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Químicos al río Cojímar

El doctor Jorge H. Martínez Ferrandiz, quien vive en Maceo No. 3C21, en la célebre localidad habanera de Cojímar, es un inquieto ecologista y amante de la naturaleza, activo propulsor del grupo comunitario Proa, de ese barrio marino.

Jorge es un ferviente centinela contra los impactos de entidades y de ciudadanos en el entorno de ese pueblo marino. Pero él no se ciñe a denunciar; sino que, como parte del proyecto comunitario Proa, abre la quilla de sus empeños a la colaboración con cuanta institución o persona se impliquen en la salvaguarda de la Naturaleza.

Ya hace tiempo reflejé la denuncia del doctor Jorge sobre el estado de abandono, suciedad y maltrato en que estaba sumida la playa El Cachón, de Cojímar. Y a partir de lo revelado, con la colaboración del Citma y el Gobierno en el municipio, el grupo Pronaturaleza y la cooperativa pesquera del lugar, unas cuantas familias, incluida la del doctor, impulsaron un programa local de saneamiento de la playa, la bahía y el río Cojímar, donde hay varias plantas únicas en el país y especies protegidas.

«Muchas penas y llantos exigió —expresa en su segunda carta—, pero ya la ribera del río es zona protegida. Es un enorme logro. Este reconocimiento aún está implementándose, más allá del burocratismo, las malas decisiones y la indolencia, pero ya podemos proteger la ribera del río».

Lo que anima al doctor Jorge en este, su segundo aldabonazo, es la elevada contaminación que persiste a lo largo del río Cojímar. Por mucho que hagan los activistas, aran en el mar precisamente por los impunes vertimientos de residuales por parte de varias fábricas a su alrededor.

«Suchel, que tiene dependencias en Berroa, es una de esas empresas, afirma el doctor Jorge. Nos han prometido en varias ocasiones instalar plantas de filtros y reciclaje, pero hasta ahora todo ha sido en vano».

El lector envía como prueba una foto de un verdadero riachuelo con químicos blancos, muy tóxicos y contaminantes. La imagen revela también, alrededor de aquel detritus, plantas y arbustos quemados y chamuscados.

El doctor Jorge es de los que se implican. Y espera porque, con la suficiente autoridad, se le ponga freno a ese ecocidio. La Naturaleza es indivisible, y lo que se mancha aquí, repercute allá. De nada valdrá el saneamiento de la playa El Cachón, y la protección de las riberas del río, si este arrastra, desde muy atrás, esas cargas mortíferas de la insolencia y el desentendimiento.

¿No puede haber precios diferenciados?

Un viejo anhelo del cliente nacional es hallar precios diferenciados que se acomoden a las características de un servicio o producto.

Es ese el sentimiento que refleja la misiva de Fidel Vega Delgado, vecino de Clavel No. 62, apto. 8, entre Nueva del Pilar y Lindero, en el capitalino municipio de Centro Habana.

A mediados de junio el lector recibió una alegría simpar: la visita de su niña, residente en Isla de la Juventud. «Todo fue un sueño —explica Fidel— hasta que tuvo que regresar a su casa…».

Cuenta el lector que desde las seis de la mañana del día del viaje «ya la familia estaba en la Terminal de Ómnibus para la salida a Batabanó, que no se produjo hasta las 9 y 30 de la mañana». Añade que posteriormente los viajeros salieron hacia ese poblado costero de Mayabeque, desde donde el catamarán zarpó a las tres de la tarde. Como en esta ocasión tomaron la embarcación que cubría en cinco horas el trayecto entre Batabanó y Nueva Gerona, llegaron a la Isla de la Juventud a las ocho de la noche.

Con toda lógica, Fidel se hace varias preguntas: si la salida de los ómnibus para Batabanó es a las 9 y 30 de la mañana, ¿por qué hay que estar tan temprano en la Terminal de Ómnibus? Si el catamarán se demora cinco horas para cubrir el tramo —dos horas y un poco más que los otros—, ¿entonces por qué cuesta lo mismo?

Solo estoy pidiendo —puntualiza el lector— que los horarios realmente sean los que se necesiten para hacer la travesía y no tenga el viajero que invertir prácticamente un día completo para poder llegar a la Isla. Fidel considera además que deben revisarse los precios de los catamaranes por el horario de viaje y los servicios que incluyan —dígase meriendas, almuerzos u otros que se presten.

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