C.A.: Amo a mi esposa profundamente y quiero estar junto a ella hasta el fin de mis días. Hace casi dos años ella padece una enfermedad que según los médicos es curable. Su autoestima se ha deteriorado, bajó mucho de peso, descuida su imagen porque se siente mal y ve que su padecimiento no acaba. Con su mejoría hemos tratado de tener relaciones íntimas y he descubierto que perdí parte de la pasión que sentía, o ella parte de su sensualidad. No sé si tanto cuidado intensivo me hace verla de otra forma, pero sé que la amo y quiero recuperar esa magia. A pesar de nuestra confianza temo decirle lo que me pasa y herirla, o que termine la relación creyendo que es una carga para mí. Quiero que ambos seamos felices. ¿Qué hago?
Es momento de recomenzar poco a poco hasta reencontrar el punto de satisfacción. Cada instante de placer cuenta para la salud de ambos y de la pareja. Cada hallazgo erótico podría ayudar a que ella se sienta mejor como mujer y usted menos extenuado, menos cuidador. Sería bueno indagar con su médico sobre las libertades que como pareja se pueden dar para ir saliendo de los límites de esos roles de cuidador y enferma.
Una enfermedad prolongada es una situación de crisis para todos los implicados. No hay que alarmarse demasiado si al recomenzar sus encuentros íntimos no se sienten igual que antes. Forma parte del proceso. Parte de la recuperación es volver a hablar de fantasías, deseos, preferencias en las nuevas circunstancias. Ya encontraron la oportunidad de reencontrarse físicamente. Falta el reencuentro subjetivo de los amantes, cómplices de un goce que los hace únicos.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Psicología Clínica y psicoanalista