Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Violencia intrafamiliar en la mira

Proteger a las víctimas de las múltiples expresiones de intimidación es prioridad para el Estado cubano

 

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

Leo tiene 32 años y convive con muchos miedos. Esquiva los bullicios, las situaciones de tensión y prefiere callar cuando tropieza con opiniones encontradas. «No me gustan los problemas», murmura mientras regresa a aquellos días en que desde debajo de la cama veía cómo su tío «sostenía» las riendas de la casa.

Fue testigo de gritos, golpes, rotura de muebles. Solo él podía alzar la voz y opinar: «Cuando no se hacía lo que decía, hasta yo cogía lo mío», alega.

Leo se hace muchas preguntas ante sus miedos. Ha leído y hasta ha buscado ayuda especializada para despojarse de las huellas de su otrora hogar, donde actitudes y comportamientos de abuso —con carácter sistémico— campeaban.

Sabe que lo vivido en su niñez tiene nombre: violencia intrafamiliar, un problema de salud pública capaz de ocasionar significativas consecuencias a quienes viven con esa atmósfera cerca, porque obstaculiza el normal desarrollo y la paz.

Son expresiones de discriminación y ejercicios de poder propios de la ideología patriarcal, la misma que desde hace siglos conduce el actuar y pensar en el contexto nacional, donde los hombres suelen ser epicentro de las actividades.

Incluso ellos pueden ser víctimas —aunque las estadísticas refieren números inferiores— cuando rompen con las normas de la heteronormatividad y el machismo; pero las mujeres y los menores de edad resultan, históricamente, las poblaciones más vulnerables.

Estas resultan actitudes herederas de un proceso cultural resultante de formaciones cíclicas de conductas muy nocivas para los seres humanos. La propia estructuración patriarcal de la familia ha generado que sea esa, justamente, una de las instituciones sociales más violentas, por ocurrir en su interior relaciones de poder asimétricas, ya sea por género o generación.

Sustentada en estereotipos sexistas, la violencia de género —asentada en la desigualdad de poder entre el hombre y la mujer, según la cultura patriarcal— encuentra aún fuerte arraigo en el interior de las familias cubanas. Sus manifestaciones, como todo acto de discriminación, son diversas: física, sicológica, sexual, moral, simbólica, económica… Centurias de reproducción mantienen anclados en pleno siglo XXI estereotipos y roles que coartan el disfrute de los derechos y el bienestar integral de las personas.

Todo cambia

Ante realidades en las que el irrespeto y la sumisión toman la palabra, Cuba apuesta por apuntalarse desde todas las áreas, incluida la jurídica, para garantizar el ejercicio de derechos a esa masa plural, diversa y en constante evolución que la sostiene.

Esa máxima impulsó la elaboración y aprobación con más de un 86 por ciento de la Constitución de 2019, que de manera general amplía el reconocimiento de los derechos de la ciudadanía e incluye cuestiones importantes en lo referido a las múltiples expresiones de violencia. Por su propia naturaleza como ley de leyes, no particulariza en estos aspectos.

De ahí que sea prioridad para el Estado elaborar nuevas disposiciones jurídicas y modificar otras, atemperadas a los postulados constitucionales. Por ejemplo, el futuro Código de las Familias busca marcar pautas novedosas, inclusivas y a tono con el contexto cubano actual, y con lo más relevante en materia de derecho familiar a nivel internacional.

En el capítulo dedicado a la violencia familiar confirma los principios fundamentales de pluralidad familiar, inclusión y afecto como sustento base de cualquier relación, condena la violencia y propone acciones concretas para disuadir a quienes se creen en la potestad de seguir usando de ella.

Pero junto con las normas jurídicas urge accionar con estrategias efectivas para renovar resortes sociales, culturales y educativos. Está demostrado científicamente que es posible prevenir y disminuir los efectos de esa violencia.

La protección estatal y la construcción de estilos de vida que respondan a una educación con perspectiva de género, capaz de transformar estereotipos y fomentar convivencias y relaciones de respeto y paz, precisan tomar definitivamente la palabra.

El reto es inmenso: asumir y transformar la violencia intrafamiliar y de género como fenómenos sociales. Solo así Leo y otras muchas personas dejarán de ser víctimas o victimarios de sus propias ideas, conceptos y acciones.

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