Y. B.: Hace ocho meses estoy con una muchacha que dejó al marido para estar conmigo, sin embargo, las cosas no han ido como yo quisiera porque siguen conversando por cualquier motivo. Ella me jura que no pasa nada más, pero lo quiere mucho y aunque no se siente como antes conmigo en la cama, me ama. Entiendo que se separaron prácticamente por mí, pero discutimos porque eso está mal. A veces no sé qué hacer; no quiero perder a la mujer que más he amado. Tengo 23 años y ella va a cumplir 21.
Al parecer disfruta más ser esa otra mujer en una posición diferente a la de novia o esposa, que no le place del todo. El lugar donde se sentía por ti aquellos cinco meses primeros de romance parece haberse desplazado. Accederá a tu propuesta de amor si algo de su chispa inicial se mantiene y aviva su deseo.
Es usual que a las mujeres les guste sentirse «otras». No es fortuito que inviertan tantos recursos en peluquería, vestuario y todo aquello válido para devenir distinta ante sus ojos y los de los demás. Tal vez ella alcance algo de esta diferencia al encontrarse con quien no es su pareja oficial.
Por otra parte, es comprensible ese proceso de cambio que todavía no se estabiliza. Sin embargo, no todo se debe a la coyuntura actual. En todo lazo resta algo de insatisfacción que nos llama a buscar alternativas, pero se encuentran si al mismo tiempo se alcanza alguna gratificación esencial.
Vale que te preguntes cómo actuar en lo adelante. Tu respuesta deberás construirla siendo fiel a lo que sientes, tratando de entender qué podría significar que elijas justamente a la mujer que se resiste a ser del todo tuya, qué podría estar esto diciendo de ti mismo, de tus modos de satisfacerte.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica y psicoanalista