Yulaysi Miranda Ferrer. Autor: Abel Rojas Barallobre Publicado: 21/09/2017 | 06:41 pm
Una decepción amorosa le dibujó una tristeza en la mitad del alma y ella, como respuesta, se tatuó en el antebrazo una sonrisa en clave de sol, en el mismo sitio hacia donde apunta el corazón. Con tinta, se cosió en la piel la música, porque para Yulaysi Miranda Ferrer no había mejor refugio. Lo que un día fue el grabado de una angustia, es hoy la marca donde sus amigos depositan besos.
Hija de una percusionista exintegrante de la orquesta Anacaona, y de un luthier, la flamante ganadora del programa televisivo Sonando en Cuba tiene la melodía como herencia, el ritmo como escudo y una voz que, si se lo propone, podría retumbar por toda La Habana desde su casa en Alamar.
Así lo comprobaron quienes la siguieron en cada emisión de la competencia. Para conocer más sobre su vida, Juventud Rebelde comparte hoy con sus lectores los detalles de la conversación que sostuvo con la talentosa intérprete.
—Vienes de una familia musical. ¿En qué momento decidiste apostar por el sueño de ser cantante?
—Desde pequeña deseé ser artista. Miraba a mi mamá, a mis tías y quería imitarlas. Cuando tomé conciencia de mis dotes para el canto decidí tomar clases. Al terminar el «pre» me fui para un grupo de instructores de arte donde adquirí algunos conocimientos y con la maestra Robertina Morales recibí clases de canto coral. Esa fue mi preparación. Luego entré en una empresa con el Centro Provincial de la Música. Mi debut fue con el Septeto Habanero y con ellos grabé Orgullo de los soneros, un CD nominado a los Grammy. De ahí pasé por muchas agrupaciones: Aromas de Cuba, Estrellas de chocolate, Son Damas, un grupo de rap llamado Onda Libre, donde rapeaba; estuve también en la orquesta de Dorgeris Álvarez, en los cuartetos Los Cónsules y Trova y son…
—¿Qué pasaba que no te establecías en ninguno?
—No me estabilizaba porque era inquieta, brincaba de un sitio a otro buscando nuevas oportunidades. Siempre quería algo más. Después me percaté de que en la vida las cosas son poco a poco.
—Eres joven, cantante y madre…
—La gestación coincidió con la entrada a la orquesta de Dorgeris Álvarez, una excelente músico y una agrupación que me gusta mucho. Y me dije; ¡Dios mío…! Pero embarazada trabajé y con 22 años tuve a mi niña, que tiene cuatro. Ese es uno de mis más grandes logros. Mi pequeña Vanessa está muy feliz. Mientras estaba en la competencia me decía: «Mamá, tú vas a ganar porque eres mi heroína». ¡No hay nada mejor que haber podido darle este premio y que se sienta orgullosa de su madre!
—Llega Sonando en Cuba…
—Desde la edición anterior quise participar, pero no pude porque no me dio tiempo. Cuando llegó esta temporada sabía que tenía que ir, quería buscar mi oportunidad en esta idea magnífica que tuvo Paulo FG. Audicioné y así comenzó todo.
—Hay un antes y un después. ¿Qué cambió en ti?
—El programa me enseñó que todo tiene su tiempo y que nunca lo sabes todo. Tener a mi lado a Mayito Rivera, Haila o Paulo, guiando a jóvenes como nosotros, me demostró que la verdad no es absoluta, que a veces estamos errados. Mayito ha sido un mentor excepcional, que logró darme pura melodía y acento en la interpretación y el repertorio.
«Me siento diferente, sobre todo en el ámbito profesional. La posibilidad de compartir con grandes personalidades de la música cubana es una experiencia inolvidable».
—El programa trajo a todos los concursantes retos y alegrías. ¿Cuál fue el mejor momento, sin contar el de la victoria, y el peor?
