Acuse de recibo
Cuando nos escribió, en diciembre último, hacía más de cuatro meses que el agramontino Víctor Manuel Cruz Vega (calle Abel Santamaría No. 20, entre Ignacio Agramonte y Camilo Cienfuegos, Martí, Camagüey) no recibía una sonda que le ajustara a su problema urinario.
«He tenido que inventar», se dolía Víctor en aquella misiva publicada aquí el 7 de febrero pasado, y nos narraba sus avatares con implementos semejantes, pero de menor grosor que el que él necesita (el de No. 18).
El paciente había buscado afanosamente, sin resultado alguno, en varias instituciones médicas. Tampoco encontró en su búsqueda información oportuna respecto al problema y las alternativas para solucionarlo.
Aun así, se despedía en la carta confiando en que de algún modo llegaran a las farmacias estos útiles, al menos para los casos más necesitados, a quienes en verdad se les hace muy difícil orinar sin ellos.
Pues bien, todavía Víctor no había terminado de leer el periódico aquel 7 de febrero, cuando recibió el aviso de que una coterránea suya, Miriam Rivero (Calle Cristo No. 155, entre Honda y Santa Catalina, Camagüey), lo estaba localizando para hacerle llegar unas sondas No.18 que guardaba en su casa.
Miriam contactó vía telefónica con el punto de urgencias del poblado Martí y envió con la mayor prontitud los tan necesarios dispositivos. La doctora que ahora atiende a Víctor fue avisada del hecho y esta, a su vez, logró contactar al paciente.
En total, llegaron a manos del doliente tres sondas y un colector nuevo. «Por ahora tengo resuelto hasta que aparezcan», respira aliviado el agramontino.
También narra Víctor en su tercera misiva que fue visitado por el Director de su área de salud, una enfermera y otra compañera, «y me explicaron con todo detalle el asunto de las sondas; cosa que antes no me había explicado nadie... Me dijeron que las No. 18 habían entrado y son dos al mes. Para el cambio cada 15 días. Pero no se pueden botar, cosa que estaba haciendo hasta el momento de la visita».
Y agrega el remitente: «Yo tenía guardadas unas cuantas ya usadas y las entregué en mi consultorio. Ellos las lavan, las esterilizan y se vuelven a usar... Desconocía esto por completo».
Nos alegra que, al menos de forma temporal, Víctor haya encontrado paliativo a su compleja situación; pero nos llama la atención que aún no tengamos de parte del Minsap —ministerio que suele responder con prontitud y hondura— alguna información respecto a este paciente y a otros que pudieran atravesar, ahora mismo, situaciones similares.
Cuando publicamos la primera misiva del camagüeyano apuntábamos al cierre:
«¿Cuándo todas las instituciones tendrán una política comunicativa lo suficientemente abierta y eficiente para que, ante cada situación problemática, los afectados sepan los porqués y por cuántos, las posibles vías de solución y los plazos para ejecutarlas? Algún día, tal vez no lejano, habrá que sacar inventario de cuánto daño han hecho “los agujeros negros” informativos».
Las ideas de este párrafo siguen en pie.
En cuanto al camagüeyano Víctor Manuel Cruz Vega, vale apuntar un detalle revelador: escribió una carta para anunciar su problema y dos para agradecer el gesto solidario de Miriam y los argumentos de los compañeros de Salud Pública en el territorio. Ante tantas carencias y rutinas, las que no deben tupirse nunca son las sondas de la humanidad.