo en Aerovaradero con el de Atención a la Población. La remitieron al Departamento de Reclamación. Allí le informaron que el expediente de ella se había entregado a la Comisión y que debía esperar a ser llamada por esta.
Volvió al Departamento de Reclamaciones el 28 de diciembre y el 21 de enero de 2016, para que le dijeran que aún no había resultado alguno. Y en febrero pasado ella volvió al Departamento de Reclamaciones de Aerovaradero, donde supo que la Comisión había aprobado indemnizarla por la pérdida del bulto.
Cuando me escribió el pasado 16 de septiembre, aún no le habían pagado la pérdida. Y le dijeron que se estaban indemnizando casos de 2014.
«Sigo esperando pacientemente —afirma—, sin resultado alguno. Si sacamos una simple cuenta matemática y sumamos todos los gastos que he tenido en viajes a La Habana desde Ciego de Ávila, incluidos almuerzos, comidas y hospedaje, creo que son más que el valor del bulto reclamado».
En la última visita al Departamento de Reclamaciones, precisa Marta, supo que habían cambiado al director de esa entidad. Ella califica su asunto como «comenzar a contar de nuevo el cuento de la buena pipa» y refiere que está en un expediente, atendida por la compañera Dalia; tiene el número de móvil de esta, así como el de la Oficina de la Terminal de Cargos, pero nadie responde a sus llamadas.
Vilma Baró Morgado (Suárez No. 153, apto. 6, entre Misión y Gloria, La Habana Vieja, La Habana) vive en la azotea de ese inmueble con su mamá de 78 años, hipertensa, diabética y con artrosis generalizada, por lo cual camina auxiliada con un bastón.
Para llegar a su vivienda, ambas deben subir una antiquísima escalera de madera ya desvencijada, con huecos y escalones prácticamente en el aire. Y lo tienen que hacer auxiliadas por algún que otro vecino.
La escalera fue declarada en mal estado por dictamen técnico de la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda hace tres años, con peligro inminente de derrumbe. Y Vilma ha estado buscando soluciones en distintas instancias, incluida la Dirección de la Vivienda en La Habana Vieja.
En febrero de 2016 ella se entrevistó con la Presidenta del Consejo Popular, quien le prometió respuesta. «Ya casi se termina este año, ¿y la respuesta?», cuestiona la remitente.
«¿Hay que esperar a que haya un derrumbe en la escalera, y que pierda la vida una anciana de 78 años, para que se ocupen de arreglarla? ¿Nadie puede pronunciarse al respecto?».
Alerto, por enésima vez, que las cartas enviadas a esta columna deben llegar con nombre, apellidos y dirección particular del remitente, y con precisiones de lo denunciado. Hay muchas misivas que no podemos difundir por la vaguedad en cuanto a su autoría, o por la imprecisión de las historias narradas.