Y.R.: Hace dos meses terminé una relación de siete años de la cual tengo una niña de dos años. Se habían perdido el cariño y la atención, caímos en la monotonía con muchas discusiones. Ahora estoy con una muchacha de 29 años y me siento recuperado. Me he enamorado, pero yo soy una persona a quien le gusta construir y pensar en el futuro mientras ella prefiere vivir el momento, aunque me manifiesta que quisiera casarse conmigo. ¿Sería apresurado casarnos ahora? ¿Cree usted que se siente bien conmigo? ¿Acaso no me quiere para su futuro? Yo le digo todo el tiempo de mi amor por ella. Tengo 24 años.
Claro que podrías casarte si lo deseas profundamente, pero tal vez debas esperar a esclarecer algunas de tus dudas antes de tomar una determinación.
No es difícil enamorarse al salir de una crisis matrimonial de cuyo malestar perenne suele culparse a los otros o a las circunstancias. Pero el enamoramiento no es amor: su fragilidad es grande y crece con las dudas. Cuando te enamoras construyes un futuro imaginario con esa persona que tienes ante ti. Luego, cuando lo real de la vida y de esa otra persona emerge, confrontas la verdadera determinación de apostar por el amor o romper el vínculo y su idilio.
Ahora tienes la oportunidad de analizar cómo contribuiste a la ruptura de tu matrimonio, pues sin darte cuenta podrías estar cometiendo los mismos errores. En cada fracaso amoroso hay un poco de nuestros actos, de nuestra historia y de esa que construimos desde el primer día de la relación. Observa entonces cuánto podrías estar repitiendo hoy para bien o para mal de tu futuro.
Mariela Rodríguez Méndez. Máster en Psicología Clínica. Psicoanalista