Acuse de recibo
Gladys Rosa Álvarez Porro (Perla No.3, entre Oeste y Cisneros Betancourt, Los Pinos, Arroyo Naranjo, La Habana) lleva ya seis años intentando infructuosamente adjudicarse la propiedad de la vivienda construida por sus abuelos, donde ella nació y vive hace 60 años de manera ininterrumpida.
Las gestiones de Gladys han pasado ya por las manos de tres abogados del Bufete Colectivo de Arroyo Naranjo, tres arquitectos y una notaria, a más de una montaña de documentos que se han vencido a lo largo de tanto tiempo. El último dictamen de Arquitectura expirará en abril de 2014. Y además ella debe actualizar una vez más la declaratoria de herederos.
Todo se resume en que Gladys tiene un tío que es heredero directo, y que se ha pasado la vida viajando. Vino a principios de 1959, se fue al mes, y nunca más se ha sabido de él. Ello consta en un acta notarial con tres testigos, y Gladys pudiera presentar muchos más. Nunca estuvo en el Registro de Direcciones ni figuró en nada. De estar vivo, ahora tendría 90 años.
El asunto es que, para adjudicarse la vivienda, a Gladys le solicitan un documento de Inmigración. Hasta allí fue la solicitante, y en el Departamento de Atención a la Población de esa entidad le informaron que en esos años no se llevaban controles, y ellos no pueden dar un «certifico» de algo que desconocen, pues no aparecen entradas ni salidas del país por parte del tío.
La abogada que la representa elevó la situación tan excepcional, y ahora permanecen a la espera, quién sabe cuánto tiempo más, para que Vivienda, Inmigración y otras instancias se pongan de acuerdo para darle una solución al caso.
«Estoy ilegal en mi propia casa», señala Gladys, y abunda sobre las secuelas de la situación, al explicar que no puede poner a sus pequeños nietos y nuera en el Registro de Direcciones; por lo cual, no pueden estar registrados en la libreta de alimentos normados.
Tampoco puede ella solicitar una licencia de trabajo por cuenta propia a consecuencia de la «ilegalidad», y agrega que ha tenido afectaciones económicas por la cantidad de gastos en documentos que se vencen cada cierto tiempo.
Gladys no comprende por qué, a consecuencia de alguien que no aparece ni da de sí, ella no pueda legalizar su estatus: «Espero una solución para que, el día que yo falte, mi hijo no se quede “en el aire”, ilegalmente».
Alain Finalé (Santa Ana No. 667, apto. 15-D, entre Oeste y Reforma, Nuevo Vedado, La Habana) quiere saber si desaparecerá la oferta de culeros desechables que, con altas y bajas, se mantenía en las tiendas en divisas de la capital.
«A lo mejor alguien piensa —refiere— ante tantos problemas urgentes y complicados, que lo de los culeros es una tontería. Pero cuando tienes una bebé de un mes de nacida, y se te acaban los culeros, te das cuenta de la importancia del asunto».
Alain lanza el alerta porque desde hace unos días este artículo —que se comercializa a precios altos— desapareció, sin previo aviso, de la cadena de tiendas en divisa. «Quisiera que alguien nos explicara que está sucediendo y qué están haciendo para resolver el problema», concluye.
Carlos Alfonso Pérez (Calle I No. 107, entre Calzada y 9, Vedado, La Habana) elogia el buen funcionamiento del departamento de Atención al Contribuyente en la sede central de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), en la capital.
Manifiesta Carlos que él está inmerso en un proceso de apelación ante esa entidad, y pudo captar la profesionalidad, competencia, sensibilidad y sincero respeto por el contribuyente de las trabajadoras de allí, Nilvania y Belquis.
«Es gratificante descubrir la excelencia y la buena voluntad de esas admirables trabajadoras en su quehacer. Regalan el milagro de la amabilidad y la consideración, al igual que Ivón, en el departamento Jurídico de la ONAT. Llegue a todas ellas mi humilde agradecimiento. Conocerlas me hizo recobrar el optimismo y la confianza», concluye Carlos.