El uso de playas y albercas como espacios de veraneo preferidos suele acarrear no solo placer, sino también brotes de virus y bacterias que proliferan en esos entornos
Garraspeo, me toco la frente, trato de ignorar la sensación de náusea y de concentrarme para hacer las líneas de esta semana. Pero no hay muchas ideas. Tratar de hallar temas para escribir sobre ciencia en verano no es tan sencillo. En la casa contigua, alguien se queja de que los ojos de su hijo amanecieron hinchados, «es la conjuntivitis, todos los niños de mi barrio que se fueron ayer a la piscina la tienen». Y sí, de maneras así de azarosas a veces baja la musa para esta columna.
Qué hay con los virus, bacterias e infecciones que solemos atrapar en verano, en pleno calor, ¿son acaso un mito? Los escépticos creen que son un invento, que enfermamos por igual en invierno, primavera o verano, «existen los mismos bichos», dicen. Pero puede que no se trate solo de una leyenda veraniega, pues después de todo, los «bichos» proliferan según condiciones como temperatura y niveles de humedad. ¿Y acaso eso no suena a… verano?
Según un estudio publicado en la revista Hospital Epidemiology, las infecciones graves causadas por bacterias aumentan hasta en un 17 por ciento por cada diez grados de ascenso de temperatura. El aumento del calor propicia la reproducción de bacterias que durante el invierno estaban en estado de latencia o de mínima actividad, explican los investigadores.
Si bien la cifra tendría que ser revisada para llegar a otras conclusiones, la comunidad científica acepta consensuadamente que las llamadas enfermedades estacionarias deben ser un tema concientizado, y que la combinación calor + agua durante mucho tiempo puede acarrear algunos riesgos.
Así que para prevenir los malos episodios en la etapa vacacional, mejor conocer al enemigo.
Las infecciones del tracto urinario, como la cistitis, están provocadas por la aparición de hongos o virus en el sistema urinario, explica la revista ABC. La causa más frecuente en los hombres es por infecciones bacterianas en la próstata, y en las mujeres la cistitis se desarrolla de modo común tras las relaciones sexuales. Pero específicamente en verano, la cistitis es recurrente, sobre todo en las mujeres, por el aumento de tiempo en piscinas y playas y el uso de prendas de baño de telas sintéticas que retienen la humedad.
Los síntomas de la cistitis son escozor a la hora de orinar y necesidad de hacerlo frecuentemente, color turbio de la orina o aparición de sangre en ella, dolor en el costado y fiebre, en ocasiones de infección grave.
Se recomienda beber abundante agua para orinar de manera frecuente y no permanecer mucho tiempo con las prendas de baño mojadas una vez que se ha salido del agua.
En condiciones similares suelen proliferar los hongos en la piel. Caminar sin calzado por lugares de baño público como los bordes de las albercas o las duchas de enjuague suele ser uno de los errores que desencadenan el contagio de hongos alojados en esos espacios acuáticos.
El Enterovirus es un conjunto de microrganismos que provocan mayormente dificultades respiratorias y gastrointestinales. Foto: Revista saludhable.com
Los oftalmólogos señalan que en esta época son frecuentes las llamadas conjuntivitis de piscina o de bañista —se incrementan hasta un 20 por ciento—, con enrojecimiento de los ojos, escozor, sensación de arenilla y cuerpo extraño, hipersensibilidad a la luz (fotofobia) y lagrimeo, según la revista MedinPlus. Hace apenas unos días nuestro diario informó acerca de los síntomas y el modo de prevenir esta patología ocular, que puede originarse de modo viral o bacteriano, y que tiene actualmente un brote en el país. Aunque la conjuntivitis se puede contagiar por contacto con personas infectadas, u originarse por agentes externos como los químicos que irritan el conjuntivo ocular, en verano prolifera una modalidad relacionada con espacios acuáticos.
Compartir piscinas conlleva el riesgo de que los virus presentes en el agua accedan a los ojos de todos los bañistas de una vez, por ello se recomienda usar gafas de buceo, sobre todo en las piscinas inflables que se usan en las casas, y en albercas públicas, tratar de elegir espacios en que se conozca que el agua clorada sea manejada del modo correcto.
Otro lugar de nuestro cuerpo fácilmente expuesto en las piscinas son los oídos, y al igual que en el caso de la inflamación de la conjuntiva ocular, la otitis en verano tiende a aumentar. Se le suele llamar oído de nadador u otitis de piscina, una infección común del conducto auditivo externo favorecida por la humedad.
En algunas ocasiones los hongos que la propagan se encuentran en el propio oído esperando a que surjan las condiciones apropiadas, según alerta el estudio Natación Saludable, del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos. Aunque el agua de una alberca no contenga bacterias, la otitis podría llegar simplemente por el nivel de humedad que favorece la proliferación de una bacteria que ya se halla en el oído.
En especial los niños son más propensos a padecer la otitis, porque pasan muchas horas en el agua, y sus trompas de Eustaquio, el pequeño conducto al interior del oído, son más cortas que las de los adultos, por lo que los gérmenes se internan más fácilmente.
Los síntomas de la otitis son una inflamación muy molesta y dolorosa. Para prevenir la aparición de esta infección auditiva, se recomienda limpiar los oídos con cuidado con objetos adecuados y secarse después del baño con una gasa o toalla.
En las piscinas y playas se necesitan comportamientos saludables, algo en lo que las familias son responsables. Foto: Tomada de Fotolia
Entre los virus que suelen causar infecciones en el verano se encuentran los enterovirus (los famosos «bichos» del estómago), por eso no es raro hallar muchos casos de intoxicación o cuadros diarreicos por estos tiempos.
Los gérmenes que pueden contaminar específicamente el agua de las piscinas son, sobre todo, Criptosporidium —tolerante al cloro, puede vivir en las piscinas durante días y es la causa principal de diarrea en brotes en piscinas, según la divulgación científica—, Norovirus, Giardia lamblia, Escherichia coli y Shigella, causantes de la mayoría de los brotes diarreicos adquiridos en piscinas. Los niños y las personas con sistema inmunitarios débiles corren mayor riesgo de contraer este tipo de infecciones.
La transmisión ocurre al tragar accidentalmente agua de la piscina que ha sido contaminada con materia fecal de una persona que tenga restos de heces en el cuerpo al entrar en el agua. El cloro destruye estos gérmenes, pero al no actuar de forma inmediata puede haber un período ventana en el que alguna de estas bacterias aún siga viva en el momento de bañarnos.
Se necesitan comportamientos saludables en las piscinas y playas y, sobre todo, transmitir estos consejos a los más pequeños:
•No trague el agua de la piscina y evite que entre en su boca (no está esterilizada, a pesar del cloro no es apta para el consumo humano).
•No nade cuando tenga diarrea, especialmente importante para los niños que usan pañales.
•Lávese las manos con jabón y agua después de ir al baño o de cambiar pañales. Dúchese antes de nadar, a fin de no entrar al agua con gérmenes contagiosos sobre su piel.