Internet se ha convertido en un recurso mundial disponible para el público y su gobernanza debería procurar la equitatividad entre diversas entidades, en pos del desarrollo y la paz. Autor: www.conatel.gob.ve Publicado: 21/09/2017 | 06:13 pm
Que las Tecnologías de la Informática y las Comunicaciones (TIC) en general e Internet en particular constituyen herramientas esenciales para el desarrollo de los países ha quedado demostrado sin lugar a dudas.
Pero también se ha confirmado que este impacto beneficioso de las TIC e Internet es significativamente menor en los países subdesarrollados en comparación con los países desarrollados.
Subdesarrollo
Una explicación de esta desigualdad se atribuye a la falta de «preparación» de los países subdesarrollados para extraerle un provecho más integral a las TIC.
Se ha demostrado que si las políticas públicas de los países del sur no tienen en cuenta la creación de capacidades, entonces las inversiones en tecnología tienden a exacerbar las desigualdades existentes.
Otro aspecto muy importante que incide en la perpetuación del subdesarrollo está relacionado con el tipo de uso que se le da a Internet.
Por ejemplo, diversos estudios señalan que en América Latina la mayoría del tiempo de los usuarios de Internet se destina a los juegos, el uso de redes sociales o a la visualización de videos.
Esto ha conducido a la paradoja de que la región está creciendo en la cantidad de usuarios de Internet sin que ello se traduzca en un impulso al desarrollo, ya que la red es utilizada mayoritariamente para el entretenimiento y no para propósitos productivos.
Un orden económico internacional injusto
A todo esto se suma la inequidad en el pago de la conexión internacional a Internet, que favorece a los países desarrollados donde radican las redes troncales de Internet, y que implica que los países subdesarrollados deben pagar el ciento por ciento del tráfico de su conexión a Internet, aunque esta sea en los dos sentidos.
Además, los principales sitios de comercio electrónico se encuentran en los países desarrollados, lo que da como resultado que en Internet el flujo financiero neto va desde los países subdesarrollados hacia los desarrollados.
Este desbalance económico se acentúa con el accionar de las empresas monopólicas de Internet, la mayoría de los Estados Unidos, las que amasan vastas fortunas, principalmente mediante la comercialización de los datos personales de sus usuarios.
Por otro lado, en los países subdesarrollados los sitios de Internet no comerciales y de interés público no son sostenibles económicamente y deben subsistir mediante donaciones privadas o a través de subsidios estatales.
Dominación
¿Es casual este estado de cosas en la gobernanza de Internet? Por supuesto que no.
Los partidarios del neoliberalismo están logrando imponer en Internet su visión de un mundo donde imperen los mercados sin ninguna restricción y donde los Estados y las instituciones intergubernamentales, como las del sistema de las Naciones Unidas, dejen de cumplir sus roles de garantes del interés público.
Durante la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, celebrada en dos fases, en Suiza en el 2003 y en Túnez en el 2005, se discutieron estos temas y se cuestionaron muchos de estos privilegios.
Por ejemplo, en el párrafo 29 de la Agenda de Túnez para la Sociedad de la Información se expresa que:
«… Internet se ha convertido en un recurso mundial disponible para el público y su gobernanza debería constituir un elemento esencial del orden del día de la Sociedad de la Información. La gestión internacional de Internet debería ser multilateral, transparente y democrática, y hacerse con la plena participación de los Gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las organizaciones internacionales. Esta gestión debería garantizar una distribución equitativa de los recursos, facilitar el acceso de todos y garantizar un funcionamiento estable y seguro de Internet, tomando en consideración el multilingüismo».
A partir de entonces el Gobierno y las empresas monopólicas de Internet de los Estados Unidos y sus aliados se han dedicado a evitar cualquier cambio al status quo de la gobernanza de Internet que pudiese poner en peligro sus privilegios.
Para ello lanzaron una fuerte campaña de prensa para autotitularse como los defensores de las libertades en Internet, y acusar a cualquier iniciativa para regular a Internet como una amenaza a la «libertad» de la misma.
Esta campaña recibió un fuerte golpe en el 2013 con las revelaciones sobre los programas de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos y de la Dirección de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ) del Reino Unido para realizar espionaje a las comunicaciones internacionales con la colaboración de las empresas que brindan los servicios más populares de Internet.
