X.Y.: Hace dos años conocí a una mujer joven igual que yo. Creí que nos enamoramos uno del otro e hicimos muchos planes, incluso casarnos. Dos años después me dejó por otro hombre. Pasaron cinco meses. Nos vimos en la calle y ella me buscó. Empezamos a vernos, pero sigue con esa persona. No sé qué hacer porque mis sentimientos dicen una cosa, mientras la razón y la realidad otra. Mis amigos aseguran que no merezco esto. Me gusta estar con ella. Soy un hombre de 25 años de edad.
Ella definió que no quería aquel vínculo con planes de matrimonio y demás. Sin embargo, cuando vuelve a buscarte, deja entender que sí quiere esa intimidad erótica que pueden tener en esos encuentros furtivos. Ella «estima» esta complicidad entre ustedes; no así aquel compromiso.
Por consecuencia, decidiste disfrutar de estos momentos mientras te guste «estar con ella». Este parece ser el contrato actual, mientras desconocemos las razones por las cuales ella elige el compromiso con aquel.
No estás obligado a prescindir de estos encuentros si te hacen sentir bien. Tampoco nos cuentas razones para suponer que esta situación vaya a cambiar. En lo sucesivo, irás guiándote por tu sentir y a partir de ahí, sabrás cuál decisión es la mejor para ti, más allá de los ideales de merecimiento. Lo importante es advertir los límites definidos, que excluyen planes y compromisos para este vínculo.
Nada niega otras posibilidades para el futuro. Pero por ahora, si tenemos en cuenta tu actuar, reconocemos que has elegido en función de lo que dicen tus sentimientos. Parecen ser hoy más significativos que aquellos razonamientos que te obligarían a prescindir de estos encuentros. El reto está en aceptar que es esto lo preferido por ti en la actualidad.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología Clínica
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