Después de la coincidencia de varios huracanes y sismos de gran magnitud en nuestra región muchos se alarman por algún estado de riesgo especial en el continente y hasta en el planeta
Un sismo de magnitud 8,2 sacudió las tierras mexicanas el 7 de septiembre y apenas 12 días después otro temblor, de 7,1 en la escala Richter, removía nuevamente el suelo azteca, dejando a su paso centenares de muertes y destrucción. Mientras, las regiones insulares caribeñas se reponían de la coincidencia de varios huracanes, y la parte oeste mexicana tendría que lidiar aun con la amenaza de un tercer huracán.
Como si se tratara de un plus de terror añadido, en la arena política las tensiones entre Estados Unidos y Pyonyang presionaban más los nervios de quienes se hacían con los diarios para actualizarse... Realmente, un mes de septiembre cargadito de tensión. Y hay todavía algunas noticias sobre el estado natural del planeta de las que debemos ponernos al tanto para responder con la mirada de expertos a la inquietud de muchos: ¿sucede algo especial en la naturaleza terrestre? ¿Acaso entramos en un territorio de peligro especial para el planeta o la región?
La coincidencia de los sismos de gran magnitud y los huracanes Irma, José, Katia y María en la región americana ha respondido a dos fenómenos distintos, según han explicado los expertos sismólogos y meteorólogos. Los temblores se deben a que la zona está especialmente sujeta a los movimientos de tres placas tectónicas (la de Caribe, la de Cocos y la de Norteamérica). Los sismos que sufre esta zona de Centroamérica se generan cuando se presentan fenómenos de subducción, que se dan cuando una placa se mueve por debajo de otra, o bien debido al roce continuo de las placas tectónicas en sus bordes. Las naciones centroamericanas se encuentran situadas en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, responsable de la formación de la Cadena Volcánica Centroamericana y de la actividad sísmica que se genera en la región.
Por tanto, sí se podría considerar a Centroamérica y el Caribe una zona especialmente vulnerable a este tipo de desastres, y siempre ha sido catalogada como tal.
Por otro lado, la formación de numerosos huracanes responde principalmente a un aumento de la temperatura del mar y la presión, relacionada con el calentamiento global, condiciones ideales para el surgimiento de este tipo de meteoros.
En detalle, el lugar en el que confluye una masa de aire seco y caliente del desierto del Sahara y otra de aire fresco y húmedo de las zonas selváticas de África central y austral viene a coincidir con el mar del Caribe, lo que provoca fuertes vientos, que en conjunto se llaman Corriente Oriental Africana.
Estos vientos son los que conforman los huracanes caribeños, porque se mueven de este a oeste y la temporada más propensa a estas formaciones, como conocemos los habitantes de la región, suele darse entre el 1ro. de septiembre y el 30 de noviembre.
Cuando los fuertes vientos de la Corriente Oriental Africana soplan sobre las cálidas aguas del Atlántico ecuatorial, se generan columnas de aire húmedo y cálido que ascienden desde el océano y producen tormentas con vientos giratorios, las que al alcanzar los 120 km/h, ya son consideradas huracanes de categoría 1.
Estos dos fenómenos y la elevación de los niveles del mar son probablemente los problemas naturales a los que nuestro territorio insular deba dedicar mayor atención.
Según estudios geológicos, develados también por estos días, las atmósferas terrestres y marinas avanzan a un futuro poco halagüeño. Se calcula que los cambios catastróficos llegarán para una fecha lejana, al menos en unos 10 000 años; sin embargo un reciente anuncio ha puesto luz roja de nuevo, al anunciar que ya para 2100 las consecuencias de la acumulación de carbono en mar y tierra llevarán a un «campo impredecible».
Las noticias llegan en la voz de Daniel H. Rothman, codirector del centro Lorenz, del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en un artículo para Science Advances. Sin embargo, advierte tomarse los datos de modo juicioso:
«Esto no quiere decir que el desastre ocurra al día siguiente, significa que de no controlarse el ciclo de carbono se movería hacia un ámbito inestable y se comportaría de una manera difícil de predecir».
Lo que sí parece ser la consecuencia más segura es la extinción masiva de especies, que podría ser la sexta que experimente el planeta, pues, asegura el investigador a Russia Today, «en el pasado geológico este tipo de comportamientos estuvo asociado a la extinción masiva».
Los cálculos de riesgos se basan en que se sobrepase la cantidad crítica de carbono, por encima de las 310 gigatoneladas (310 000 millones de toneladas).
La Administración Estadounidense de Aeronáutica y el Espacio, NASA, ha vuelto a hacer noticia la región ártica luego de publicar un video en que se evidencia la reducción del nivel del hielo del continente, la cual se ha comportado de manera especial en los últimos años.
Según el Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo de la Universidad de Colorado, el hielo ártico puede haber llegado a su mínima extensión anual el pasado 13 de septiembre, cuando descendió a unos 4,64 millones de kilómetros, según el monitoreo de la NASA.
Esta clasifica como la octava cantidad más baja de hielo ártico en la historia de los monitoreos sobre la región, la que funciona como climatizador del planeta al reflejar los rayos solares de vuelta al espacio. Y aunque la reducción glaciar es normal en temporadas calurosas, el nivel al que llega apunta a los efectos del calentamiento global desde su aceleración en la década de los 70 del pasado siglo.
La tierra no es el único escenario que por estos meses vive eventos naturales muy intensos. El espacio próximo también trae sus sucesos. Esta vez, el asteroide 2012 TC4 pasará este 12 de octubre a tan solo 44 880 kilómetros del planeta, una distancia diez veces más corta que la que nos separa de la Luna (384 403 kilómetros), han informado centros de astronomía rusos y norteamericanos.
Según afirmó la cátedra de astronomía, geodesia y el monitoreo del medioambiente de la Universidad Federal de los Urales (Rusia), este objeto espacial, que mide 40 metros de diámetro, es menor que muchos otros que han sido estudiados, pero se trata del que más cerca pasará de nuestro planeta.
El cuerpo celeste fue descubierto el 4 de octubre de 2012 por el Observatorio estadounidense Pan-STARRS, situado en Hawai. Entonces se encontraba dos veces más lejos que ahora, a una distancia de 94 800 kilómetros de la Tierra.
Con tanto ocurriendo en varias regiones planetarias no faltan quienes recurren a los textos apocalípticos para hablar de «señales» terrestres; sin embargo, mirada científica de por medio, podríamos añadir a esos comentaristas, ¿acaso no deberíamos pensar que la Tierra también da señales de nuestra irresponsabilidad para gestionarla adecuadamente?