Acuse de recibo
Así como esta columna ha acogido denuncias sobre indisciplinas de las tripulaciones de ASTRO, y ha reflejado las medidas de esa entidad con los infractores, hoy reseña los criterios de los choferes de Plataforma de la Base 610 de Holguín, de ese grupo empresarial.
La misiva está firmada por Hamilton Ramírez, vecino de calle 13, número 9, entre Segunda y Loma, reparto El Llano, de la ciudad de Holguín; pero está suscrita por ese colectivo.
Los remitentes reconocen que existen indisciplinas, las cuales deterioran la imagen de ese sector transportista. Ellos no las justifican ni mucho menos, pero al propio tiempo enumeran una serie de dificultades que están gravitando, a su entender, sobre el ánimo y el clima de trabajo de ese colectivo; dificultades que les han sido planteadas a la dirección administrativa y al Sindicato de Transporte.
Precisan que, con la entrada de los Yutong, subieron los precios de los pasajes en viajes interprovinciales; y, sin embargo, las tripulaciones que tienen la misión de operar estos y cuidarlos, continúan con los mismos salarios, bajos con respecto a otros choferes de carretera.
Esos trabajadores, que constantemente están fuera de su hogar, reciben una dieta risible para estos tiempos, anclada en realidades ya superadas: «Hoy nadie desayuna con dos pesos, ni almuerza con 3,50».
Otro punto neurálgico es el del porte y aspecto: «Nos exigen que sea adecuado, para cuidar nuestra imagen; pero, ¿cómo adquirimos los productos y artículos que nos den ese primer golpe de vista y olor cuando vamos a trabajar? En nuestra base vendieron uniformes, a raíz de entrar los Yutong, a los primeros 25 choferes; uniformes con mala calidad. El resto se las ingenió por su cuenta para poder trabajar en ASTRO. Hace más de un año se nos pidió la talla de ropa y calzado. Se decía de dos uniformes, hoy se habla de solo darnos un pantalón y dos camisas. Y de los zapatos casi nada se habla».
Estos y otros reclamos han sido canalizados por los choferes de la Base 610, y aún no hay respuestas. «Estos temas siguen en agendas y papeles, pero la realidad palpita y el disgusto se mantiene. Sin embargo, la vigilancia y el chequeo se multiplican», concluye la misiva.
La segunda misiva la envía la doctora Felicia Montes de Oca, residente en Tulipán 357 A, entre Vista Hermosa y Mariano, en el municipio capitalino del Cerro. Y es una denuncia de las viejas afectaciones a la salud, la higiene y la paz vecinal, provocadas por la Base de Transporte de Servicios Comunales colindante.
Refiere Felicia que en la misma parquean a toda hora carros recogedores de basura que despiden un mal olor irresistible, aun cuando vienen ya vacíos. Pero a veces llegan cargados de desechos y permanecen horas allí, con la consiguiente afectación a la salud: problemas respiratorios, náuseas, irritación en la vista, dolores de cabeza, laringitis... Tienen que vivir encerrados.
En la base hay un taller de mecánica. Y constantemente los camiones despiden monóxido de carbono, que junto a la contaminación de las soldaduras, de la pintura que se aplica, el petróleo que se derrama y otros gases tóxicos, hacen irrespirable la atmósfera.
Desde 1997, los padres de Felicia vienen librando una batalla por sus derechos a vivir en paz y sin agresiones medioambientales. Ya han quemado todas las naves a distintos niveles, pero al final la solución queda en manos de Servicios Comunales, quien más de una vez les ha manifestado que no cuenta con otro sitio para trasladar esa base. Y todo queda en vagas promesas.
No es solo la familia de Felicia la perjudicada. Otros vecinos constantemente lo plantean en las asambleas de rendición de cuenta. Pero nada sucede. Para todos ellos, pareciera que no importan sus derechos a preservar su salud y tranquilidad. Ellos se preguntan lo que también haría cualquier mortal: ¿No está regulado en nuestra legislación medioambiental que un centro de ese tipo deba estar algo alejado de las viviendas de las personas?