Acuse de recibo
Después de mucho andar de aquí para allá, en busca de alguna buena opción, Nividis Chacón Despaignes y su compañero decidieron disfrutar del servicio gastronómico de la hamburguesera El Ovejito, en la calle Martí, del municipio de Palma Soriano.
Llegaron a la instalación alrededor de las 12:20 p.m. El primer asombro fue que la dependienta que se encontraba en el mostrador les dijo que debían solicitar el pedido con ella, cuando el centro posee meseras que se supone sirvan a cada mesa, narra Nividis.
La desagradable «oferta» continuó, evoca la remitente, cuando ella se dispuso a pedir tras algunos instantes de indecisión ante las opciones. Entonces la dependienta se dio la vuelta, entró al área de elaboración y allí se quedó.
La pareja esperó un rato prudencial, hasta que el compañero de Nividis preguntó si nadie iba a atenderlos. Toda la respuesta fue silencio. Luego se abrió la puerta que daba al área de elaboración y se vio a la empleada almorzando. Al terminar, salió al mostrador.
«Me dirigí a ella para explicarle que estaba en el deber de esperar a que yo tomara una decisión, porque yo era la que estaba pagando, y ese era precisamente su trabajo, y dejándome con la palabra en la boca y con tremenda mala cara se dio la vuelta», relata la santiaguera.
Ante tal desplante, la pareja, ya bastante irritada, solicitó ver al administrador del lugar. Otra empleada les indicó que el administrador estaba «por ahí».
«¿Por ahí dónde?», preguntaron los clientes. «Y a duras penas dijo que en la planta alta. Le dijimos que lo mandaran a buscar porque solicitábamos su presencia. Pasados tres minutos llegó él, sin identificación alguna (...) y para colmo nos atendió en el mostrador», evoca Nividis.
Tras el relato de lo sucedido, el administrador expresó que la empleada en cuestión había incurrido en una indisciplina y llevaba una sanción, que después del trabajo se analizaría y se aplicaría la medida. Todo esto lo hizo en el mostrador. Dijo que fuéramos al día siguiente a la unidad, a recoger la sanción.
La pareja, todavía impactada por el curso de los acontecimientos, hizo su pedido y... sorpresa, en vez de las hamburguesas de 6,60 pesos que habían solicitado, les llevaron a la mesa dos simples, de las de 2,20.
«La nueva camarera dijo que la disculparan, que ella no trabajaba ahí y lo que estaba era ayudando. Enseguida me quedé muda. ¿Cómo si no trabaja en la entidad está haciendo de camarera solo para evitarle a la dependienta el roce nuevamente con nosotros?».
Por fin llegó el pedido, que no fue servido en platos individuales. «El pan estaba viejo, las hamburguesas frías, secas y totalmente ácidas. Lo que creí que sería un día agradable se convirtió en un verdadero infierno», lamenta la lectora.
Ella, que era cliente fija del lugar, no quiere saber más de él, y se cuestiona por qué tan poca responsabilidad ante el trabajo, tan poco sentido de pertenencia y tan baja noción de los pilares éticos.
Y este redactor no puede menos que sumarse a la interrogante. Sabemos que hay muchos factores y mediaciones detrás de este plato de «hamburguesa al irrespeto», pero alguna vez, en algún momento, aunque sea al final de la cadena de entuertos, hay que comenzar a detenerlos.
El rescate de la institucionalidad, la profesionalidad y otros grandes conceptos que, en ocasiones y circunstancias del país, parecen empañados por una pertinaz niebla, no va a caer del cielo. Hay que empezar a fabricarlos. Y coger lucha. Lo otro sería la abulia permanente. Y ese plato termina por provocar la peor de las malas digestiones.
En el Consejo Popular Aguacate (s/n), Palma Soriano, Santiago de Cuba, Nividis Chacón Despaignes y su compañero esperan respuesta.