Acuse de recibo
La vida, monótona en sus rutinas y cronogramas, por instantes nos deslumbra con insólitas historias, que desbordan con creces la fabulación de la literatura, los enredos de las telenovelas y los filmes memorables que iluminan las oscuridades de nuestras almas.
Eufórica de alegría, plena de estrenos me escribe Moraima Trujillo Valdompi (Calzada de Luyano No. 807, entre López y Lugareño, Luyanó, La Habana). El motivo es privilegiado: su esposo, William Larrondo Cárdenas, ha encontrado a su padre después de 41 años de espera, sin haberlo visto jamás ni tener la más remota idea del mismo. Y una pista importante la dio, sin imaginarlo, esta sección.
Refiere Moraima que, en sus 41 años de vida, William solo conocía el nombre de su papá: Juan Ángel Simón, y que había sido integrante de aquel equipo de pelota Azucareros de las Series Nacionales.
Tampoco el padre sabía que había tenido un hijo, según una pariente cercana consultada posteriormente por este redactor, quien facilitó su correo electrónico para que Moraima nos escribiera.
Las razones del desconocimiento mutuo no se expresan en la carta de Moraima ni en la consulta con la pariente que facilitó la comunicación. ¿Podría haber sido un encuentro amoroso a primera vista y fugaz, de Juan Ángel y la madre de William? ¿Un secreto para siempre?
No hay que cebarse en intimidades. Lo importante es lo que ha sucedido desde que en 2010, con la confabulación solidaria de muchas personas, William se propuso encontrar a su padre, por una recóndita necesidad genética y sentimental.
El hijo se dirigió a la Dirección Provincial de Deportes de la capital, y allí, Nelsis Menéndez se sensibilizó con la búsqueda, al punto de contactar con la Dirección homóloga de Villa Clara, donde revelaron la primera y decisiva pista: Juan Ángel está vivo, y en Cuba. Trabaja actualmente en una unidad militar llamada Kilo 12, en la vecina Sancti Spíritus.
Todo quedó así, en una nebulosa. Pero William confiaba en que algún día los cerrojos de esta historia se abrieran. Y fue el 6 de septiembre del pasado año, cuando William leía en esta sección el agradecimiento a las atenciones recibidas en el Hospital Celestino Hernández, de Villa Clara, por parte de una señora llamada Isabel Soto, que decía residir en un sitio llamado Kilo 12, de la ciudad de Sancti Spíritus.
Se reactivó la chispa de su indagación ¿Sería el mismo de la unidad militar donde supuestamente trabajaba Juan Ángel?
Con esos datos, William y Moraima se dirigieron al correo del edificio Focsa, en el Vedado, y allí les atendió una persona muy amable, de esas que abren los caminos, a quien le llaman La China.
No más le contaron la historia, la empleada se sumó a la aventura. Comunicó con Correos de Sancti Spíritus, y los puso en contacto con el cartero que atiende esa zona postal, Raymundo de Jesús Valle Troche.
El cartero se contagió de tan noble pesquisa y se comunicó con Juan Ángel. Le dio el número de teléfono del hijo para que le hablara.
¿Qué habrá sentido Juan Ángel, cuando descubrió que la vida te puede guardar una sorpresa oculta hasta un día? ¿Cómo habrá sido esa primera conversación telefónica entre padre e hijo, que rasgó tantos años de separación y desconocimiento?
«Este gran hombre nos aceptó con mucho amor, y hoy somos una familia feliz. Mi esposo pronto podrá llevar como primer apellido el de su papá», afirma Moraima.
Pero aparte de tanto llanto de alegría y conmoción entre todos, por el reencuentro, William llevará mucho más para toda su vida: el premio a su pertinacia, la certeza de volver al otro cotiledón de su semilla, gracias a tantas personas que se ilusionaron, y apoyaron esa búsqueda de su padre, al final una búsqueda de sí mismo.