El debate sobre las transformaciones en el español como resultado de las nuevas tecnologías tiene partidarios entre el bando de los «puristas» y quienes dicen que se trata de una lengua viva
Al comienzo, algunos lo tildaron de loco. Otros, en cambio, comenzaron a ver la utilidad de su gestión, e incluso, cuando empezó a hacer pública su cruzada en Internet a través de su página personal, Pablo Zulaica saltó a la fama como un «guerrillero del idioma».
En realidad este vasco, que se mudó a México, donde trabaja como redactor de textos publicitarios y corrector, empezó su proyecto poniendo acentos en la vía pública a carteles y anuncios que no lo tenían, y corrigiendo otras faltas de ortografía que encontraba a su paso.
La experiencia comenzó a narrarla en su blog personal (http://acentosperdidos.blogspot.com), que pronto tuvo más de 41 000 visitas en apenas un par de meses. Su éxito fue tal, que pronto comenzaron a abrirse experiencias similares en Perú, Argentina y hasta en la misma España, donde jóvenes entusiastas del buen uso de la lengua española han comenzado a pegar acentos en la vía pública, y a mandar la foto de las correcciones al blog.
La campaña se ha convertido, además, en un ejemplo positivo del uso de las nuevas tecnologías en función de promover la ortografía correcta del español, la misma que ha sido tan vilipendiada, maltratada y hasta violada repetidamente en foros, chats y páginas web.
En la red de redes se les conoce como los «Hoygan» u «Hoigan». Así se describe a aquellos usuarios que, por descuido o por bajo nivel cultural, escriben en los foros con multitud de faltas de ortografía, errores gramaticales o piden cosas imposibles.
Los que han estudiado el fenómeno aseguran que una de las prácticas más comunes es el uso de abreviaturas sin ton ni son, muchas de las cuales convierten los textos en discursos ininteligibles tanto en las propias palabras como en las formas sintácticas.
En el sitio www.elcastellano.org se citan algunos ejemplos comunes en los sitios de chats, como cambiar el «Hola a todos» por «nas» (buenas), o el uso de juegos fonéticos como «wenas» (buenas) o «sa io» (se ha ido), así como prevalencia de la letra k en el fonema k, que debería escribirse con c o q según los casos, por ejemplo «kreo k m voy a akostar» (creo que me voy a acostar).
También son frecuentes los anglicismos como en «toy away» (estoy fuera), o el uso de signos de puntuación para asemejar rostros y sentimientos, algo que dio pie a los ya famosos emoticones, los cuales sirven para suplir las «deficiencias» de la expresión escrita.
Así ha nacido una multitud de símbolos diversos como:
:-))))) para expresar algo que ha causado mucha gracia;
:-) que se está contento o algo te parece bien;
;-) guiño cómplice;
:-( disgusto;
:-| perplejidad;
:-O sorpresa;
:-P relamerse, gustar algo.
Los expertos sugieren que tanto los emoticones, como otros trucos para abreviar las expresiones en aras de una escritura cada vez más rápida, son fruto de la velocidad impuesta a las telecomunicaciones por las nuevas tecnologías, donde lo importante es la rapidez y no la ortografía.
Hasta se ha creado una organización contra este fenómeno, el Comité Contra las Faltas Voluntarias y el Lenguaje SMS (http://www.ccfvls.com), cuyo objetivo es hacer ver a los jóvenes, y a los no tan jóvenes, la importancia que tiene escribir correctamente fuera de la pantalla del móvil.
¿Estamos ante una nueva forma de comunicación? En efecto, a pesar de las críticas recibidas a las transformaciones del español en el ciberespacio, algunos lingüistas han sugerido que las cosas deben verse con «+ calma».
De un bando están los que creen que hay que salirles al paso de cualquier forma a los que están vapuleando el español en los teclados, muchos de los cuales, dicho sea de paso, están en inglés y ni siquiera tienen la letra ñ, excepto los que circulan en Europa, que tras una larga lucha ha sido agregada a este dispositivo.
En esa trinchera de los «puristas» está, por ejemplo, la Real Academia de la Lengua Española (RAE), sus filiales en varios países de habla hispana y otras entidades como el Instituto Cervantes.
El director de este último, César Antonio Molina, provocó una aguda polémica en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Cartagena de Indias, Colombia, cuando llamó al respeto a la ortografía en las comunicaciones por Internet.
«Tenemos que reflexionar sobre cómo mandar cartas por Internet. Es necesario respetar la ortografía. La velocidad no es solo lo que importa», manifestó Molina ante el Congreso, en el que señaló que si antes las personas se avergonzaban cuando cometían errores ortográficos o se «comían» las palabras en una carta, lo mismo debe ocurrir en las comunicaciones por correo electrónico o en los chat.
A su vez, un artículo publicado en el sitio www.elcastellano.org, precisó que las faltas de ortografía en la red de redes constituyen «un problema social en el que intervienen, además, la escuela, la familia y la sociedad en general, y eso se ha descuidado mucho, hasta el extremo de que ya dondequiera hay una falta de ortografía escrita. Es, por tanto, un problema de todos».
Igualmente el director de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, en un artículo publicado en La Gaceta, en 2006, arremetió contra Internet, y específicamente contra las salas virtuales de conversación o chats, cuando afirmó que «antes del chateo, nunca nadie había escrito tanto —digitalmente— y tan mal. No existe un lenguaje del chat, sino deformaciones de la lengua. Y en este sentido, si impulsamos el chat como una diversión, estamos discapacitando al alumno. Con este ejercicio de balbuceo primitivo de la lengua, que hace un jibarismo de las expresiones, estamos convirtiendo al chico en un inepto expresivo».
Lo curioso es que, en la contrarréplica, uno de los lingüistas que respondió a esta avalancha le señaló con justeza a Luis Barcia que la expresión «jibarismo» utilizada por él era un americanismo no aprobado por la Real Academia de la Lengua Española, y una evidencia palpable de que hasta los académicos utilizaban expresiones fruto de las transformaciones del habla popular… que también está cambiando con Internet.
Otro bando es el de los que ven el fenómeno de la ortografía en la red de redes como una expresión de transformación del lenguaje español a tono con los nuevos tiempos.
A esta cuerda floja se ha subido el colectivo de autores del libro Nuevos géneros discursivos: los textos electrónicos, quienes afirman que «el ordenador ha transformado los discursos sociales, creando nuevos géneros que implican diferentes estrategias de intercambio de información, producción, comprensión y lectura de textos.
A ellos se suma el lingüista peruano Miguel Rodríguez Mondoñedo, para quien estas innovaciones representan más bien la oportunidad de explorar las posibilidades a las que nos conduce el lenguaje.
Incluso uno de los opinantes en el debate generado en el sitio www.elcastellano.org afirmó que el problema no es para «rasgarse las vestiduras, como si escribir 2b or nt 2b fuera un insulto a la memoria de Shakespeare (quien, como Cervantes, no se privó de usar expresiones antinormativas), sino de construir un puente (una traducción, si se quiere) entre los usuarios de esas expresiones y los de otras prácticas comunicativas».
La solución más cuerda parece estar en la escuela y la sociedad en su conjunto, las cuales deben velar por que la buena redacción y la correcta ortografía sean una práctica común, sin por ello dar la espalda a las transformaciones que aparecen en el español, al ser una lengua viva.
Así, ni tendremos que empezar a redactar un diccionario para entendernos por el chat, ni salir, como Pablo Zulaica, a poner acentos en la calle o en la web… aunque buena falta hacen.