A media mañana del martes 19 de febrero, cuando Arilennis y un grupo de amigos hacían un círculo informal en su escuela para comentar la impactante noticia de ese día, ya una telaraña mundial de agoreros y supuestos expertos había formulado un vaticinio final: Cuba se cae.
Aquellos estudiantes «veinteañeros», como miles en la Isla, hablaban conmovidos sobre la nación, el Comandante y su trayectoria, alguno hasta con lágrimas en los ojos; pero no había escenas de pataleos; tampoco palabras como ruptura o transición.
Era entendible el estremecimiento: después de 49 años y tres días de haber asumido como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario y luego de 31 años, dos meses y 16 días de su elección como presidente del Consejo de Estado, Fidel anunciaba sin dramatismo, humildemente, su trascendental decisión.
Resultaban comprensibles las emociones: ese hombre sin afán de glorias se ha convertido en líder universal; en símbolo de resistencia contra el mayor imperio de la tierra; en el guía sacrificado que estaba en todo: en medio de un ciclón tremendo, en la inauguración de un evento deportivo, en las movilizaciones volcánicas, en una zafra dura, en memorables discursos —lo mismo en la ONU que en una universidad—... y hasta enseñando cómo ablandar los frijoles sin gastar tanto combustible.
«Fue difícil leerlo en el periódico, aunque lo entendimos —reconoce ahora Arilennis en una oración breve que es sentimiento de montones.
Los de allá, en cambio, armaban una barahúnda mediática en la que referían abierta o solapadamente el papel de las nuevas generaciones en el proceso de «democratización y libertad» de la Cuba venidera.
Son reacciones diferentes sobre un mismo acontecimiento. Sin embargo, conducen hoy, cuando el Parlamento elige en histórica jornada un nuevo Consejo de Estado, a varias interrogantes sobre este país: ¿Qué lecturas, más allá de las pasiones sentimentales, le dan los jóvenes al valiente mensaje de Fidel? ¿Qué lega él a la Patria y especialmente a los de menos edad? ¿Cómo pueden los más nuevos demostrarles a esos «adivinos» que el proceso cubano continuará por encima de nombres y figuras? ¿Cuáles son los mayores desafíos que aprecian los más bisoños en ese afán de perfeccionar la Revolución y de mantener a raya al enemigo poderoso?
Con estas incógnitas en la mirilla el Diario de la Juventud Cubana dialogó con 130 muchachos entre 18 y 30 años, de disímiles ocupaciones, durante un sondeo en 12 provincias. En el intercambio saltaron numerosas ideas, imposibles de desdeñar, si pretendemos mirar el mañana con realismo y objetividad.
VirtudesCasi un tercio de los entrevistados expuso que no en balde Fidel les subrayó el 23 de junio de 2007 a las nuevas generaciones en una atinada reflexión: «Si los jóvenes fallan, todo fallará».
Esa idea se enlaza con varios de sus argumentos en el memorable discurso de noviembre de 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Entonces, para sorpresa de muchos, señaló, entre otras cosas: «Cuando los que fueron de los primeros, los veteranos, vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas generaciones de líderes, ¿qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros, al fin y al cabo, hemos sido testigos de muchos errores, y ni cuenta nos dimos».
Precisamente entre los encuestados casi un 25 por ciento expuso que esos enfoques agudos sobre el futuro constituyen lo primero que debe aprenderse de Fidel. «Muchos de nosotros miramos con demasiado pragmatismo el presente, hay que tener previsión, pensar en las variantes, él nos educó en ese camino», remarcó Alexei, de cuarto año de la licenciatura en Contabilidad y Finanzas en Jiguaní, Granma.
También decenas de jóvenes sondeados enumeraron entre los principales legados de Fidel el espíritu crítico y autocrítico. «Con él no se puede andar con tapujos, critica con fuerza, de frente, pero siempre ha sido el primero en criticarse. Así pasó en la zafra de los diez millones. Fue él justamente quien impulsó el proceso de rectificación de errores. Eso todavía necesitamos aprenderlo muchos», dijo el futuro contador.
Lo primero que deben entender los jóvenes es que él no se despide, pasa a otra posición de combate. Y nos deja una Revolución robusta, fuerte, hecha por millones, no por un solo hombre; pero una Revolución que como él mismo ha señalado, todavía está inconclusa, que necesita mucho mejoramiento.
