K.C.: Terminé mi matrimonio de 19 años porque sentí que me ahogaba y no era feliz. Ahora, inicié una compenetración total con un hombre, vía virtual, que fue mucho mejor cuando nos encontramos. Tuvimos planes de casamiento, unión familiar, mudanzas, etcétera. De buenas a primera él termina la relación porque dice que no tiene el tiempo ni las fuerzas para hacer una vida a mi lado, que más temprano que tarde me fallará, que me busque un hombre joven, que él solo me dará achaques… No entiendo. Todos los días del mundo me pedía esperarlo, que sería su última mujer, que lo más importante era organizar nuestras vidas. Estoy devastada, me siento vacía. Yo espero por él, no me resigno a perder a mi amor. Yo tengo 36 años y el 56.
Entre la resignación y la espera puede intentarse algo más. Pero requiere el consentimiento de ambos: sola no podrás sostener esta relación. ¿Acaso la compenetración lograda alcanza para una conversación sincera hoy?
Ayudaría que pudiesen conversar sobre sus razones para retroceder, pues él no explica por qué perdió la fuerza que antes lo llevó a enamorarte, a pesar de la diferencia de edad.
Transitar de la pasión enamorada al compromiso estable no siempre resulta fácil. La dificultad se acrecienta si la apuesta requiere cambios de trabajo, mudanzas y otras renuncias a un modo de vida confortable.Construir una familia implica un compromiso, que no resulta tan fácil como el enamoramiento virtual o los encuentros iniciales.
Por otra parte, esta historia muestra que eres capaz de enamorarte y disponerte a amar. Habrá mucho por comprender de esta experiencia. La historia continúa. Con o sin él.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología Clínica.