—La mayor felicidad fue cuando supe quiénes serían los mentores, pero sobre todo, cuando conocí que Mayito iba a apadrinar a la región occidental.
«Lo más difícil fue cuando me vi en un hospital. Comencé a tener unas fiebres muy altas y pensé que era dengue. En el médico me dijeron que tenía neumonía. El día que tocó cantar en formato de trío la canción El amor de mi bohío, no tenía voz en los ensayos. A esa hora tuvieron que ponerme medicinas en vena y logré cantar un poco. Reconozco que no fue lo mejor, pero no podía exigirme más».
—¿Cuál fue la razón de la afinidad con tu mentor?
—Soy una cantante puramente criolla. Me gusta el quehacer de Mayito, porque es de mucho sentimiento, que hace honor a nuestras raíces. Él es un cantante especial y su trayectoria con Van Van lo demuestra. ¿Quién no habría de sentirse identificado con eso?
—Para muchos espectadores fuiste la virtual ganadora desde que saliste por primera vez al escenario. ¿Te creíste vencedora desde los momentos iniciales?
—Uno llega a un concurso buscando ganar. Muchos lo hacen por la experiencia, para obtener conocimientos o por la maravilla de estar en la televisión. Lejos de obtener un premio, mi mayor propósito fue siempre pararme en la escena a dar lo mejor de mí y defender cada una de mis interpretaciones como a un hijo. Trabajé para exponerle al mundo mis mejores desempeños.
—¿Se te hizo fácil la competencia?
—Lo difícil fue ensayar y prepararme, porque una vez en el escenario, experimento un estado sublime de felicidad. Creo que nací para eso, desde que Dios puso ese don en mí, no pude hacer otra cosa que amar la música. Me gusta mirar a los ojos a las personas que están en la audiencia, aunque tengan mala cara. Siento total satisfacción al estar en escena, sabiendo que hay un público para mí.
—En tus palabras se percibe una enorme confianza…
—Siempre hay temores porque el ser humano se equivoca y la voz puede fallar. Pero lejos de la confianza, lo que siento es alegría, placer, y cuando es así no importa nada más.
—La final fue un duelo de mujeres con voces portentosas. ¿Qué estrategia pensaron Mayito y tú?
—Sin subestimar el trabajo de otras personas, mi mentor utilizó un repertorio extremadamente favorable, aunque Rosa y Dayana son cantantes de primera. Pero el plan fue siempre hacer las cosas con el corazón, esa es la mejor manera de llegarles a las personas. Yo me erizo cantando, y eso es a golpe de amor.
—Uno de los aspectos que el jurado destacó fue precisamente la excelente selección del repertorio. ¿Te sentiste a gusto con todos los temas que Mayito te entregaba?
—Sentía el ímpetu ante el reto, porque ponía en mis manos canciones que yo no conocía. Me permitió descubrir cuántas cosas podía lograr. Me ayudó a conocerme.
—Cuando se anunció tu nombre como ganadora, ¿Qué pasó con Yulaysi?
—Fue una alegría indescriptible. Quizá en los programas anteriores mi objetivo fue cantar bien, pero ese día fui a ganar, y no por mí, sino porque mi mentor me escogió entre ocho talentosos cantantes. Tenía que vencer por él, no me podía permitir otra cosa. Llevaba conmigo el compromiso y la confianza que Mayito depositó en mí, para nadie es un secreto que mi región estaba dura.
—¿Sentiste algún temor?
—No me gusta escuchar a los demás intérpretes cuando estoy en competencia. No comparo, pues no me gusta depender de lo que haga otra persona para entonces yo actuar en consecuencia. Necesito simplemente hacerlo bien, será por eso que me sentí cómoda por ser la primera en salir a escena esa noche. Aunque eso no quiere decir que no disfrutara de escucharlos. A la final fui con todo.
—Ese instante del abrazo con Rosa y Dayana, las miraste y ¿qué sucedió?
