Vivenciar placer de forma equilibrada es un importante estado del ser humano que alienta su creatividad y propicia buenas relaciones con otras personas y con el entorno. Esa capacidad de alegrarnos hasta por las cosas más simples es un mecanismo de control de nuestro cerebro para reforzar comportamientos favorables y fijar sentido de pertenencia.
Desanimarse al extremo de no disfrutar actividades cotidianas como asearse, conversar de algo agradable, comer o escuchar una risa infantil, puede ser un indicio de anhedonia o apatía emocional, síntoma a su vez de otros trastornos sicológicos.
Las personas anhedónicas dejan de emocionarse ante una canción que consideraban su favorita, no reclaman intimidad o atenciones del ser amado ni se interesan por su bienestar personal. Ese desinterés por cariños y elogios refuerza otros conflictos para adaptarse en situaciones sociales estresantes y suele llevar a un mayor aislamiento social; por tanto, se requiere ayuda especializada y familiar para superar el trance sin daños permanentes al sistema siconeuroinmunológico y a la integridad personal.