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Visita a los mitos populares

«El azúcar vuelve a los niños hiperactivos»; «El pelo y las uñas siguen creciendo cuando la gente muere»; «Las neuronas no se regeneran»; «Los sabores están divididos por zonas de la lengua»; «La muralla china es tan grande que se ve desde el espacio»... ¿Cuánto hay de verdad en los mitos populares que escuchamos?

Autor:

Iris Oropesa Mecías

«Los humanos usamos solo el diez por ciento de nuestro cerebro, ¿te imaginas lo que podríamos hacer de usarlo todo?». Después de esa provocación, El Piki, mi vecino más inquieto, me lanzaba una mirada penetrante de niño de sexto grado que ya se las sabe todas. Y por supuesto, tras escucharlo desde mis ocho años, me lo llegué a creer.

«El azúcar vuelve a los niños hiperactivos»; «El pelo y las uñas siguen creciendo cuando la gente muere»; «Las neuronas no se regeneran»; «Los sabores están divididos por zonas de la lengua»; «La muralla china es tan grande que se ve desde el espacio»... Sustos o alivios que tuve que comprobar después, cuando me atreví a acercarme por mí misma a los libros y dejé de respetar un poco a mi vecino alardoso y simpático.

Muchas de estas ideas han sido compartidas por miles de personas alrededor del mundo, amparadas en la repetición.

Pero ¿y si le preguntamos a la ciencia qué cree de estas ideas? ¿Podremos repetirlas sin remordimientos?

Que se levante la verdad científica

Si uno es de los que ven programas sobre misterios científicos, se dará cuenta de que los neurólogos siempre suelen usar una frase muy parecida. «El cerebro aún es un misterio», sin embargo, hay mucho que ya sí se ha descubierto y está en manos de la humanidad sobre este asombroso órgano. La idea de que solo usamos el diez por ciento del cerebro  ha quedado ya desmitificada.

Con sus cerca de dos kilogramos de peso medio, el cerebro requiere el 20 por ciento del oxígeno y de la glucosa del cuerpo; no tendría mucho sentido que la evolución hubiera permitido que un sistema tan caro se desaprovechase. Pero eso es solo una conjetura, por supuesto.

Lo que sí se sabe a ciencia cierta, gracias a lo que muestran los rastreos cerebrales, escáneres y sistemas de resonancias magnéticas, es que no todas las zonas del cerebro están activas en un mismo instante, pero se van utilizando a lo largo del día.

También es común escuchar que los dos hemisferios cerebrales están perfectamente separados en cuanto a las diferentes funciones que llevemos a cabo, pero esas especializaciones no son tan aisladas, de hecho, cuando una zona del cerebro es dañada a edades tempranas, es común observar que el otro hemisferio comienza a asumir esas funciones.

¿Azúcar es igual a niño revoltoso?

Vamos, que tampoco es hora de que dejes que tu hijo se rellene de gomitas dulces y refrescos «de pipa» (y no te escudes en esta nota de Juventud Rebelde para hacerlo), pero lo cierto es que no se han encontrado pruebas de que el consumo de azúcar incida en el comportamiento de los niños, como se suele creer.

Otra cosa son los refrescos con cafeínas, que sí, evidentemente, estimulan.

A pesar de todo, la OMS ha alertado el año pasado de que la ingesta de azúcares es mayor en grupos etarios tempranos, y el control parental sobre esta tendencia es asunto de gran necesidad a la hora de prevenir obesidad, hipertensión, diabetes y algunos tipos de cáncer.

La Escuela Universitaria de Medicina de Emory, en Atlanta, ha publicado recientemente en la revista Circulation, de la Asociación Americana del Corazón, una alerta de los riesgos de enfermedad cardiovascular asociados al consumo de azúcares y bebidas dulces durante la niñez.

Pelo y uñas tras la tumba

Aunque las abuelas lo repitan hasta el cansancio y las películas de zombis maquillen a un par de muertos vivos con una melena, lo cierto es que esto no es más que un mito. Lo que parece haber dado luz a la creencia es que la piel de los difuntos se consume y retrae al perder la hidratación, que representa el 80 por ciento de su volumen, de ahí que el efecto de que el pelo y las uñas sigan creciendo haya favorecido este tipo de ideas, alimentadas por la cultura popular. ¿A que más de uno recuerda a la protagonista garciamarquiana de Del amor y otros demonios, con su cabellera de ultratumba?

Para que crezcan, las células tienen que seguir consumiendo energía y obteniendo nutrientes a través de la circulación sanguínea. Una vez que esta no funciona, no hay nutrientes ni crecimiento posible. Al menos hasta hoy no se conocen casos reportados que muestren el proceso contrario.

Nuestras neuronas sí se regeneran

Este mito parece haber nacido, al decir de varios medios, de la propia comunidad científica, o más bien, de una etapa en que aún no se conocían en profundidad los procesos cerebrales. Durante mucho tiempo se sostuvo con firmeza que las células cerebrales no eran capaces de volver a generarse luego de culminado el desarrollo de un organismo.

Para 1998 se descubrió que las células cerebrales sí podían regenerarse.

Varias investigaciones, como las llevadas a cabo por la Universidad de Princeton en cerebros de simios, en las últimas décadas han revelado que, en efecto, la neurogénesis continúa aún después de completarse el desarrollo de los organismos, y así sucede a lo largo de toda la vida. A ese proceso, junto con  otros comportamientos de autorreparación y adaptación del cerebro, los neurólogos lo han llamado neuroplasticidad.

La lengua y los sabores

Los libros de texto que muchos usamos de niños nos «enseñaban» que en la punta de la lengua distinguimos el dulce, en los costados el salado, el amargo detrás y el agrio en el centro; sin embargo, tenías razón si te ponías a probar cuando llegabas a casa y no podías coincidir con tu libro. Realmente, en la actualidad los estudios con sensores han demostrado que la lengua capta los mismos sabores en toda su extensión. Así que ya podemos actualizar nuestros libros, y creer más en nuestros instintos, ¿cómo no?

Nos metemos con la muralla china

En 1754, mucho antes de que el hombre saliera de su espacio atmosférico, el anticuario inglés William Stukeley especuló: «La Muralla de Adriano solo es superada por la muralla china, que forma una considerable figura sobre el globo terrestre, y que podría ser vista desde la Luna». En 1932 la publicación inglesa Ripley’s Believe it or not! describió a la muralla como «el más asombroso trabajo del hombre, el único que sería visible desde la superficie de la Luna». Y de ahí en más de una cadena de réplicas sin verificación ha llegado intacta hasta nuestros posmodernos oídos.

La propia NASA ha tenido que responder al mito de que la Gran Muralla china puede ser vista desde la Luna. Foto: www.vix.com

El mito ha sido tan extendido que la propia NASA ha respondido sobre el tema desde su sitio web, pues es una de las preguntas frecuentes de búsqueda en Google. Los propios astronautas han sido interrogados sobre el tema y la respuesta parece ser la misma: Neil Armstrong, Jeffrey Hoffmann y el astronauta asiático Yang Liwei aseguraron no haber divisado el monumento desde el espacio.

Aunque claro, habría que tener en cuenta a qué nos referimos cuando decimos espacio..., pero eso sería otro tema. Detrás de la ciencia hoy quiso recordarte desde los mitos, el método científico: la observación sistemática, medición, experimentación, la formulación, análisis y modificación de las hipótesis.

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