C.M.: Me considero homosexual y hace cuatro años conocí a mi actual pareja. Ella había mantenido relaciones heterosexuales, pero siempre le había costado alcanzar el orgasmo porque no se sentía a gusto con hombres. A pesar de que físicamente estaba disfrutando, no sentía ninguna conexión; masturbarse era la salida que encontraba a su deseo sexual. Cuando comenzamos fue maravilloso. Ella me decía que nunca se había sentido así. Demoraba un poco para llegar al orgasmo, pero siempre ocurría. Desde hace unos meses se nos hace difícil intimar por no tener espacio. Tratamos de aprovechar cuando tenemos una oportunidad, aunque no lleguemos al orgasmo. El problema es que si ella siente que puede llegar al clímax se presiona y es más una agonía que un placer. Ella disfruta mucho cuando soy yo la que recibe toda la atención, pero no fluye como debería cuando me concentro en ella y eso me estresa mucho. Tengo 21 años.
El orgasmo es una expresión del disfrute que nunca se puede imponer: llega si mantenemos el deleite y la disposición a la sorpresa. Hubo un momento inicial maravilloso cuyo análisis permitiría comprender lo que necesita tu pareja para ese gozo, pero ahora ya sabes que si te concentras tanto en ella termina en agonía y disfruta más cuando es libre de atenderte.
Tal vez puedan observar dos cambios: en las nuevas circunstancias, hay que aprovechar oportunidades y ambas se exigen disfrutar como antes, lo cual debe ocurrir en un tiempo determinado. Por consecuencia, el orgasmo deja de sorprender y se escabulle, son otras las condiciones que dejan de fluir y habrá que tenerlas en cuenta. Al concentrarte de modo tan intenso pudieras repetir la actuación de los hombres que estuvieron antes.