Una lectora histerectomizada escribe alarmada a propósito del vaticinio de sus amigas sobre el fin de su vida sexual
El cambio es inevitable.
El progreso es opcional.
Tony Robbins
Una lectora histerectomizada escribe alarmada a propósito del vaticinio de sus amigas sobre el fin de su vida sexual: «Sin ovarios no hay estrógenos y las relaciones son muy dolorosas», le han dicho, y la jerga médica en internet la confunde más.
Para su tranquilidad, y la de muchísimas mujeres en similar situación, puedo afirmarles que no es absoluto ese correlato entre menopausia y problemas coitales. Al menos no es causa suficiente, porque millones de mujeres tienen una vida sexual satisfactoria, lubrican, gozan de la penetración, tienen orgasmos y eyaculan, para delicia propia y de su pareja.
Sin negar el rol de los estrógenos, también es importante sopesar la autoestima, el sentirse bien con la otra persona, el debate interior entre fantasías y prejuicios, el estilo de vida y los fantasmas mentales que restringen la capacidad de respuesta. El placer es un fenómeno natural para el que nuestro organismo suele encontrar caminos.
El estrógeno es una hormona que se sintetiza a partir del colesterol (una molécula de grasa). No existe un único tipo, aunque el más abundante en el período fértil es el Estradiol (E2), hay al menos otros tres muy activos durante el embarazo.
Como su producción más abundante es en los ovarios, se le considera un «ingrediente» femenino. Pero hay mucha evidencia científica de que también se sintetiza en tejidos grasos, huesos, piel, hígado y la glándula suprarrenal, incluso en los testículos. Por tanto, está presente en cuerpos de hombres, mujeres y personas transgénero a cualquier edad.
La función de esta hormona es «comunicar»: las células tienen receptores de estrógeno, y al contacto con este mensajero se activan o desactivan ciertas funciones celulares. Entre las más conocidas están regular el ciclo menstrual y el embarazo, propiciar características sexuales secundarias (crecimiento de las mamas y distribución del vello, por ejemplo) y que la vagina esté apta para la cópula. Menos conocido, pero igual de significativo, es su impacto en la salud ósea y el funcionamiento del cerebro.
Parte de la humedad vaginal proviene de fluidos cervicales, cuya consistencia cambia a lo largo del ciclo menstrual y desaparece con la histerectomía. El resto lo producen las mucosas de las paredes, y la eyaculación desde la vejiga.
Alrededor de la ovulación hay más estradiol y puede darse un incremento en la libido y en esa humedad. Por eso se presupone que al terminar la vida reproductiva el deseo y disposición deben bajar, pero somos seres sentipensantes, no solo maquinas biológicas programadas automáticamente, y el cerebro puede manejar su distribución de hormonas para un acto placentero.
Como nuestras hormonas están en permanente fluctuación, es difícil hablar de un nivel promedio de Estradiol a lo largo de la vida. Además de la genética influyen los alimentos, el uso de anticonceptivos, las relaciones sociales, el entorno en que vives, tu ocupación laboral…
Antes de la pubertad y desde la perimenopausia los niveles son más bajos. En la primera etapa porque los folículos que darán lugar a óvulos aún no están maduros, y en la segunda porque apenas quedan óvulos (nacemos con una cantidad prefijada, a diferencia de los espermatozoides).
Casi la mitad de las mujeres que participaron en varios estudios reportaron que cuando estaban cerca de la regla (fase de menos producción de estrógenos) su temperatura se elevaba ligeramente y su piel era más sensible a las caricias, aunque la libido no fuera tan alta. Igual pasa a las menopaúsicas cuando se sienten deseadas.
También se reportan síntomas de malestar premenstrual y migrañas cuando bajan las hormonas, pero en muchos casos coinciden con etapas de excesivo estrés familiar y laboral, o con cierto grado de crisis en la pareja.
Tras varias décadas de experimentar cambios en cada ciclo (aún sin ser conscientes, los manifestamos), nuestros cuerpos resienten esa linealidad final en la producción de hormonas, que tiene otras consecuencias de cuidado, por ejemplo, el incremento de la osteoporosis.
En el caso de la vagina, sus paredes pierden grosor y humedad, lo cual puede llevar a una atrofia que resulta dolorosa si se intenta el coito sin estimularla o al menos usar lubricantes.
Afortunadamente existen terapias de remplazo hormonal y se investiga la pertinencia de usar más alimentos ricos en fitoestrógenos (de origen vegetal). Pero no es algo que se improvise o copie de internet: lo que puede ser bueno para una mujer tal vez otras no lo necesiten.
Lo que sí es favorable a todas es una buena actitud hacia el cuerpo desde que somos jóvenes, ritmos saludables de ejercicio y descanso (físico y mental) y aceptar cada etapa como un logro, porque significan que seguimos vivas para disfrutar.
Como siempre decimos, la menopausia (natural o quirúrgica) puede manejarse como una nueva inversión: cerraste tu fábrica de niños, pero puedes reabrir un fascinante parque de diversiones. Ganas y tecnología no te van a faltar.