—Las felicité, les dije que las quería, que fue un gran placer haberlas conocido y compartir el escenario. Fue un reto competir con ellas. Mi satisfacción no puede ser el sufrimiento de otro. Vi la sonrisa de ambas y sentí felicidad por mi triunfo.
—Cuando ganaste, la alegría de Mayito fue solo comparable con la tuya. Sus palabras de felicidad llegaron con todos los rincones y en algunas ocasiones él dijo: «para aquellos que no lo creyeron…»
—La decisión que tuvo que tomar Mayito, entre Alcibiades y yo, para él fue muy difícil y la reacción de la gente no se hizo esperar. Me dijo: “Yuly, yo confío en ti. Alcibiades es un gran cantante, pero mi experiencia me dice que eres tú quien puede ganar la competencia”. No dudo que se haya sentido juzgado. Que la gente no haya confiado en su determinación quizá lo hizo sentirse mal. Pero ahí está el resultado.
—Las reacciones han sido diversas, tienes defensores y detractores…
—Casi todo ha sido favorable, aunque hubo comentarios duros. En internet alguien dijo que no estaba de acuerdo porque Dayana era más bonita, y es absurdo pensar que el jurado haya tenido esas cuestiones en cuenta. El mayor premio es que la gente me mire y me diga que fue justo. Esas son las mejores palabras.
—Éxito, fama, popularidad… ¿Sientes que conseguiste lo soñado?
—Éxito, sí, conmigo misma. Solo quería el reconocimiento a mi esfuerzo. Es como lo canta Ivette Cepeda, yo alcé mi voz.
—Preguntaba por la fama porque, en no pocas ocasiones, trae consigo el riesgo de perder la humildad, la modestia.
—Es cierto. Constantemente me dicen: «tienes que cambiar, debes tener glamur». Mayito me dio un consejo: «el glamur es para la gente con dinero y tú no lo tienes, no hagas caso de las banalidades. Todo lo que tienes que hacer es comportarte correctamente, pero sin cambiar tu manera de ser». Es que a veces soy un poco «desaguacatadita» y hablo muy rápido. Son cosas que debo aprender. Pero la Yulaysi que siempre se está riendo y que dice lo que siente, no va a cambiar.
—Justamente se piensa que esa personalidad tuya influyó en el resultado final, porque había demasiado corazón en tu voz.
—A todo hay que ponerle corazón. A veces me dicen: «Lloré contigo»; y yo respondo: cómo no vas a llorar si te entregué la vida a ti, al resto del público, al jurado, a los camarógrafos, a los mentores.
—En Sonando en Cuba siempre se dijo que no solo se buscaba una voz, sino un artista. ¿Te percibes como tal?
—Imagínate… La vida ya es un arte. Soy una intérprete que sonríe al cantar. Soy ese tipo de artista.
—¿Cómo tomaste la noticia de la gira con Olga Tañón?
—Todavía no lo he asimilado, cuando llegue a mi casa miraré sus fotos y trataré de interiorizarlo. No diré que creo no merecerlo, porque, modestia aparte, creo que sí. Siendo fiel a mí llegué hasta aquí, y soy digna de conocer a esa maravillosa cantante puertorriqueña. Estoy como los niños, ansiosa.
—Vendrán también otros proyectos.
—Sí, el disco con Sonando en Cuba y el video clip con Alejandro Pérez. En esa producción discográfica no podrán faltar temas como Mata Siguaraya, mi primera canción en competencia, y el popurrí.
—Se dice que el destino es una historia ya escrita. ¿Crees que fue tu destino llegar a este punto?
—El destino puede estar dictado, pero hay que estar listo. Nunca dejé de perseguir mi sueño a pesar de las malas noches o de tener que pasar por una mesa para recoger un peso. Tengo la confirmación de que no tengo que ser gorda, ni tener otra imagen para triunfar. Los logros son el fruto de mis esfuerzos. Estoy rompiendo el celofán de los sueños. ¿Qué más puedo pedir?
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