Es importante aprender a manejar la información sobre delitos sexuales que suceden en la calle o en otras familias y trascienden las redes virtuales, porque lo que comienza como un desahogo o denuncia visceral puede derivar en revictimización de las personas implicadas, o en manipulación mediática
Mi dolor puede ser la razón de la risa de alguien, pero mi risa nunca debe ser la razón del dolor de alguien.
Charles Chaplin
Una lectora de 15 años nos contacta angustiada que no sabe detener el acoso de un hombre que tiene «tomadas» todas sus redes sociales. «En mala hora le acepté amistad en Facebook. Como es el papá de un amigo de la escuela no pensé que fuera tan intenso».
El hombre empezó elogiándola y dándole consejos. Luego le recargó la cuenta «en gesto de amistad», y ahora se declara su «dueño virtual» y le exige dejar al novio y no aceptar amistad de otros hombres de ninguna edad. Si no obedece hará públicas unas fotos que ella nunca se hizo, pero él montó su rostro en otro cuerpo, y en lo que se aclara la verdad perderá al novio, su prestigio y la confianza de su familia.
Aún no se atreve a contarlo por miedo a la reacción: «Mi mamá me quitaría el móvil y mi papá no le deja un hueso sano a ese tipo», asegura. Pero sabe que así no puede seguir: gracias a la campaña Evoluciona se reconoce como víctima de ciberacoso, delito que no aparece en el Código Penal y no sabe qué hacer.
Sin ser explícitamente descritas en la ley, esas conductas pueden ser sancionadas con fuertes multas y/o varios años de privación de libertad si el tribunal decide interpretarlas como ultraje sexual, difamación o atentado contra el normal desarrollo de la infancia. O todas a la vez.
Para que eso suceda, cualquier adolescente en circunstancias parecidas debe acudir a la fiscalía con sus padres como representantes legales y denunciar, por su propio bien y el de quienes pueden caer en la misma trampa, si hay impunidad.
El primer paso entonces es que las familias funcionen como espacio seguro, también en el campo virtual, y además del equipamiento provean con recursos éticos, legales y técnicos a sus menores antes de ingresar al cibermundo con identidades propias y sepan eludir a esas figuras inescrupulosas.
Del mismo modo, es importante aprender a manejar la información sobre delitos sexuales que suceden en la calle o en otras familias y trascienden las redes virtuales, porque lo que comienza como un desahogo o denuncia visceral puede derivar en revictimización de las personas implicadas, o en manipulación mediática que exacerbe posturas machistas, como decir que la mejor manera de evitar una violación es no dejar a las muchachas salir solas ni usar ropa «provocativa».
Insultos, humillaciones, amenazas, incitaciones a cometer femicidios son algunas de las manifestaciones de violencia de género más habituales en las redes sociales, casi siempre agravadas porque esa imagen, mensaje ofensivo o contenido íntimo divulgado sin consentimiento, puede ser visto, comentado y compartido miles de veces en cuestión de segundos; y sin mecanismos eficientes para exigir o garantizar el retiro de la información, las víctimas se ven obligadas a lidiar con la culpa, el sufrimiento y el aislamiento por tiempo indefinido.
Así lo resume la colega Dixie Edith en una entrevista realizada para el servicio de noticias SemLac a la también periodista Lisandra Chaveco, feminista y activista de la campaña Evoluciona, sobre la revictimización de las mujeres en los nuevos escenarios de las TICS y el modo en que trasciende la divulgación de un hecho concreto de violencia para cuestionar los derechos de las mujeres en general.
Ambas coinciden en que esa violencia (sextorsión, ciberacoso, acecho virtual, amenazas, escarnio, ciberbullying) tienen como origen la misma construcción social, histórica y cultural de la desigualdad entre lo femenino y lo masculino.
En Cuba, Facebook sigue siendo la red social más popular y uno de los escenarios de mayor virulencia, pero también nos consta el acoso en grupos de WathsApp y en Twitter, este último un espacio «que se distingue por el activismo político y la presencia significativa de hombres con posturas neomachistas y conservadoras, que cuestionan e intentan minimizar las luchas por los derechos de las mujeres», asegura Chaveco.
Curiosamente, entre los polemistas extremos contra las mujeres sobresalen jóvenes entre 20 y 30 años, mientras que los acosadores más íntimos y solapados tienen un rango más amplio de edades, incluyendo adolescentes.
La reacción de la persona violentada varía según su edad y capacidades, pero es clave no responder al chantaje ni seguir el hilo de la humillación, buscar apoyo en la familia y otras personas informadas, denunciar al hostigador y hacerse eco de iniciativas comunicativas que contribuyan al desmontaje de los imaginarios y creencias machistas que sustentan esa práctica, explica también Ania Terrero, joven periodista y feminista.
Aún sin ser víctima, tú puedes parar ese mal no haciéndote eco de chistes, memes, videoclips o debates insidiosos que humillen a mujeres, ya sea en abstracto o a personas conocidas y/o famosas. La violencia virtual duele, y si compartes en tu muro esa «bofetada», eres partícipe también.