Acuse de recibo
Hoy publicamos la tercera parte de una saga que al parecer tiene de bastante de suspenso. Más bien se trata de una crónica de viaje en tren de San Antonio a La Habana, con peripecias increíbles durante el trayecto.
La historia comenzó cuando el 22 de febrero pasado publicamos aquí la carta del profesor artemiseño Ybrain Hernández López (calle 76, no. 35919-A, entre 59 y 61), quien se quejaba de las angustias para poder transportarse día a día desde San Antonio hasta la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (Cujae), en la capital.
Narraba entonces el docente que desde diciembre de 2013 cambiaron el tren que existía para cubrir el itinerario, en el cual podían viajar más de 200 pasajeros entre San Antonio y la estación 19 de noviembre. La sustitución, apuntaba el remitente, lejos de ser para bien, como se esperaba, agudizó las penurias de quienes debían salvar esa distancia, pues, entre otras dificultades, los nuevos vagones solo podían llevar 45 pasajeros.
Ybrain completaba su misiva con algunos análisis y propuestas concretas de cómo podría mejorarse la situación de los viajeros.
Al respecto contestó el 18 de julio (y fue publicado el 12 de agosto) el compañero Roberto Pérez Pérez, director de la empresa Ferrocarriles de Occidente. En su escueta epístola, el funcionario informaba que la sustitución del ferrocarril de marras se debió al deterioro de sus viejos coches. Y que se habían cambiado por coches motor rusos, compuestos por cinco tripletas y dos coches mecánicos sencillos que formaban parte del programa de reanimación del transporte capitalino, en el que se incluyó a San Antonio.
Asimismo, detallaba el funcionario que al iniciarse el servicio de transportación al Mariel, se había afectado la cantidad de viajes y la capacidad de transportación a San Antonio; pero que las condiciones de los ferrocarriles debían mejorar paulatinamente, a partir de la introducción de nuevos coches, fabricados ya en Cuba, en la entidad José Valdés Reyes, de Cárdenas.
Al cierre de aquel Acuse..., tras agradecer la respuesta del directivo, apuntábamos que esta se quedaba en generalidades y no precisaba sobre muchas de las cuestiones puestas sobre la mesa a partir de la exposición pública del complejo asunto.
«¿Desde cuándo comenzó este servicio al Mariel? ¿Acaso no estaba previsto que esto sucediera? ¿Quién debió preverlo y no lo hizo?», nos preguntábamos entonces. También indagábamos sobre las posibilidades de concreción que tendrían algunas de las propuestas hechas por el profesor artemiseño e insistíamos en que no se podía dejar a la gente con meras nebulosas informativas sobre la futura reanimación ferroviaria.
Hoy damos paso en la columna al tercer episodio de esta «película», una nueva misiva del profesor Ybrain. Cuenta el artemiseño que en el mes de agosto pusieron, «por pocos días, un tren doble, pintado y todo», «con un horario genial pues incluía un viaje nocturno»... Pero la felicidad duró casi nada, pues transcurridas aquellas jornadas de gloria el medio de transporte fue recolocado para la urbe capitalina.
Ya comenzado septiembre, cuando Ybrain se comunicó con la empresa Ferrosur, le aseguraron allí que era imposible solucionar el problema y reasignar el tren a San Antonio. «Por otro lado trajeron un tren de Cárdenas y lo desarmaron en los talleres de Ferrosur... ¿Cómo es posible que lo hayan desarmado?», cuestiona el remitente.
Tras estos avances y con lo peliagudo que continúa el tema del transporte, ¿por dónde andará el final de esta saga? ¿Será tan solo una trilogía o, al estilo de las populares series, se extenderá por más de siete temporadas?