Acuse de recibo
«¿Qué sucede con la cerveza?», preguntaba aquí el pasado 9 de abril Lázaro Quintana, ante la desaparición del mercado minorista capitalino, por esos días, de la Bucanero y la Cristal, en CUC, y de la Cacique y la Mayabe, en CUP. Y contaba que en su infructuoso peregrinar tras la cerveza, preguntó en algunos centros comerciales y gastronómicos el por qué. Ante la falta de información, como siempre sucede, cundían «bolas» y rumores.
«Lamentablemente —señalé entonces—, una vez más se evidencia que existe escasa cultura de la comunicación e información en muchas instituciones estatales. Ya era hora de que las entidades productoras, distribuidoras o comercializadoras de la cerveza en Cuba, hubieran explicado el porqué de tan repentina desaparición. Así se evitaría la “embriaguez” de los rumores y malentendidos».
El 14 de mayo llegó a mis manos la respuesta de Yolanda Cáceres Rodríguez, presidenta de la Corporación Alimentaria S.A. (Coralsa), quien confirmaba la justeza de la inquietud de Lázaro por el desabastecimiento de la bebida en todo el país durante febrero, marzo y abril. Y precisaba que «la Empresa Mixta Bucanero S.A., productora de esas cervezas, ha presentado afectaciones productivas por retraso de la llegada al país de la principal materia prima para su producción: la malta cervecera, de origen checo». El proceso tecnológico del producto —añadía— requiere de un ciclo mínimo de 23 días, desde que se recibe la materia prima hasta que está lista para envasar, y posteriormente se realiza su distribución y venta.
«La Corporación Coralsa y la Empresa Mixta Bucanero S.A. —dijo— reconocen que no fueron oportunas en brindar información a la población sobre la situación productiva y la afectación en el abastecimiento del mercado».
Señalaba también que en la primera quincena de abril se estabilizó la elaboración de los cocimientos de cerveza, lo que permitiría normalizar las entregas del producto a la red de comercialización y ventas minoristas. Y precisaba que la Dirección de Bucanero S.A., conjuntamente con su colectivo laboral, se habían comprometido a rescatar en lo que queda de año la producción y las ventas afectadas en el primer trimestre del mismo.
Enma Martín Posada (calle Pedro Perna No. 461, entre Teresa Blanco y Juan Alonso, Luyanó, La Habana) subsanó oficialmente hace dos años un error en su primer apellido, que era, a su vez, herencia de otro error en el de su papá. Y como ella tiene un hijo de 11 años, debe subsanarle el error transmitido en el segundo apellido de este. Por ello, el 16 de julio de 2013 la madre presentó en el Bufete Colectivo de Vista Alegre No. 62, en La Víbora, un proceso sumario ante la abogada Idania González Hidalgo.
El trato de la abogada ha sido muy bueno, pero hasta ahora no han citado a Enma del Tribunal para nada en absoluto. Cada vez que va al Bufete y se entrevista con la jurista, o la llama por teléfono, la respuesta es: «Pronto me llamarán, es que el Tribunal tiene atrasos…».
Hace unas cuantas semanas Enma solicitó una entrevista con la Directora del Bufete, quien le aseguró que vería cómo marchaba su solicitud. El 4 de abril pasado llamó allí, y la respuesta fue: «Pronto llamarán, es que el Tribunal tiene atrasos…».
Enma decidió dirigirse al Bufete provincial en El Vedado, y conversó con la funcionaria que atiende las quejas. De manera expedita, esta llamó a la Directora del Bufete de La Víbora y le dijo que viera lo que sucedía con el caso.
El 16 de abril, la clienta se dirigió a la abogada del Bufete de la Víbora, quien alegó tener conocimiento de su visita al Bufete provincial. Según cuenta la remitente, esta le dijo: «Vamos a ver si para el mes que viene (mayo) o para el otro resolvemos lo tuyo». Y reiteró: «Es que el Tribunal ha tenido algunas complicaciones…».
Precisa Enma que hace más de 60 días entregó en la recepción del Ministerio de Justicia una queja formal, acerca de su insoluble caso. «Igualmente —señala—, aún espero respuesta de ese organismo».
Enma apunta que su caso no es mero trámite, pues su hijo tiene serios problemas de salud. Es un trombópata diagnosticado, con trastorno de disponibilidad en los fosfolípidos plaquetarios, y es atendido en el Instituto de Hematología infantil William Soler. Su padre abandonó el país teniendo el infante un año y jamás se ha ocupado de él.
«Es imprescindible que arregle los documentos, porque legalmente en estos momentos no es mi hijo, al no coincidir su apellido con el mío. Nada más duro para una madre que esta situación. No puedo entender que un caso como este deba quedar casi un año sin solución», concluye Enma.