B.: Hace cuatro años comencé una relación con un hombre un año mayor que yo. Tiene dos niños a los que acepté con amor. Aposté con todo a esa relación porque lo quiero muchísimo. Al comenzar me dijo que sería injusto no tener hijos conmigo, pero se negó desde que comencé a proponerle planificar un embarazo. Estoy consciente de las dificultades económicas, pero nosotros podríamos. Siento que no estoy en sus planes. Decidí terminar la relación, con el dolor de mi alma, y me pidió otra oportunidad para recapacitar sus otras actitudes hacia mí, porque me ha dejado casi olvidada. Estoy pasándola supermal, pero no me quiero quedar con alguien que no quiere ni siquiera intentarlo. No sé si insistir, resignarme, seguir adelante o esperar a que cambie de opinión. Tengo 32 años.
Parece que tienes una decisión definida y para ello pasarás por el dolor de perder la ilusión de un proyecto común y lo que te gusta de él. Eso conlleva un tiempo de duelo.
Las rupturas en ocasiones se acompañan de esa sensación de pérdida de referentes. Hay complicidades inconscientes que permiten esa impresión de encuentro personal cuando acontecen. Él puede haberte dado un lugar y un nombre en sus fantasías más íntimas, que llevaba a ese encuentro con tu deseo.
Afortunadamente, la subjetividad tiene esa capacidad de volver a conectarse y forjar amores con otras personas. En las relaciones amorosas además de disfrute erótico y conexión subjetiva, el compromiso y la construcción de un proyecto vital suelen alimentar el vínculo.
Podrías renunciar a tu proyecto de maternidad, o tener un hijo suyo a pesar de su
desinterés, pero prefieres un proyecto común. Tus comentarios hacen suponer que elegirlo implica consentir cierto olvido de tu lugar y tu sueño. Es una decisión que tomarías advertida de sus consecuencias.