Anesia ya no recuerda cuándo su pozo tuvo agua. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/09/2017 | 06:55 pm
FLORENCIA, Ciego de Ávila.— Anesia Rodríguez Acevedo ya no recuerda la última vez que su pozo echó agua. Ella, que vive en una casita de la comunidad de El Aguacate, en el municipio avileño de Florencia, sale al patio y se pega a un pozo con una palanca de madera que se volvió prieta por el uso.
«En los últimos tiempos lo que salía era un chorrito —señala la boca y sigue—. Primero se llenaba un cubo con mucho trabajo hasta que al final lo único que sacaba era un jarrito. ¿Que cuándo fue eso? Ay, mijo, ni me acuerdo».
Su hija, Iyolexis Oria Rodríguez, vive en Chambas. Está de visita y dice que los vecinos de la zona no recuerdan una sequía tan grande. Ellos aseguran que siempre hubo sus temporadas; pero nunca como esta, donde los años se juntaron para no llover y los pozos y los ríos se secaron.
En el hogar, su mamá cuida el agua con la que se lavó la ropa. «Es la que usa para limpiar la casa —explica Iyolexis—. ¿Usted ve esos dos tanques a la entrada? Cuando viene la pipa, se llenan junto con los calderos y los pomos, con todo lo que hay y con eso se vive hasta que vuelven a repartir».
«¿Cada qué tiempo ocurre eso?», preguntamos. Y la respuesta se escucha con varias voces, como si fuera un coro: «Cada 20 o 25 días, un mes completo sin agua. ¿Usted se imagina?».
Como El Aguacate, los habitantes de Marroquí y Veguetas se encuentran a igual distancia del cargadero: 18 kilómetros; pero otros, como Las Grullas y El Laurel, están a 40 kilómetros, sin contar los asentamientos aislados donde los ciclos de entrega se alargan a 30 días.
«Es que aquí no hay ciclos —asegura Alfonso Santos Méndez, director municipal de Acueducto y Alcantarillado. La transportación es el punto más crítico. Si la crisis fuera solo en la cabecera municipal, podríamos maniobrar; pero es en todas partes. Las distancias son muy largas y en todo el municipio entre el Gobierno, nuestra empresa y la de Campismo, se cuenta con dos camiones y tres tractores. Además, la gente de por acá no estaba preparada para almacenar agua. Esta sequía es nueva por aquí».
Dentro de las acciones que se han realizado se encuentra la creación de un cargadero en Las Grullas para acortar las distancias y conseguir una cantidad de tanques para entregárselos a la población en cifras que no han resultado suficientes.
En medio de esa situación, en el valle de Florencia las lomas exhiben una vegetación entre verde y gris. Ante ese verdor, un visitante pudiera pensar que la sequía no es tan fuerte como la dibujan. Sin embargo, de 19 480 habitantes que tiene el territorio, distribuidos en cuatro consejos populares, 10 000 están afectados por la sequía. De esa última cantidad, a 8 000 personas no se les está llevando la mitad del agua. Ellos son los más agobiados por la lejanía y el colapso de las fuentes de abasto.
Quizá esos campesinos sean los que con mayor nostalgia miren hacia las montañas y recuerden cuando estas se cubrían con la neblina de lluvia, que hicieron marcar la media histórica de precipitaciones del municipio en los 1 485 milímetros al año, uno de los valores más altos de la provincia.
Precisamente esa marca se derrumbó a partir de 2014. Datos de la Delegación Provincial de Recursos Hidráulicos indican que entre ese año y 2016 la ausencia de lluvias se comportó entre los 290 y 508 milímetros. Eso provocó que los florencianos llegaran a 2017 con un déficit acumulado de precipitaciones por encima de los 1 200 milímetros.
«La geología del municipio no ayuda a retener el agua, ni privilegia la formación de cuencas subterráneas y pozos de alto caudal. Además, Florencia está fuera de la cuenca subterránea de Ciego de Ávila, y por todas esas razones sus fuentes de abasto son sensibles a la sequía o a la baja presencia de lluvias», señala Oscar Luis Batista Pupo, jefe de Departamento de Ordenamiento Territorial y Urbanismo de la Dirección Provincial de Planificación Física.