Así piensa Rocío, una manzanillera, dirigente juvenil de 30 años. Ella considera que uno de los legados importantes de Fidel es la ejemplaridad, «jamás ha separado lo que ha dicho de lo que ha hecho».
Y en ese espejo, según sus palabras, tienen que mirarse muchos para rectificar, «los que practican la doble moral, aquellos que ensayan un discurso bonito y después no quieren sacrificarse».
Hay personas —acota— que a estas alturas siempre anteponen la vocación para eludir tareas y la primera vocación que nos enseñó Fidel es la de ser revolucionarios. «Él mismo pudo haberse dedicado a ser escritor, por su excelente prosa; o a la abogacía que fue lo que estudió; o a administrar los bienes de su familia. Sin embargo, analizó que tenía primero deberes morales y patrióticos que cumplir».
Para Rocío otra herencia espiritual que le deja Fidel a los jóvenes es su desinterés total, demostrado en su propio mensaje del 19 de febrero. «Es imprescindible analizar y llevar a la práctica esa virtud de él, hoy cuando entre algunos de nosotros existe un deseo de imitar banalidades, de adquirir cosas materiales con facilidad, de ostentar prendas y ciertas modas como signo de superioridad».
Muchos de los encuestados, como Yipsi, una ingeniera civil avileña, creen que entre los legados importantes del discípulo más aventajado de Martí está su pensamiento. «Si lo seguimos, si le somos fieles, la Revolución, sin duda, continuará». No obstante, sentencia; sería insensato perder de vista ciertas realidades. «La generación más nueva no piensa como la de hace 50 años, tampoco vivió las privaciones de nuestros padres y abuelos. Ellos han sido testigos del período especial y de cómo las carencias económicas han limitado los espacios espirituales de ellos mismos y de sus familiares; por eso creo que hay que abrir espacios de participación a la juventud. No se puede convencer solo a base de ejemplos históricos y más cuando tienen una realidad tan difícil delante. Hay que lograr que emitan sus criterios, que sean más protagonistas».
Para la arquitecta Arelys, otra avileña, los legados más notables del líder histórico de la Revolución son su patriotismo, «el optimismo tan grande que siempre ha mantenido en los momentos más difíciles y su sentido de la entrega al trabajo».
Mientras, José estima que lo más admirable de Fidel es su inteligencia y su cultura general integral. «Es un hombre que puede hablar de cualquier tema y con profundidad». Desdichadamente, como indicaron varios de los interrogados, ese deseo de conocer del mundo no está presente en cientos de jóvenes, aun cuando la Revolución les ha brindado inmensas posibilidades.
Según Anisleydis, una estudiante de Camagüey, el mayor legado del Comandante está en «la transparencia y su educación hasta con el enemigo. Es un hombre intachable».
Para Ernesto, chofer en esa propia provincia, el mérito más relevante del líder del Moncada estriba en «habernos conducido muy unidos, a pesar de las diferencias». En tanto el holguinero Ramón, futuro profesor, ve como los legados referenciales de Fidel a la ética, la justicia y la modestia. Con tantos méritos ¡cuántas veces ha repetido la frase martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”!».
Mientras, para Mayté, de la Ciénaga de Zapata, Fidel les deja a los jóvenes su lucha incansable por el socialismo y por el bienestar de otros pueblos.
«Él es elegante en todo y enemigo del rodeo. Ha sido maestro y forjador de dirigentes», acentúa María Caridad, trabajadora del poligráfico de Las Tunas.
Otros, como Daniel, estudiante de Medicina, se refirieron a «su inmenso humanismo, su capacidad para el detalle y su sentido de la solidaridad».
Yurisneisy, otra futura galena, apuntó: «Cuando lo de Elián yo me decía “Bueno, ¿y por qué no tomamos al niño y ya, a la fuerza?” Y Fidel nos enseñó que las cosas no se pueden lograr con la violencia, que las convicciones y las ideas, si se saben utilizar, pueden ser armas tremendas. En esencia, yo creo que Fidel es un gran maestro. El hombre que le ha dado continuidad al legado de Martí».
