Acuse de recibo
Es como si le borraran de golpe y porrazo a Jesús Guillén sus 38 años y 7 meses de trabajo en la Base de Ómnibus Intermunicipales de la ciudad de Holguín. Es como si nadie se acordara ya de él, desde que el 31 de enero de 2005 se acogiera a la jubilación. Jesús, quien reside en Carretera de Gibara, Aguas Claras, en el municipio de Holguín, cuenta que a finales de 2005 Transporte provincial le dio carnés de empleados a los jubilados de todas las bases; y únicamente dejó sin ellos a los de Intermunicipales de Holguín. Y ese carné ha sido tradicionalmente un beneficio o garantía para transportarse. Siempre les dicen que lo van a repartir en tal o cual fecha, y no cumplen. En Recursos Humanos de la empresa al propio Jesús le aseguraron que habían mandado a confeccionarlos, y que a mediados de 2006 estarían. Pero estas son las horas en que no aparecen. Ahora que tanto se debate sobre el sentido de pertenencia, allí están Jesús Guillén y más de un centenar de jubilados olvidados, recordando que ese carné y el respeto que el mismo inspira, fueron conquistas alcanzadas por José María Pérez, el inclaudicable líder sindical de los trabajadores del transporte.
Los zanjones de la chapucería: Mindrey Pacheco escribe desde avenida 243 número 5206, entre 52 y 54, en Punta Brava, municipio capitalino de La Lisa. Cuenta que hace cerca de seis meses Aguas de La Habana abrió las calles en esa comunidad para la instalación de nuevas redes hidráulicas. Un buen día, concluyeron los trabajos, dejando a todo lo largo de las calles zanjas de casi un metro de profundidad y huecos enormes, que ya han ocasionado más de un accidente. Aguas de La Habana alega que su trabajo es romper e instalar, y la reparación de las calles le corresponde a la Empresa de Viales. Mindrey cuestiona: «¿Por qué no trabajar de conjunto con Viales? ¿Por qué dejar esas calles así tanto tiempo? Eso, sin mencionar las lomas, de cuatro y cinco metros, de tierra sacada de esos huecos, y las roturas que hicieron con las maquinarias a tuberías de aguas albañales que, a su vez, están pasando por donde mismo está la del agua potable. O sea, que pronto podríamos tener hasta una epidemia, sin contar que en la misma cuadra donde yo vivo, ya hay un salidero brotando día y noche de esa nueva instalación».
¿Concluidos?: Esa es la pregunta que se hacen los vecinos del edificio situado en Belascoaín 212, esquina a Neptuno, en Centro Habana. En nombre de ellos, escribe Miriam Hernández Marquetti, para contar que a raíz de una tupición, que ocasionaba el desbordamiento de aguas albañales del edificio, hicieron múltiples gestiones, y todo se dilató entre respuestas de «hay que pedir autorización para romper», o «los equipos están en otros lugares...» hasta que, hace más de un mes, fue Aguas de La Habana, rompió e hizo sus trabajos. Pero a las pocas horas, ya el hueco comenzó a llenarse de aguas sucias. Y así permanece, en una de las avenidas más transitadas de la capital. «Parecemos una pelota de ping pong, refiere Miriam. Aguas de La habana dice que terminó, Mantenimiento Constructivo dice que ese trabajo no es de ellos. Entonces, ¿de quién es la indolencia y la falta de supervisión del trabajo?».
Cerrar no es la solución: Yuraimy González Pérez teme por el hecho de que sigan extraviándose muchos talentos para el arte, como consecuencia del prolongado cierre de la Escuela Vocacional de Arte (EVA) Juan Pablo Duarte, de la provincia de La Habana. Yuraimy, quien reside en calle 11 número 910 C, en el batey del central Héctor Molina, en San Nicolás de Bari, refleja la inquietud de muchos padres: este curso tampoco se realizarán los exámenes de aptitud para ese centro, porque aún no ha sido reparado, y está en muy malas condiciones. «¿No existe otra medida menos drástica que no sea privar a los niños con aptitudes demostradas? ¿Por qué, si es la única escuela de su tipo en la provincia, no priorizan la remodelación de ese centro? ¿No existe otro local al que pudiera trasladarse ese centro, al menos momentáneamente, hasta que se disponga de los recursos? Cerrar la matrícula de la escuela no es la mejor solución», concluye Yuraimy.