Los dispositivos móviles tienen un sinnúmero de prestaciones que muchas veces se ven empañadas por un factor común: la autonomía de sus baterías
Muchas veces sucede: cuando más necesitamos que un dispositivo portátil tenga energía, la batería lanza la alerta de que está a punto de agotarse y, para colmo, no hay ningún tomacorriente cerca que permita recargarla. ¿No le ha pasado alguna vez?
En un mundo donde la tendencia a la portabilidad tecnológica es cada vez mayor, las baterías de los equipos son una pieza clave para garantizar satisfacción y confiabilidad en los usuarios.
Celulares, tabletas y laptops se vuelven más cotidianos y superan en ventas a los ordenadores de escritorio, según la consultora tecnológica Gartner, una de las mayores autoridades mundiales del sector. Esta empresa predijo, por ejemplo, que para 2017 los dispositivos móviles superarían en un 70 por ciento a los ordenadores tradicionales en cuanto a cantidad. Y es que la portabilidad, unida a las prestaciones de estos equipos, los hacen cada vez más atractivos.
Empero, aunque la tecnología de procesamiento en los móviles ha avanzado a un ritmo vertiginoso y hoy muchos de ellos superan en potencia a no pocos ordenadores, acaso su «talón de Aquiles» sigue siendo la batería. Las prestaciones se incrementan, pero la energía resulta todavía insuficiente, cuanto más si el equipo está conectado a Internet y en constante uso.
Las baterías tienen una historia bien antigua. El 20 de marzo de 1800 Alessandro Volta anuncia al mundo su invento de la pila, que actualmente lleva su nombre, a la Royal Society de Londres, Reino Unido. Fue el primer paso en la creación de un equipo capaz de convertir la energía química almacenada en electricidad, y este ha transitado por una serie de combinaciones a través de los siglos subsiguientes para buscar más eficiencia.
Muchos de los logros alcanzados hace décadas todavía se usan, como las baterías de iones de litio, las alcalinas o las de níquel metal hidruro (NiMH), estas últimas muy comunes entre las pilas recargables.
Los equipos portátiles computacionales y de telefonía celular, que comenzaron a hacerse comunes en la década de 1980, emplean más las de iones de litio, debido a que además de ser recargables, son estables y duraderas. No obstante, todavía falta mucho camino por delante para que las baterías tengan un tiempo de autonomía significativo sin que eso implique reducir el brillo de la pantalla del equipo, apagar el transmisor inalámbrico o cualquier otra modificación para ahorrar energía.
¿Por qué se hace tan difícil? Son varios los factores en contra. Y uno de ellos tiene ver con la belleza. Sí, el diseño es un factor clave en este enredo.
Pensemos por un momento en la imagen del primer celular de la historia, conocido como modelo «ladrillo». El Motorola DynaTAC 8000X entró en comercialización en 1983, y tenía unas dimensiones de 33 centímetros de largo, cuatro de ancho y nueve de alto, con un peso cercano al kilogramo. La batería de este teléfono ofrecía media hora de tiempo de conversación y hasta ocho horas de tiempo de espera, y tardaba diez horas en cargarse.
Dos años antes el mundo había conocido la primera computadora portátil, la Epson HX-20. Con un tamaño similar al de una hoja en formato A4, este «ordenador» se asemejaba a una calculadora gigante y gozaba de una autonomía de hasta 50 horas de uso. Por supuesto, la pantalla apenas era de 120x32 píxeles, y el consumo de energía de los componentes bastante bajo.
A más de tres décadas de estos inventos los equipos gozan de un tiempo de autonomía de unas ocho horas como promedio para ordenadores portátiles y celulares. La autonomía se rebaja significativamente con el uso del equipo y el tiempo de explotación. ¿No es posible que sean más eficientes las baterías?
Claro que sí, pero para eso necesitan más espacio, y hoy los terminales no lo ofrecen. La delgadez de los celulares y de no pocos ordenadores portátiles actuales va en detrimento de la vida de la batería.
Otro factor son los sistemas operativos. Android, el que predomina en los móviles, que ha optimizado en sus versiones el uso de la batería. Sin embargo, los fabricantes al adoptar este software de forma personalizada condicionan en buena medida la autonomía al manejar ellos la capacidad de sus baterías.
En cuanto a Apple, al ser una compañía vertical que controla la fabricación de los iPhone tanto como el desarrollo del sistema operativo en su interior y la distribución comercial del producto terminado, tiende a manejar una percepción de mayor autonomía pero se ve limitada, particularmente, por las tecnologías disponibles.
El regreso a teléfonos del tamaño de un ladrillo no será necesario para tener equipos duraderos en cuanto a energía se refiere. Para eso se desarrollan nuevas tecnologías que permitan a las pilas ser más eficientes.
En vez de aumentar el tamaño de las baterías, muchos de los fabricantes buscan lograr que recarguen más rápido. Este es el caso de las baterías Li-Po, un derivado de las de iones de litio, construidas a partir de polímeros que permiten velocidades de carga muy veloces.
Equipos móviles como OnePlus One, Sony Xperia Z4, Samsung Galaxy Note 4 y Motorola Droid Turbo, entre otros, logran cargar el 25 por ciento de su capacidad en 15 minutos al usar esta tecnología, reporta el sitio especializado Phone Arena.
En el futuro cercano, indica la misma fuente, se espera que las baterías de litio tengan más iones y un compuesto de grafeno y silicio. Este último material posee mayor capacidad de almacenamiento de energía.
Otras baterías en desarrollo son las de aluminio con cátodos de grafeno, que pueden recargarse en un minuto. Fueron desarrolladas por la Universidad de Stanford, en California, Estados Unidos, aunque aún no se comercializan.
A las mismas pilas de ion litio en la Universidad de Michigan, EE.UU., le añadieron membranas de kevlar, un material que les permite ser más delgadas y de mayor capacidad. El kevlar se utiliza por su resistencia en bocinas profesionales y chalecos antibalas.
Otras tecnologías para producir energía entran en la categoría de «teóricas», pues su desarrollo todavía es muy prematuro. Hablamos de prendas con átomos de carbono y un tejido de líquido iónico que facilitan el almacenamiento de energía. Nada, que sería conectar el móvil al pulóver.
Siguiendo con los humanos, según el sitio Live Science, se busca aprovechar el movimiento corporal para que genere energía en dispositivos especiales que luego puedan servir para nuestros equipos.
Finalmente, en la Universidad de Washington se trabaja para lograr que la energía resultante de la configuración y redistribución de señales de radio en sus diferentes nodos sean recibidas por equipos como un módem wifi, el cual permita almacenar energía o funcionar de forma autónoma con lo que tome del éter.
En lo que las baterías se hacen más eficientes, podemos tomar algunos consejos para lograr que tengan mejor autonomía. Según el consenso de varias publicaciones consultadas para este reportaje, es un mito pensar que conectar los equipos móviles a cargar mientras están encendidos dañe las pilas.
De hecho, se recomienda que no se dejen descargar completamente las baterías y se reponga la energía cuando ande alrededor del 20 por ciento de capacidad.
Paradójicamente, no es bueno recargarla completamente, pues las baterías, como todos los equipos tecnológicos se fabrican con lo que se conoce como obsolescencia programada y por lo general están destinadas a entre 300 y 500 ciclos.
Se recomienda además utilizar el cargador original de los dispositivos, pues son los indicados por el fabricante para llevar el voltaje adecuado a la pila.
Por último y no menos importante, descargar las pilas completamente una vez por mes permite que se calibren y tengan un mejor rendimiento.