Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La fragmentación de la ansiedad

Autor:

Luis Sexto

Quien la haya padecido, puede intuir que la ansiedad fragmenta al sujeto por dentro; lo desatina. Y sin aparentar el comentarista saber de medicina, puedo alargar el ejemplo y admitir que una ansiedad colectiva puede quebrantar la unidad general.

He comenzado mi nota con tanto «rigor» científico, porque en ciertos mensajes llegados a mi buzón, pulso ansiedad. No dudo de la honradez con que han sido escritos; más bien me percato de que más que dudar, las personas ansían un tanto desesperadamente que los problemas se resuelvan o se disuelvan. Y el peligro aparece. Porque la ansiedad, según he oído, es como la antesala de la depresión y el pesimismo.

La ansiedad parece jugar con algunos de nosotros. Antes de conocer la estrategia socio económica para afrontar las insuficiencias y deficiencias de nuestra sociedad, muchos cubanos de sentimientos revolucionarios, estábamos alarmados porque el tiempo pasaba y «nada se hacía». Estábamos ansiosos. Y el tiempo tijereteaba sobre nuestra esperanza… Claro, Raúl había advertido que todo había que pensarlo muy despaciosa, inteligente y maduramente, para que el país no volviera a equivocarse. No olvidemos, y es el criterio de este comentarista, que a veces en Cuba se rectificaron errores con otros errores.

Pues bien, ahora la ansiedad surge en unos, porque creen que lo decidido es un engendro burocrático para desmantelar al país. Sí, lo han dicho en sus mensajes algunas personas muy honradamente inquietas. Uno entonces comprende que la ansiedad espera que las soluciones sobrevengan en horas y todo permanezca igual y por tanto nadie sufra. Como si el hada madrina de Cenicienta convirtiera calabazas en carrozas de lujo, cuando ni siquiera… cultivamos calabazas.

Excusen mi franqueza. He aprendido a confiar en una república que no solo ha de afrontar sus equivocaciones y sus herencias históricas negativas, sino que tiene que considerar un enemigo externo que no es un cuento para dormir a los bebés. En el extranjero, existen quienes dan dos brazos por dejar manca a la Cuba revolucionaria.

Por otro lado, si la Revolución y el Estado socialista renuncian a ser instituciones paternalistas, regalonas, con tanto espacio como para no poder ocuparse eficientemente de todo ni de todos, esa cura no podrá ser sin dolor. Y nadie dude de que las plantillas estaban aventadas, indigestas; nadie dude de que la eficiencia y todo lo demás comienza por revalorar el trabajo, y donde hay cinco para trabajar como uno, el trabajo nunca valdrá nada. Y de que había pensiones excesivamente generosas y de que hay que revisarlas —claro, con cautela y justicia—, tampoco se ha de dudar.

Me interesa decir, en suma, que cuando se hurga en la llaga para curarla, duele. Y por ello creo que cuanto se ha proyectado y se discute aún, y cuanto quizá se proyecte y discuta en lo futuro, más que una fórmula burocrática, es una estrategia descentralizadora de la mentalidad burocrática, que seguramente se defenderá. ¿Acaso los principios publicados en documentos muy conocidos, no ceden espacio; acaso no intentan convertir el trabajo individual en un sector creativo, que coadyuve a solucionar necesidades? Y si alguien se queja hoy de los impuestos, soy del criterio de que en algún momento habrán de servir para estimular a la vez que para controlar racionalmente el enriquecimiento desmesurado.

Habrá compatriotas que no crean en mis opiniones. Me he pasado los 40 años de mi ejecutoria periodística opinando; nunca me dijeron cómo pensar, ni qué decir. Y por tanto termino diciendo, como dije hace una semana: si los que cometieron los errores son los mismos que habrán de rectificarlos, interpreto esa frase como que son los mismos porque somos el mismo pueblo, la misma gente. Y que por tanto hemos de renovarnos por dentro y por fuera, ética y patrióticamente, y aceptar que la política, desde el municipio en lo adelante, ha de servir para crear confianza, para explicar, para convencer, y para hacernos, como diría el Che, el primero para actuar y el último para recibir. Y también el primero para confiar. Y todo ello nos toca a cada uno de cuantos hemos puesto la justificación de nuestra existencia en la Revolución surgida para liberarnos de coyundas externas e internas, a pesar de los yerros y de los sueños fallidos, que aguardan por nuestro beso colectivo y solidario para despertar renovados.

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