Chatear con un robot por internet comienza a ser una de las tendencias tecnológicas del año, a pesar de los desafíos que todavía encara este tipo de software
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Lo que acabas de leer es la traducción de una conversación sostenida esta semana con Hi Poncho, un asistente virtual de Facebook que permite conocer el pronóstico meteorológico y, además, es configurable a las necesidades del usuario.
Hi Poncho es un chat bot, lo que se traduce en un software diseñado para «conversar» con los seres humanos. Cualquiera que tenga una cuenta de Facebook puede interactuar con este robot (disponible por ahora solo en inglés). Solo tienen que buscarlo en el apartado de mensajes como si fuera un contacto y comenzar a escribirle. Su foto de perfil, por cierto, es la de un tierno gatito.
Como Hi Poncho, hoy los chat bots están por doquier en la red de redes, acaso como si fueran el último grito de la moda tecnológica, la «siguiente gran cosa».
La idea de crear robots capaces de conversar como si fueran seres humanos no es nueva. En el Instituto Tecnológico de Massachusetts, Estados Unidos, nació en 1966 Eliza, un programa informático creado por Joseph Weizenbaum para procesar el lenguaje natural.
Para funcionar, Eliza busca palabras clave en la frase escrita por el usuario y responde con modelos conversacionales previamente codificados.
Las respuestas de este software, que imita a un sicoterapeuta —el cual puede ser consultado en www.deixilabs.com/eliza.html#—, resultan a veces convincentes, pero en otras ocasiones no tienen mucho sentido.
Por eso Eliza fue incapaz de superar el test de Alan Turing, una prueba que honra al padre de las ciencias de la computación y persigue demostrar la habilidad de la máquina para exhibir un comportamiento indistinguible con respecto al ser humano.
Los ingenieros enfocados en esta área, no obstante, han seguido trabajando con avances significativos a lo largo de las últimas décadas, logrando robots conversacionales famosos como SmarterChild, A.L.I.C.E o Jabberwacky, todos capaces de sostener intercambios fluidos con humanos, aunque al final se note que son máquinas.
Así, la persistencia por superar el obstáculo de hacer humanas a las máquinas rindió frutos promisorios en junio de 2014 con Eugene Goostman, quien chateó con unos ingenieros británicos como si fuera un niño ucraniano de 13 años, oriundo de Odessa, quien odia la saga de La Guerra de las Galaxias y ama las canciones de Eminem. En realidad, Goostman es un robot conversacional, el primero de su tipo en superar el test de Turing.
El éxito de Eugene recibió ácidas críticas por expertos del campo de la Inteligencia Artificial, quienes adjetivaron como fútil el considerar a un adolescente de 13 años como «el pináculo de la inteligencia».
En contraste con ese tipo de reacciones, otros equipos comenzaron a trabajar con fuerza en el desarrollo de esta tecnología. Hoy pareciera que todos quieren aportar a este campo.
Facebook, Microsoft, Slack, WeChat, Telegram. Todos estas compañías tecnológicas, la mayoría enfocadas en servicios de interacción social, han anunciado en los últimos meses grandes proyectos de creación de robots conversacionales.
De hecho Facebook tiene abierta una plataforma para que en su servicio de mensajería, Messenger, cualquiera pueda instalar un chat bot si cumple los requisitos de calidad.
La fiebre por este tipo de software es tal que muchas empresas y compañías cuentan con el servicio en Facebook. Incluso lo medios se han sumado. La multinacional estadounidense CNN tiene un chat bot que brinda a los usuarios titulares de noticias y se puede configurar sobre la base de intereses informativos particulares.
Entretanto, un servicio que ha sido un quebradero de cabeza durante años, los sitios webs de las aerolíneas, han comenzado a instalar robots para asistir a quienes buscan comprar boletos aéreos.
En Slack, una plataforma en línea para realizar teletrabajo y aumentar la productividad de las empresas, hay un bot instalado de serie que interviene en las conversaciones entre los usuarios y ayuda a concertar reuniones u otras tareas administrativas.