DesafíosFidel no iba a ser eterno en sus cargos; era una lógica de la vida. Incluso, antes de su enfermedad, en junio de 2006, en el acto por un aniversario del Ejército Occidental, Raúl se refirió al momento tremendo pero inevitable en que el Comandante en Jefe ya no ejerciera alguna de sus funciones.
El único sustituto de Fidel solo puede ser el Partido. Hoy, mañana y siempre, expuso. Esta idea fue recalcada en diciembre de ese año, durante el VII Congreso de la FEU a casi seis meses de convalecencia del líder: «Les reitero que Fidel es insustituible, salvo que lo sustituyamos todos juntos, cada uno en su lugar, en el sitio que le corresponde».
Estos conceptos vislumbran que cualquier tarea, en lo adelante, dependerá de mucha más inteligencia colectiva, de audacia y del fortalecimiento de las instituciones creadas a lo largo de la Revolución.
Así lo entendieron también muchos de los jóvenes interrogados por JR. Ellos señalaron que entre los desafíos futuros están desterrar la burocracia y hacer que las orientaciones emanadas de los niveles superiores no se tergiversen.
«En ocasiones las orientaciones, los criterios, las ideas en general de Fidel como Jefe de Estado no llegaron a la base de la manera debida porque en las estructuras intermedias se trastrocaron», fundamentó uno de los avileños que respondió a nuestro diario.
«Quienes nos dirijan a partir de este 24 de febrero tienen que mantener la línea de unidad, de combate, de supervisión constante. Hay plena confianza en ellos. Sin embargo, no todas las instituciones del país funcionan adecuadamente en todos los lugares, creo que le falta más protagonismo a la juventud, a los universitarios», alegó la bayamesa Eylen, estudiante de primer año de Sociología.
Yamisleydis, capitalina que se prepara para ser Profesora General Integral, percibe otro reto en el perfeccionamiento del trabajo educativo y social. «Cada uno tiene que revisar su radio de acción, hacer y fundar inspirados en las palabras de Fidel, y arrastrar a todos los rezagados», sostiene.
«En tiempos en que el excesivo interés por las cosas materiales conduce a algunos a actitudes inadecuadas, en que ciertos jóvenes valoran superficialmente las dificultades que aún tenemos, es preciso hacer prevalecer la unidad, la fidelidad, la disciplina, la organización y el respeto por nuestra historia y nuestros héroes, cada uno desde su puesto de trabajo o estudio», comentó Loraine, trabajadora social en el municipio santiaguero de Palma Soriano.
Alejandro, otro trabajador social, pero de la capital, reconoció que el inicio de esta etapa, que no rompe con la precedente, requiere rectificar los errores a tiempo, desechar cualquier mala hierba, limpiar cuanto está sucio; porque de lo contrario «se nos puede colar el enemigo».
Justamente ese reto: el de no dar ápice para la penetración imperialista fue uno de los más mencionados por la juventud. No pocos consideran que deben intensificarse las explicaciones sobre el conflicto entre Estados Unidos y Cuba, porque algunos jóvenes han olvidado la historia y los apetitos de anexión incubados en el Norte.
No obstante, uno de los desafíos más difíciles que aprecian los jóvenes consultados está relacionado con la economía. «Las personas que sustituyan a Fidel en el cargo tienen que estar claras de que hay que darle un vuelco a la economía del país, que la gente y los jóvenes sientan que hay un futuro, un horizonte. Claro, no es fácil», apuntó Sigfredo, de Ciego de Ávila.
Por su parte Leonor, periodista de 27 años de la provincia de Granma, cree que hay que buscar las causas de muchos problemas, primero que las consecuencias y seguir pensando en el bienestar material, que es una premisa marxista.
«Las personas que liderarán el país están conscientes de muchos de los asuntos materiales que nos afectan. Tienen que tratar de aplicar fórmulas para resolverlos paulatinamente; por supuesto, sin crear falsas expectativas. No se puede olvidar el bloqueo y las condiciones excepcionales en que se construye el socialismo cubano».
FuturoEl tema de la continuidad revolucionaria no llega ahora, tras el mensaje de Fidel y la elección del nuevo Consejo de Estado. Vale recordar que el 23 de diciembre de 2005, durante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el canciller, Felipe Pérez Roque, habló largamente al respecto.
