Acuse de recibo
Sangre necesaria: Orlando Santana es un anciano de 75 años que escribe con un ruego. Y lo revelo ahora, convencido de que va a resolverse de inmediato, por aquello que llamamos humanidad. Él reside en Calzada Vieja de Casa Blanca 45, entre 24 de Febrero y Avenida Rotaria, en el municipio capitalino de Regla. Hace 25 años que convive con él, como un hermano más, Segundo José León. Ambos son jubilados. Segundo José presenta hace cuatro meses una lesión en la laringe que debe extraerse quirúrgicamente. La atención médica, tanto en el Hospital Miguel Enríquez, como en el Oncológico, ha sido excelente. Solo se interpone el hecho de que el paciente posee sangre del grupo AB negativo, algo bastante raro y escaso. Santana dice que han hecho sus gestiones infructuosas. Sin embargo, conozco que en los hospitales hay trabajadores sociales que corren con esos trámites. También la red de bancos de sangre tiene controlados a los donantes de esos grupos. No obstante, ahí va el aviso, para esos seres de «buena sangre» en el corazón, que portan el AB negativo...
Extravíos, extravíos... María Fernández Vidal, de calle 14 número 31, entre Tercera y Séptima, reparto El Llano, en la ciudad de Holguín: El 1ro. de julio de 2007 fue a Vivienda Municipal a pagar el terreno de su casa. «Después de haber sido maltratada y peloteada —señala—, me dirijo al periódico Ahora, de nuestra provincia, y a la Fiscalía Municipal, para presentar la denuncia, pues se habían extraviado los documentos. Al cabo de cuatro meses, apareció la propiedad de mi casa». María procedió de inmediato a pagar el terreno. El 13 de noviembre de 2007 retornó a Vivienda municipal a recibir los servicios de subsanación de errores que tenía dicha propiedad. Entregó la solicitud, el dictamen técnico del arquitecto, el certifico de uso de suelo, el título de propiedad, la declaración jurada de ingresos y un sello por valor de diez pesos. Y ahora, tales documentos no aparecen. María tiene una constancia de la entrega de los mismos. ¿Mala suerte? ¿Cómo se llama eso?
Clases ambulantes: El ingeniero Pedro Lima es profesor de la Sede Universitaria Municipal de Colón, y reside en Martí 41, entre Concha y San José, en esa pequeña pero siempre vívida ciudad matancera. Y le preocupa que desde el comienzo del actual curso escolar, tienen dificultades con las aulas: «He impartido clases en pasillos, bajo los árboles, en el comedor, en bibliotecas, y hasta en casas particulares... rodeado de magníficas aulas, inaccesibles, en una situación irreal, como si formáramos parte de un relato kafkiano». Reconoce que ha habido irregularidades con el uso de las aulas de la secundaria básica Leonel Fraguela, y ello ha generado encuentros y desencuentros, discusiones y reuniones en la sede; pero lo que sí no puede ser válido son «las llaves escamoteadas, la frustración de un día perdido y la evidente falta de autoridad para obligar a los responsables a entregar y recibir los locales. El Ministerio de Educación Superior y la dirección de Educación en Colón, deben ponerse de acuerdo, porque la enseñanza en Cuba es una sola, amplia y democrática».
Prohibidas las canchas: Ivón Ramírez escribe desde calle D número 209, apartamento 7, entre 11 y Línea, en el Vedado, municipio capitalino de Plaza de la Revolución. Y lo hace para denunciar algo que le parece tajante en instalaciones muy populares, que brindan servicios a los trabajadores: en los círculos sociales del oeste de la capital, e incluso en el José Antonio Echeverría, de Plaza, han prohibido el juego de canchas. El esposo de Ivón practica ese deporte con sus compañeros de trabajo, en su tiempo libre. Y hace varias semanas que intenta hacerlo, pero cuando llega a esas instituciones, los funcionarios de las mismas alegan que está prohibido, pero no explican por qué. Y los propios trabajadores de los círculos se solidarizan con los jugadores y lamentan la disposición, alegando que las canchas permanecen vacías e inutilizadas. Ivón se excusa manifestando que quizá esta queja no sea de envergadura ni urgencia, pero este redactor piensa todo lo contrario. Esos círculos llevan el adjetivo de sociales por algo. Para socializar y amplificar democráticamente la sana recreación de los ciudadanos, que es más importante y estratégica para el bienestar humano y la disposición social y laboral de la gente, que lo que puedan imaginar ciertos funcionarios, detrás de sus burós.