A.T.: Mi compañera es la madre y esposa ideal. Llevamos una vida apacible. Antes de conocerla, yo era muy activo sexualmente. Pero me fui apagando poco a poco. Nuestra vida sexual ha sido buena. Trato de que se satisfaga y termino como «vestido para la fiesta». Aun así, nunca la engañé. Ahora se ha ido a cuidar a su madre enferma y me he encontrado con una joven que me ha recordado mi parte sexual activa. La he dejado porque no es el tipo de mujer que quisiera y estoy casado, pero me llama con insistencia, me dice que está dispuesta a todo por mí. No sé cómo lidiar con esa situación.
Podría hacer cómplice de sus fantasías terrenales más encendidas a la mujer-madre «ideal». También es posible apostar por la mujer «dispuesta a todo» queriéndola más como es, en su modo de amar. En cualquier circunstancia, perderá un poco del ideal o de la fiesta encendida.
Que el deseo se apague con la pareja estable y se encienda con la persona un tanto degradada es de las tantas paradojas de la vida amorosa. Sucede a hombres y mujeres, aunque tradicionalmente entre ellos es más común. Pueden sentirse obligados a complacer, amar y tratar con cuidados a la mujer maternal. Sienten vergüenza de sus fantasías eróticas y de las mujeres que los complacen. Solo dan riendas a la pasión más encendida si ubican algún rasgo degradante en la mujer, lo que les permite representar con gusto el papel que le ofrece en su guion erótico.
Para algunos, la solución ha sido mantener la relación extramatrimonial. Otros renuncian al fuego sensual o al amor. Muchos encuentran cómo intercambiar los trajes de madre o vampiresa con la misma mujer, según sea la fiesta a la que quieran ir. Ellas pueden consentirlo y agradecerlo.