«A mí me parece que es importante recordar que los yanquis apuestan a la idea, no sin cierta razón, de que las revoluciones son eventos cataclísmicos que tienen una energía inicial, pero que después con el tiempo pierden fuerzas, van languideciendo, a partir de la historia de otras revoluciones anteriores...», decía entonces.
Y luego agregaba con crudeza: «El hecho de haber resistido todos estos años, como hemos resistido y batallado, no da ya garantía de que pueda ser victorioso el futuro por sí solo, porque nuestros patriotas en las guerras de independencia guerrearon y pelearon 30 años, levantaron la admiración del mundo y de la opinión pública en Estados Unidos, y, al final, desunidos, cansados, desanimados, engañados, terminaron imponiéndoles la Enmienda Platt y nombrándoles un gobernador en Cuba y convirtiendo a Cuba en una neocolonia norteamericana».
También mencionaba tres premisas para la continuidad: autoridad de los líderes de la Revolución emanada del ejemplo y la dedicación al trabajo, apoyo de la inmensa mayoría del pueblo y no caer en ingenuidades, como la de olvidar que el Estado socialista es el garante de una distribución equitativa de los ingresos entre la mayoría.
Ahora, en el sondeo, casi la totalidad de los jóvenes encuestados concordó en que, a diferencia de la URSS y el extinto bloque de Europa del Este, la Revolución tendrá continuidad perenne, no vivirá el síndrome del cansancio. Y esa prolongación han de garantizarla, especialmente, los pinos nuevos.
Pero algunos adujeron que para no reventar ese hilo es preciso revisar ciertas tendencias y se refirieron, sin proponérselo, a algunos de los aspectos abordados hace dos años y tres meses por Felipe.
Eyder, por ejemplo, un guantanamero analítico, observa con preocupación que un segmento de la juventud se desentienda de los deberes con la Patria y «no mire, como dijera Martí, de qué lado está el deber sino de cuál se vive mejor.
«Algunas oportunidades que el propio Fidel dio a muchos a veces no se aprovechan, más bien se desperdician olímpicamente, y vemos profesionales poco preparados, personas que solo están pensando en salir a cumplir misiones por el interés monetario que representan. Preocupa que esos mismos jóvenes que hoy son beneficiados mañana no sepan, no puedan o no quieran retribuirle a la sociedad los esfuerzos que hoy hace por ellos».
Rubén, otro guantanamero, plantea: «Aunque la mayoría de los jóvenes suelen decir públicamente que es normal que seguiremos adelante, yo a veces siento mis preocupaciones de que el proceso revolucionario pueda tener retrocesos; lo digo por ciertos vicios, por la necesidad y obsesión por el dinero en ciertos segmentos de la juventud».
Madelaine, defectóloga granmense, cree que hay peligros latentes a largo plazo, sobre todo si no se combate la corrupción a fondo, «porque hoy muchas veces se hace formalmente para llenar un acta de una reunión» y no se batalla suficientemente contra los que malversan casi públicamente.
Otro Lázaro, estudiante de la Universidad de La Habana, invita, para proseguir el camino a, como ha dicho Fidel, cambiar lo que debe ser cambiado por cada quien desde su lugar. «Este proceso humano más que perfecto es perfectible. Los errores hay que enmendarlos con valentía y propuestas de soluciones. Significa también velar porque cada uno desde sus funciones cumpla con las normas sociales de equidad, igualdad y solidaridad».
EpílogoDespués de esta decisión del martes 19 la Revolución necesita ahora y en el porvenir muchos Fideles, personas que, como expresaba en esa referida intervención del Ministro de Relaciones Exteriores, sean eternos luchadores por mejorarlo todo para que la nación se renueve día a día, cabalgue segura rompiendo cada obstáculo, cada emboscada.
Entonces Felipe recordaba lo que dijo una vez Gabriel García Márquez: «La explicación de Cuba es que Fidel es al mismo tiempo el Jefe del Gobierno y el líder de la oposición»; es el principal inconforme con lo hecho, el principal crítico de la obra y eso le da una peculiaridad a nuestro proceso.
Los Fideles no pueden venir de afuera, tenemos que ser nosotros mismos, convertidos en millones, pinos nuevos y viejos, abrazados por una misma bandera en un mismo puño de luz.