R. A.: Llevaba con mi novio cuatro años y cuatro meses. Él es muy desconfiado y orgulloso. Yo nunca le demostré que lo quería. Cuando comencé a trabajar por primera vez empezaron nuestros conflictos y discusiones, porque no creía en mí. Ahora llevamos dos meses separados y quisiera correr hacia él, pero no sé si me quiera todavía. Él terminó la relación por desconfianza, pues nunca le di seguridad. A veces pienso que el amor no existe para mí, por tantos obstáculos que me pone en el camino. Yo sé que me quería porque lo demostraba por pequeños momentos. Mis amistades me critican por quererlo todavía y dicen que si me hubiese amado ya hubiera venido a conversar conmigo. Necesito que me aconsejen, pues ya no sé qué hacer ni a quién acudir.
Si sigues acudiendo a otras personas para que te digan qué hacer terminarás confundida, porque no todos coinciden. Al fin, tendrás que actuar según tus referentes.
Ahora deseas correr a darle la confianza que antes le negaste y ver si te regala otro de esos momentos de demostración amorosa que solo tú sabes percibir. El problema es que no existe una buena decisión para todos, ni para todos los momentos. Cada instante requiere su actuación más genuina, deseada o llevadera según nuestras circunstancias subjetivas y objetivas. Al final eres tú quien sabe lo que sientes y viviste con él; eres la más indicada para ir actuando hasta encontrar la manera de aliviar la confusión que ahora te atormenta.
El camino del amor está plagado de obstáculos, cuya función es probar el deseo de sus candidatos. Llegan al final los que apuestan, creen y crean sus maneras muy singulares de andar.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica y psicoanalista