Ella no queda satisfecha y su deseo merma. Él no pierde las ganas y tiene un ciclo estable de dos veces a la semana, en el cual sigue una misma rutina. Cuando conversan, ella le dice que, a pesar de su amor, la intimidad ya no le resulta tan atractiva. Desea algo más, algo que despierte su deseo. Ante la protesta de él, ella apuesta por resolver la situación sin acudir a ayuda especializada, y él pregunta qué hacer, si consultar a esta sección.
La situación se presentó recientemente en la novela cubana y varios lectores nos estimularon a tratar el tema en la columna.
La monotonía es un fenómeno común en parejas duraderas, que se apoyan en el amor y en los modos seguros de intimar. Sin darse cuenta, ellas pueden olvidar que para los hombres puede ser importante cierto juego en la escena, así como contemplar aquello sensual que le animaba. Ellos, por su parte, suelen olvidar que en las mujeres el deseo despierta con una buena conversación previa. Pueden depender más del erotismo que del acto práctico. No basta que acceda para complacerlo, ni que él actúe para saciar sus ganas. Lo paradójico es que dentro de esa rutina pueden disfrutar del orgasmo, pero la vida sigue su curso sin mayores emociones.
La conversación íntima después de reconocer el deseo de algo más puede ser suficiente para lograr el cambio, porque son situaciones a las que ambos contribuyen sin darse cuenta. Cuando se quiere cambiar y no se logra a pesar de intentarlo, puede ayudar una información general, como la de esta columna u otros medios de comunicación; pero si se quiere recibir una atención según nuestra singularidad como personas y pareja, es preciso acudir a una consulta profesional y obtener herramientas que devuelvan la esperanza y salven el deseo.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología Clínica