Las nuevas generaciones nacen con disposición para superarnos de forma admirable, y es bueno que el fuego del Olimpo arda, sin discriminar, en todos los corazones
Querer ser otra persona es un desperdicio de la persona que eres.
Marilyn Monroe
Si algo distingue a las competencias olímpicas, es su carácter exhibicionista. Más que a ganar a sus rivales, cualquiera sea el deporte, cada atleta sale a demostrar cuán lejos podemos llegar en la vida cuando nos proponemos romper los límites que alguien puso antes y parecían inamovibles.
En ese espíritu, también se baten récords desde las gradas, como prueba la foto del clavadista británico Tom Daley, nuevo campeón olímpico, tejiendo muy concentrado mientras sus coterráneas compiten en el Centro Acuático.
La imagen es icónica porque confirma otro desafío vencido en estos Juegos, históricos desde su nacimiento por muchísimas razones: Tokyo 2020 es la primera olimpiada en la que compiten abiertamente al menos 130 personas con orientación erótica homosexual o bisexual, o identidad no binaria, y una trans.
Daley declaró: «Soy gay y campeón olímpico», para demostrar que no son cualidades incompatibles, como se ha pretendido imponer como tabú por demasiado tiempo en el deporte moderno. Y lo de tejer no es solo un hobby: su fama y su activismo en Instagram le permite vender esas piezas y donar recursos a refugios para chicos gays sin familia propia que les dé amor y respeto. El oro no se le subió a la cabeza porque ya lo traía en el corazón.
Estos son sus terceros Juegos Olímpicos y los segundos en que viene abiertamente como homosexual, una actitud que inspira a más atletas a despojarse del miedo a mostrar quiénes son ante las cámaras del mundo. Una tensión menos para sus cuerpos en competencia y sus mentes, pendientes además de la pandemia.
«Cuando era más joven siempre me sentí como el que estaba solo y diferente y no encajaba. Había algo en mí que nunca iba a ser tan bueno como la sociedad quería que fuera», dijo al diario The Guardian. «Espero que cualquier joven LGBT pueda ver que no importa cuán solo se sienta ahora. No está solo. Puedes lograr cualquier cosa».
Tokio 2020 no es el primer paso, pero sí el más contundente en eso de sacar el deporte del closet de los prejuicios sexuales. La revista deportiva Outsports asegura que en los Juegos de Londres 2012 participaron 23 atletas autodeclarados fuera de los cánones heteronormativos; y en Río 2016 fueron 56.
La cita nipona casi triplica la cifra con deportistas de 25 países. Por mencionar lo más significativo: de Estados Unidos hay 30 y de Reino Unido 15. Hay 12 de Países Bajos y 11 de Canadá. Nueva Zelanda y Australia llevaron nueve cada uno, y Brasil siete. Y en esos datos no cuentan el personal técnico ni los atletas paralímpicos que vendrán después.
Están en deportes tan variados como natación, basquetbol, canoa, equitación, hockey, golf, esgrima, judo, handball, remo, rugby, ciclismo, buceo, box, estilo libre BMX, futbol, softbol, tennis, atletismo, taekwondo, lucha y voleibol. A simple vista se perciben figuras con identidades no binarias, o sea, que rompen la típica expectativa de lo femenino y lo masculino construida culturalmente.
Y si de desafiar estereotipos se trata, una que lo hace de manera contundente es la neozelandesa Laurel Hubbard, de 43 años, primera trans que compite, y lo hace en levantamiento de pesas. Inscrita como varón al nacer, en 2013 terminó su proceso de transición física y legal. Su caso ha levantado fuertes polémicas, pero sus niveles de hormonas cumplen los requisitos internacionales para competir con mujeres en ese deporte, de por sí controversial por razones de género.
Hubbard no logró medalla, pero igual se mostró feliz de estar en competencia, y ante la prensa agradeció al Comité Olímpico Internacional por reafirmar su compromiso con los principios del Olimpismo y dejar bien claro «que el deporte es algo para todas las personas, que es inclusivo y accesible».
Por ahora, las personas trans que toman el deporte en plan competitivo se enfrentan a quejas de quienes consideran que los genes, el peso de los huesos o el desarrollo puberal les dan ciertas ventajas biológicas, sobre todo si compiten con mujeres. Lo curioso es que muchas de esas deportistas o sus antecesoras enfrentaron similar resistencia para abrirse paso en deportes que se consideraban muy masculinos, y demostraron que podían dar un espectáculo igual de honroso y emocionante para el público, algo que pudiera decirse también de las competencias paralímpicas.
Ya lo dijimos: si en algún área la sociedad aplaude rauda a quien deja atrás marcas obsoletas, es en la deportiva. Las nuevas generaciones nacen con disposición física y mental para superarnos de forma admirable, y es bueno que el fuego del Olimpo arda, sin discriminar, en todos los corazones.