Sin embargo, este revés fue solo momentáneo, ya que los defensores del status quo se recuperaron rápidamente, sustituyendo el lema de su campaña de «la defensa de las libertades en Internet» por «la defensa del modelo multistakeholder» según el cual los diferentes actores, los Gobiernos, el sector privado o empresarial, la sociedad civil y el sector académico, participan en igualdad de condiciones en la gobernanza de Internet.
Asegurados sus intereses, al menos por el momento, los defensores del status quo continúan aceleradamente con su política de privatización de Internet. Una de las acciones más escandalosas en este sentido es la subasta de las palabras de los idiomas para que el mejor postor las pueda utilizar en exclusiva como nombres de dominio de nivel superior genéricos de sitios en la red de redes.
Banalizar la Internet
Otro aspecto muy importante en la perpetuación del modelo de dominación de Internet está relacionado con el tipo de uso que se le da.
La Internet de hoy en día no se parece en nada a la de sus orígenes, la que prometía una democratización del acceso a la información, lo que sin dudas constituía una amenaza a los poderes hegemónicos.
Es por ello que los defensores del status quo se dieron a la tarea, no solo de privatizar y comercializar a Internet, sino también de banalizar sus aplicaciones y contenidos.
Ello constituyó, en cierto sentido, una repetición de lo que hicieron con la llamada «cultura popular», que en la década del 60 del pasado siglo criticó la guerra en Vietnam y cuestionó el sistema imperante.
Ante aquella amenaza procedieron a banalizar la «cultura popular», aparentemente con éxito.
Hoy estos dos procesos se han combinado, teniendo en cuenta que Internet se ha convertido en una vía fundamental para el suministro y consumo de productos «culturales».
Una de las formas en que se lleva a cabo esta tarea de banalización de Internet es mediante los paquetes de acceso que comercializan la mayoría de las empresas de telecomunicaciones.
Estas ofertas no permiten el acceso a toda la Internet, sino que lo limitan a solo un puñado de sitios, aplicaciones y contenidos comerciales, fundamentalmente de las empresas monopólicas.
Rebelión
El control que los defensores del statu quo han tenido y tienen de los medios masivos de comunicación, incluyendo a la propia Internet, ha sido tal que han logrado el apoyo de una parte de la denominada «sociedad civil» y de la comunidad técnica que configura los estándares de Internet.
Sin embargo, siempre han existido voces y organizaciones que se han opuesto al statu quo, y recientemente han surgido otras nuevas, que, entre otras ideas, defienden el concepto de Internet como un bien común.
En América Latina y el Caribe, donde en otros ámbitos se transita por un camino de soberanía e independencia, debemos sumarnos a esta rebelión.
Tenemos en la región instituciones, organizaciones sociales, mujeres y hombres de pensamiento agudo y comprometido con la justicia social que realizan análisis críticos muy certeros del statu quo que rige la gobernanza de Internet.
Pero hay que reconocer que las ideas que predominan en el uso de estas tecnologías proceden del Norte.
Es por ello necesario avanzar en la elaboración de una concepción de izquierda y con visión tercermundista del impacto que tienen en la sociedad las tecnologías en general e Internet en particular.
Debemos desatar la creatividad en la creación de contenidos y aplicaciones que rompan con el modelo colonizador predominante del uso de Internet. Las instituciones productivas, científicas y educativas, las organizaciones sociales y los Estados deben acoger esta tarea.
Hay que avanzar en la conceptualización de una economía política de Internet y exigir una mayor equidad en el modelo económico de la interconexión internacional. Esa lucha debe librarse no solo en los organismos multilaterales sino también en los acuerdos y contrataciones comerciales.
Es necesario continuar luchando por lograr una gobernanza internacional de Internet multilateral y democrática, basada en los acuerdos de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), ya que son el único acuerdo político a nivel internacional sobre la gobernanza de Internet.
Este tema será discutido a fines de este año 2015 en la Asamblea General de las Naciones Unidas durante la revisión de diez años de la CMSI.
Por ello es importante que los Gobiernos y organizaciones sociales del sur presenten una agenda común con una visión propia, desarrollista y descolonizadora de la gobernanza de Internet, que pueda contraponerse a las visiones neoliberales predominantes.
*Asesor en el Ministerio de Comunicaciones (Mincom), Profesor Adjunto en la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI) y miembro del Grupo Asesor del Secretario General de la ONU para el Foro de Gobernanza de Internet.