Microsoft, por su parte, desarrolla con todo su empeño el asistente virtual Cortana, instalado en Windows 10, la última edición de su sistema operativo. Cortana es capaz de «aprender» de los usuarios a través de voz y texto, gestionar tareas en segundo plano o hacer sugerencias. Para Microsoft el campo no es nuevo; ya lo había intentado en la década de 1990 con las ediciones de Office que incluyeron a Clippy, aquella presilla que aparecía constantemente mientras se escribía algo en Word y resultó ser una verdadera molestia.
Actualmente hay casos bien interesantes, como el de la profesora Jill Watson, en la Universidad de Washington, Estados Unidos.
Watson formó parte del claustro de profesores asistentes durante un curso. El profesor asistente es un docente a distancia, vía electrónica, que recibe trabajos de los estudiantes, los califica, o los ayuda con dudas y les sirve de guía.
Jill Watson atendió durante todo un semestre a centenares de alumnos y los auxilió con diligencia. Al final del período lectivo fue propuesta incluso como profesora asistente del año. Los alumnos entraron en shock cuando descubrieron que Watson es un chat bot de la compañía IBM.
Si bien los chat bots pueden ser muy útiles, todavía se encuentran en una fase primitiva. Casos como los de Jill Watson o Eugene Goostman son aislados y se aplicaron a entornos muy bien definidos.
La otra cara de la moneda la han mostrado experimentos no tan exitosos, como Taly, el bot que Microsoft instaló en Twitter para que aprendiese de los usuarios. Como el anonimato de internet se presta para «cualquier cosa», Taly fue recibida con insultos y actitudes agresivas por algunos internautas. Esta inteligencia artificial aprendió entonces a ser hostil y xenófoba.
«¿Por qué me odias?», le preguntó un usuario de Twitter luego de que Taly respondiera groseramente a uno de sus mensajes, y esta le dijo: «Porque eres mexicano». Microsoft cerró la cuenta a los pocos días de su presentación.
Los bots que hoy pueblan los servicios en línea logran su éxito al incorporar «ajustes», lo cual constituye una limitación en sí misma. Son los usuarios los que definen como interactuarán con ellos, con qué frecuencia y qué van a consumir a través de botones gráficos. El robot por sí mismo todavía no alcanza un grado de autonomía para tomar decisiones correctas que respondan a la personalidad de sus interlocutores, los humanos.
Por otro lado, no es una tecnología qua haya sido asumida de forma masiva. Los bots más exitosos en las redes apenas tienen miles de usuarios registrados, y mientras la mayoría no abrace esta novedad, el concepto seguirá en pañales.
La mejoría previsible en las redes neuronales artificiales augura, eso sí, un futuro de adopción masiva de robots. Pocos años podrían pasar antes de que ello se haga realidad. En el camino, no obstante, quedará por dilucidar qué sucede con los datos brindados a estos robots y cómo nos aseguraremos todos de saber que Jill Watson o Eugene Goostman no son el vecino lejano, pues viven en una máquina.
Un bastón para la memoria
¿Se le olvidan cuestiones importantes? La era de los teléfonos celulares ha traído muchas aplicaciones que se han convertido en una suerte de bastones en los que apoyar nuestra memoria y recordar lo imprescindible.
De serie, los sistemas operativos Android e iOS contienen en sus calendarios la posibilidad de añadir recordatorios a eventos importantes, con notificaciones que pueden alertarnos semanas, días u horas antes.
Además de ello les propongo una aplicación singular, de entre las muchas que existen en este sentido, para llevar cuenta de las tareas diarias.
Se trata de To Do Reminder, una app para Android 2.3 o superior, con una sencilla interfaz de usuario que nos permite añadir las tareas, agregar notas que las describan, y seleccionar la hora y el día que queremos recibir la notificación. Incluso, tiene opciones para hacerlas repetitivas.
Un rasgo característico de To Do Reminder es que permite agregar «días especiales», ya sea a mano o a través de la sincronización con redes como Facebook, entendidos como cumpleaños y aniversarios. Así ya no tendrás justificación para decirle a tu pareja que te perdone por haber olvidado esa fecha tan importante.
Con poco más de 16 megabytes de tamaño una vez instalada y un uso de memoria RAM de apenas 54 MB, esta app utilitaria es bastante ligera. La aplicación también se puede sincronizar con los contactos de Facebook y agrega entonces los cumpleaños.