R. R.: Creo poco en que exista el amor, aunque estoy seguro de que amo a mi novia. Llevábamos seis meses. Tuvimos varias discusiones y también muy buenos momentos. Me causa gran desconcierto que quien estuvo a mi lado, entregándose con un placer intenso, pudiera ser capaz en apenas semanas de entregarse a otra persona. Hace unos días me está buscando e insiste en hablar conmigo. Según dicen, está arrepentida. No me saco de la cabeza la idea de que todo lo que viví con ella haya sido mentira. Sin embargo, confieso que he llegado a sentir con esta chica cosas nuevas y espero no estar equivocado: siento que la amo.
Te debates entre consentir a tu amor o a la razón de que debes olvidarte de ella por lo que ha hecho. La mejor opción es la que te haga sentir más coherente en cada instante: ninguna tiene que ser eterna si no la deseas, porque decidir es un proceso tan largo como necesites para sentir coherencia con lo elegido.
Preguntas por qué el «deber» olvidar no logra enlazarse con lo que sientes con mayor fuerza. No parece que ahora quieras respetar un deber si no logra opacar la intensidad de tu sentimiento. La cuestión no parece radicar en lo que ella merezca, sino en lo que mereces tú y quieres regalarte. Lo difícil parece ser aceptar que quieres perdonarla y amarla pese a todo. Lo difícil parece ser consentirse el derecho de apostar por el riesgo con silueta de imposible.
No es incoherente que a pesar de lo que ella ha hecho creas amarla. El amor es una apuesta al más allá de lo tangible. Es «dar lo que no se tiene a alguien que no es», decía J. Lacan, psicoanalista francés. Amar no implica juego de ganancias, certezas o conveniencias. Pero hay que tener incluso más coraje para consentir a eso.
Por ahora solo se trata de escuchar: lo que ella dirá, lo que sentirás.
Mariela Rodríguez Méndez. Máster en Psicología Clínica y psicoanalista