El especialista explica que un estudio multidisciplinario entre Planificación Física, el Centro Meteorológico Provincial y el Grupo de Aprovechamiento Hidráulico ubicó a Florencia en punto rojo bajo dentro de análisis de Peligro, Vulnerabilidades y Riesgos (PVR). El registro de datos arrojó que en la última década solo tres años (2007, 2011 y 2012) fueron de bonanza lluviosa. A ello se le añade que en el municipio están censados 1 731 pozos. De estos, el 70 por ciento (1 211) están colapsados.
Conclusiones: los últimos análisis indican que el 99 por ciento del territorio de Florencia se encuentra bajo sequía extrema y el uno por ciento restante en sequía severa. Pero además, de mantenerse esa tendencia de falta de lluvia, con altos niveles de evaporación, sus fuentes de abasto podrían colapsar en un plazo de dos meses.
En el tren puede venir el agua
«Bueno, ¿y la presa?», preguntan muchos. Y con razón porque el municipio posee el mayor lago artificial de la provincia: el Sistema Hidráulico Liberación de Florencia. Solo que, de sus más de 79 millones de metros cúbicos de capacidad, hoy solo existen 15 millones, para un 19 por ciento de llenado.
Aun así hay agua y la presa Cañada Blanca, al lado del poblado de Florencia y una de las dos que conforman el Sistema con la Chambas II, tiene posibilidades de entregar el líquido, a pesar de encontrarse en un nivel desfavorable, al punto que desde lo alto de sus cortinas se puede ver el fondo salpicado de lagunatos.
«El problema está en que el municipio posee una pobre presencia de redes hidráulicas, y no existe la infraestructura para sacar agua de ese embalse. Solo existen redes hidráulicas en el micro de Florencia, en el poblado de Tamarindo, que se abastece de la Chambas II, y en Guadalupe, con un miniacueducto con la fuente muy deteriorada y a punto de agotarse. El resto, incluida la mayor parte del poblado cabecera, no tiene acueducto», expresa Osvaldo Ondarza Vergara, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular.
Ante ese cuadro, en los planes de inversiones del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos aparece la palabra sostenibilidad. En los proyectos se concibe el montaje de una planta potabilizadora al lado de la cabecera municipal para extraer agua de Cañada Blanca.
Los dos módulos adquiridos tienen capacidad para tratar cinco litros por segundo. No es lo ideal, lo cual sería procesar 35 litros por segundo; pero ayudaría a paliar la situación del cargadero, donde actualmente las pipas se demoran media hora para llenarse, y acotar las distancias de entrega.
Otra acción sería sustituir el deteriorado tanque del acueducto de Guadalupe por otro de 44 metros cúbicos. El proyecto mayor, cuyo monto inicial asciende a 350 millones de pesos, implicaría ubicar un tanque de similar volumen en Florencia e interconectar la planta potabilizadora con Guadalupe y el acueducto de Tamarindo, con lo que se aseguraría el agua para esas comunidades y los asentamientos cercanos.
El detalle es que el tiempo conspira y Florencia se queda sin agua. Y para enfrentar una situación de emergencia hasta la llegada de las precipitaciones, el Gobierno de la provincia prevé, entre otras medidas, la preparación de un tren-cisterna, que se habilitaría en el cargadero de Falla y transportaría el líquido hasta el poblado cabecera del municipio para efectuar la distribución mediante pipas.
«Esta es una experiencia inédita —dice Osvaldo Ondarza, presidente del Gobierno municipal—. La situación es complicada, pero hasta ahora los más necesitados, que son las escuelas, el hogar de ancianos, la policlínica municipal y el círculo infantil se han protegido. Vamos a ver cómo se comportan las lluvias. Eso todavía es una incertidumbre; sin embargo tendremos que buscar todas las alternativas posibles. Vamos a guapear, porque no nos vamos a quedar con los brazos cruzados».
Gráfico elaborado con información ofrecida por especialistas de Recursos Hidráulicos y Meteorológicos de la provincia.