Acuse de recibo
Diariamente, el arquitecto Arturo Deprit Rosell (Calle 23, No. 551, Apto. 5, Vedado, Plaza de la Revolución), transita por las calles 29 y F en el capitalino Vedado. Su vista, de casi 50 años de experiencia profesional, le advierte, también a diario, del peligro inminente.
Sucede que Arturo es asesor de la inversión del Instituto de Oncología y por donde quiera que llegue a este centro debe contemplar el terreno ruinoso del antiguo hospital Pedro Borrás Astorga, que está pendiente de demolición —refiere Arturo—, desde hace unos cinco años; luego de casi dos décadas de diversas evaluaciones técnicas.
En este tiempo de espera, evoca el remitente, han sucedido dos derrumbes parciales con la pérdida de la vida de dos trabajadores. Al comienzo, la instalación en ruinas estaba sin cerca perimetral y entraban personas a sustraer los mármoles, azulejos, ventanas y hasta vigas de acero a riesgo de sus propias vidas, narra el lector. Después, tras varios análisis, se hizo un muro de dos metros de alto. Pero...
«Ese muro, con letreros que alertan del posible derrumbe, por la calle 29 ha sido roto en varias hiladas de bloques, por donde entran hasta mujeres. Esta calle está solitaria después de las seis de la tarde y permanece a oscuras por la noche... Continúan extrayendo sacos de arena y lo que queda», relata el veterano arquitecto.
Y asegura que, de no actuarse con rapidez, podría haber un derrumbe que implicara, incluso, la pérdida de vidas. Quienes entran furtivamente, violando el muro, no solo ponen en un riesgo su suerte, sino también la de quienes transitan por zonas aledañas.
Por las calles 29 y F transitan a pie, todos los días, cientos de pacientes y sus acompañantes, así como los trabajadores de los hospitales Fructuoso Rodríguez (Ortopédico), Instituto de Oncología, Instituto de Neurología y el hospital Manuel Fajardo, los cuales corren peligro sin saberlo, alerta el especialista.
Su experiencia en obras constructivas en varias instituciones y provincias del país avalan el criterio de Arturo.
Además, ya pensando en el futuro uso del terreno que ocupa el Pedro Borrás, reflexiona el remitente que esta es una zona privilegiada de nuestra capital, que bien podría emplearse para diversas cuestiones de bien público, entre ellas un adecuado parqueo para el racimo de hospitales colindantes.
También desde el Vedado escribe el doctor Diego Lagomasino Comesaña (Calle B, No. 206, entre Línea y 11, Apto. 5), con otra alerta, quizá menor en dimensión, pero no menos relevante.
Ocurre que frente a su edificio existe un árbol enorme que puede causar complicadas situaciones en caso de ser derribado por desastres naturales.
«Hace años que en todas las asambleas de rendición de cuentas y en gestiones personales se ha advertido de la gravedad de este problema, porque aparte de los destrozos al edificio que causaría este árbol, por debajo de sus ramas pasan los tendidos telefónicos y de la luz (…) Además, las enormes raíces provocan tupiciones y ha habido que sustituir la tubería y la nueva está al obstruirse otra vez», se duele el remitente.
Ya no sabemos qué vamos a hacer ni a quién acudir. Es extremadamente peligroso lo que sucede y no vemos que haya atención, comenta.
Un edificio al que le ha caído la carcoma de los que irresponsablemente arriesgan su vida y la de otros. Un árbol que ante la ráfaga puede causar desastres. Las señales están ahí y el saber popular no se equivoca. Es mejor precaver...