Acuse de recibo
No, no voy a hablar de los precios de las viandas y la carne de cerdo, sino del «ajiaco» de ruidos y molestias que consumen cada madrugada los vecinos de la calle 124, hasta 65, con los trasiegos de los concurrentes —ya sea abastecedores o vendedores— en el Mercado Agropecuario de la popular Plaza de Marianao, en la capital.
El diagnóstico de tal «indigestión» lo envía en su carta una de las contaminadas: María Cristina Viera Sánchez, vecina de calle 124 número 6365, entre 63 y 65. Ella relata que alrededor de la medianoche aquella vía comienza a ser copada por los camiones de los abastecedores que tributan a ese mercado; y por tractores, carretones de caballo, autos, camionetas y los más disímiles artefactos para cargar productos.
Y es entonces que comienza la sinfonía de estrépitos, con la manipulación de los cajones, las bocinas, los gritos, y hasta discusiones en el trasiego pre-comercial. «Los vecinos no pueden dormir, manifiesta. Esta situación se ha vuelto insoportable y no encontramos a quién dirigirnos. En días pasados se recogieron firmas de todos los vecinos para elevar al Poder Popular. Han habido quejas a las autoridades, quienes al principio les indicaron que debían parquear en una sola vía y hasta se multó a algunos, pero ya dejó de funcionar. No ha vuelto a aparecer ninguna autoridad que establezca y mantenga un control”.
Aclara con fundamento María Cristina que los vecinos están muy satisfechos con ese mercado agropecuario, con las opciones tan cercanas que tienen. Solo aspiran a que toda esa tramoya comercial se garantice con la mayor organización y disciplina posible.
El otro fenómeno es la obstrucción de la vía y del traslado de los viandantes. Cuando en la mañana María Cristina va a la avenida 51 en busca del ómnibus para trasladarse al trabajo, el trasiego de los productos impide el paso, pues la acera está llena de sacos y cajones. Y la calle también, por lo cual los vehículos que esperan impacientes suenan el claxon incesantemente, lo que incrementa el tormento barrial. La arteria, además, se cubre de cáscaras, restos de productos, semillas de frutas y cuanto residuo haya.
María Cristina aboga por soluciones que conjuguen la necesaria permanencia del Mercado Agropecuario en ese sitio, que fue diseñado siempre como plaza, y como tal ha sido identificado en la ciudad, con el respeto a ciertas normas de convivencia y de utilización del espacio público. Y ella está segura de que es posible, sin bandazos facilistas.
La segunda misiva la envía Isabel Fernández Genes, de calle 8 número 233, entre 17 y 21, en el poblado San Antonio de Río Blanco, del municipio habanero de Jaruco.
Y el tema es el agua, difícil y ajena. Porque, según Isabel, la turbina que bombea se rompe con frecuencia. Han sufrido durante casi un mes interrupciones de tal tipo. El 12 de agosto se averió y no la arreglaron hasta el 10 de septiembre, y ahora, desde el 28 de octubre, no tienen agua.
Los vecinos han querido averiguar por qué se rompe tanto la turbina; pero nadie les da la respuesta. Es una desinformación total, arguye Isabel. Cuando se producen las roturas nadie explica nada, teniendo el municipio una emisora radial.
Isabel fue a Jaruco y en Hidrología le dijeron que tenían la pieza para arreglar la turbina, y que en ese momento salían con esa encomienda, por lo cual a la noche se restablecería el servicio. Todavía Isabel la está esperando. También le aseguraron que ante situaciones de tal tipo, se le asignaba petróleo a la pipa para que paliara la situación cada dos días. Tampoco se cumple.
Lo que más le molesta a Isabel, aparte de la falta de agua, es que le prometan algo que luego no se cumple.
La tercera carta la envía Librada Gladis Fernández, de Solano Ramos 63ª, casa 3, en Pinar del Río; y alerta que a solo cinco metros de las salas de cirugía y terapia intensiva del Hospital Pediátrico de esa ciudad hay pocetas de agua estancada, con peligros potenciales de focos de mosquitos.
También denuncia vertimientos de albañales en la calle Pasaje 23, y en la calle Solano Ramos. Librada Gladis está muy preocupada por la escasa atención que le han dado a ese problema tan delicado en las estribaciones de un hospital pediátrico. ¿Qué sucede, que no sucede nada?