Fotograma de la película. Autor: Tomadas de su Perfil en Instagram Publicado: 10/12/2025 | 12:23 am
«EL cine sigue siendo vital para denunciar, visibilizar las luchas sociales, reforzar la resistencia política, construir memorias y perpetuar identidades. La presencia de la industria de Hollywood sigue siendo muy fuerte, por eso en Bolivia necesitamos más cine propio, y en estos tiempos, la emergencia de una nueva generación en la creación en el séptimo arte está reconstruyendo la identidad de nuestra nación en ese ámbito».
La reflexión la comparte el director de cine y también productor y profesor Álvaro Olmos Torrico, natural de la ciudad boliviana de Cochabamba, quien trajo al 46 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano su largometraje de ficción, La hija cóndor, que se suma a la larga lista de documentales y series que ha dirigido y a numerosas películas en las que ha fungido como director.
No es casual que la película aún no haya sido estrenada en Bolivia. Su premier fue en el Festival Internacional de Cine de Toronto —es el primer filme boliviano presentado en ese certamen— y obtuvo el Premio Abrazo a la Mejor Película en la Competencia de Ficción del Festival de Biarritz América Latina 2025, que es el galardón más prestigioso del evento francés.
«Ahora estamos en La Habana y continuaremos recorriendo festivales porque es lo que nos favorecerá para la exhibición en nuestro país. Reitero, el impacto de la industria cinematográfica del Norte global es muy fuerte y al participar en eventos renombrados y si fuera el caso, recibir premios o menciones, podemos generar un movimiento de prensa significativo que avale la exhibición de la película en nuestra propia tierra».
La hija cóndor, fruto de una acuciosa investigación desarrollada por Olmos Torrico, quien además escribió el guion, se centra en la realidad de una comunidad indígena quechua y tiene a la mujer como protagonista.
Clara es una joven partera, cuyo don extraordinario es poder calmar el dolor de las mujeres embarazadas mediante el canto. Su madre adoptiva, Ana, experimentada en ese oficio, la apoya en el desarrollo de ese talento. Sin embargo, Clara ansía irse de su entorno rural y convertirse en una estrella de la música en la ciudad.
Al irse, Clara deja tras de sí un desequilibrio inigualable, y su madre está dispuesta a traerla de vuelta, aunque eso implique enfrentarse a nuevos mundos en entornos citadinos, ajenos a ella. La historia la «encontró» Olmos Torrico y es real. Conoció a una partera que cantaba y calmaba. Esa mujer ya murió, pero se comunicaron, y él comprendió que, con su ausencia, se iba un saber ancestral, un don mágico.
«Todas las personas que vemos en la película son naturales de esa zona, no son actores profesionales, porque para mí era más verosímil contar con ellos. A Marisol Vallejo, quien encarna a Clara, la conocí a través de Tik Tok, donde publica videos con su grupo de cholitas, cantando y bailando. Supe entonces que podía asumir el personaje y que su trabajo vocal podía enriquecerse.
«A María Magdalena Sanizo, la Ana de la película, la encontré en la carpeta de las descartadas en el casting, y para mí fue revelador hallarla porque me contó que había nacido en las montañas andinas y que había trabajado como locutora en quechua, lo cual también me garantizaba su diestra movilidad en esos terrenos y el dominio de la voz».
La coproducción entre Bolivia, Perú y Uruguay, respaldada por Sueño Bicentenario, Ibermedia y Visions Sud Est., muestra una historia profunda de tradición, espiritualidad y el impacto del choque cultural.
Con la fotografía de Nicolás Wong Díaz, la música de Cergio Prudencio y Marcelo Guerrero, la dirección artística de Andrea Camponovo y Analía Peñaloza y la producción ejecutiva del propio Olmos Torrico, Cecilia Sueiro Mosquera, Diego Sarmiento Pagán y Federico Moreira, La hija cóndor propone en sus 109 minutos un viaje a la introspección identitaria.
El rodaje transcurrió en la misma comunidad donde Olmos Torrico conoció a quien inspiró la película. Fue la manera más directa y espiritual de conectar con la realidad que deseaba reflejar. Fue también la mejor manera que encontró para poner sobre la mesa la dicotomía en torno a lo que hacemos con lo que heredamos como don: ¿lo desarrollamos en beneficio de los demás o lo abandonamos en busca de un sueño personal?
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