U. J.: Hace cinco meses conocí a la joven con quien me casé a los dos meses. La relación marchaba, aunque ella es mucho menos expresiva y no se desahoga fácilmente. Prácticamente tengo que sacarle las cosas de la boca o imaginarme lo que está pensando. De repente nos separamos porque no se siente bien. Según su mamá, es a causa de la convivencia con mi familia. Desde entonces, unos días me dice que me quiere y otros pide tiempo por no saber qué siente o quiere hacer. Realmente no sé qué pensar ni cómo arreglar mi vida. Quisiera entender si lo que le sucede es propio de su edad, si el conflicto familiar la puede haber afectado tanto, si puede una persona experimentar cambios así, qué esperar, de qué forma pudiera ayudarla. Siento que me quiere y yo también me enamoré. Ella tiene 18 años y yo 29.
El malestar no siempre es señal de desamor, aunque sí de contradicciones propias de amantes. Ella es menos expresiva, pero no está dispuesta a sucumbir a las circunstancias. Por eso tendrá que enlazar palabras a su sentir.
No todo puedes adivinarlo. Algo no ha funcionado hasta ahora —al menos para ella— y, en consecuencia, deben detenerse a dialogar sobre sus sentimientos, ideas, expectativas, etc. Además, ir paso a paso en la consolidación de su relación.
El hecho de que se hayan casado tan pronto indica lo revelador que ha sido su encuentro. No obstante, resulta necesario más tiempo para construir el tipo de relación que desean, donde las particularidades de ambos sean contempladas.
Aunque el amor es mágico, su poder no deshace los malestares propios del encuentro de dos, esos mismos que en ocasiones nos hacen dudar del sentimiento amoroso, a pesar de su autenticidad. Malestares con los que tendrán que aprender a arreglárselas para seguir adelante.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica y psicoanalista