A. D.: No la tomaba en serio y nunca le demostré que sí me gustaba mucho. Ella me soportó innumerables acciones. Pero me fue infiel hace dos meses y no tuve valor para renunciar a quien me ha despertado emociones tan intensas. Cuando le hago el amor exploto en una descontrolada pasión y su compañía también me es superagradable. Nunca me había sentido así con nadie, pero jamás se lo comenté. El problema es que no puedo dejar de pensar en lo ocurrido y sufro mucho sin poder confiar en ella, aunque sigue mostrándose enamorada de mí. Esta situación está acabando conmigo en silencio. Tengo 26 años.
Cuando esa emoción intensa es despertada por una mujer, se pone en juego algo muy íntimo de ese hombre. Pero también mortifica a quien tendrá que tomar partido más de una vez y volver a elegirla a pesar de los pesares, o perderse ese goce especial que con ella disfruta.
Suele resultar muy difícil aceptar ese deseo, porque pone de relieve nuestra vulnerabilidad y carencia, contradice normas e ideales establecidos y nos lleva a lazos también complejos. De modo que si antes fue fácil aparentar indiferencia, ahora estás obligado a asumir esa pasión que ella te despierta, como solo lo hace una mujer cada vez y pocas en la vida.
No te está acabando la situación, sino el exceso de pensamiento. Te resistes a aceptar que hace tiempo ya una parte de ti eligió. Ahora tendrás que estar a la altura de tu deseo, que no es más que aceptar lo que sucede contigo cuando vas a su encuentro. Antes y ahora te defiendes buscando pretextos para no entregarte a esa pasión que hace a esta mujer exclusiva para ti. La elección no es tanto de una mujer, como de ti mismo como ser que ama.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica