Los científicos siguen cuestionando si la cara puede revelar aspectos de la verdadera naturaleza de una persona, sus intenciones o incluso su inteligencia
Mucho se ha especulado sobre el «poder» o la influencia que pueden ejercer nuestros rasgos faciales en el resto de las personas. Algunos afirman que es solo un mito. Otros, en cambio, consideran que puede ser el empujón determinante en la balanza a la hora de juzgar a alguien y tomar decisiones.
Un equipo de investigadores de la Universidad Carnegie Mellon, Pensilvania, parece estar más cerca de la respuesta. Según un artículo publicado en la revista Trend in Cognitives Sciences, un juicio previo basado en el rostro de alguien puede conducir a que se tomen decisiones precipitadas, incluso llevar a la gente a votar por un político en particular, o hasta acusar a alguien de un crimen.
Al decir de los expertos, los individuos con rostros de aspecto femenino o feliz son reconocidos como dignos de confianza. Asimismo, la competencia, el autodominio y la amabilidad se asocian con rasgos faciales como frentes más grandes, narices prominentes y mentones fuertes.
Afirman que es más probable que la gente condene a individuos con caras que asocian a alguien en quien no se debe confiar o que consideran culpable. Y quien tenga un rostro con rasgos que sugieren honradez, tendrá una mayor habilidad para atraer inversiones o conseguir un préstamo.
En el caso del mundo de la empresa y los negocios, las personas con rasgos que se asocian a una mayor competencia, tienen más posibilidades de ser contratados a pesar de que no sean mejores que sus colegas.
«Aunque nos gustaría pensar que nuestros juicios y decisiones son racionales, imparciales, consistentes y basados únicamente en la información pertinente, la verdad es que son a menudo sesgados por factores superficiales e irrelevantes», afirmó Christopher Olivola, investigador de la Universidad Carnegie Mellon, de Pittsburgh, y autor principal del estudio.
Tras recopilar los resultados de varias investigaciones, los especialistas resumieron aquellas características físicas que se asocian con rasgos de la personalidad:
Incompetente: Una «cara infantil», caracterizada por un rostro redondo, ojos grandes y una nariz y barbilla pequeñas.
Competente: Cara madura, con gran frente y nariz prominente.
Pasivos: Ojos anchos, nariz pequeña y altas cejas.
Dominante: Rostro masculino, con mandíbulas marcadas.
Introvertido: Cara más triste, con los ojos más pequeños.
Extrovertido: Rostro ovalado, caras amigables con mejillas regordetas.
Deshonestos y de poca confianza: Mejillas rosadas, ceño fruncido y ojos muy juntos.
Digno de confianza y honesto: Una cara sonriente con los pómulos prominentes y altas cejas.
Los expertos reconocen que no se trata de una conclusión novedosa, pues desde principios del siglo XX hay consenso entre los psicólogos sobre la atribución de rasgos sociales en función del rostro.
A lo largo de la historia y en culturas distintas, los individuos y las sociedades han mantenido la creencia de que la cara puede revelar diversos aspectos de la verdadera naturaleza de una persona y de sus intenciones, afirman los autores del trabajo.
Hasta tal punto estaban asimiladas estas creencias, que se intentó desarrollar un sistema para identificar tipos de personalidades, incluso criminales, a partir de los rasgos faciales. Aunque estos intentos fueron abandonados por la comunidad científica, «ha persistido la creencia de que las caras son los espejos del alma», añadieron.
No obstante, no fue hasta hace poco cuando se desarrollaron métodos que permiten construir modelos informatizados (como el de la ilustración) con los que se pueden manipular los rasgos de una cara para evaluar cómo cambia la percepción que tiene la gente sobre un individuo.
«Queríamos alertar el hecho de que muchas de las decisiones más importantes que tomamos, como elegir a nuestros líderes o juzgar a un acusado de un crimen, están influenciadas por la apariencia de la cara.
«Y esto no solo es preocupante, porque la apariencia es algo superficial, sino también porque hay investigaciones que aseguran que las caras no sirven para predecir cómo es una persona o sus características», expresó Christopher Olivola.
Para el investigador, se trata de una tendencia preocupante que habría que corregir o, al menos, mitigar, ofreciendo más información relevante a las personas y educándolas para que no basen sus decisiones en estereotipos.
Como parte del estudio, los científicos percibieron que aquellos con más conocimientos sobre política se dejaban influenciar menos por las apariencias de los candidatos que los que sabían menos. Igualmente, a la hora de realizar inversiones, cuando tenían acceso a mayor cantidad de información relevante, la apariencia influía menos en la toma de decisiones de los involucrados.
«Nuestro éxito y bienestar, tanto como individuos o como sociedad, dependen de nuestra habilidad para tomar sabias decisiones sociales sobre temas importantes, como los líderes que elegimos y los individuos en los que decidimos confiar. Sin embargo, nuestras impresiones sobre la gente son modeladas por sus rostros, y como consecuencia de ello, también lo son las decisiones sociales», apuntaron los autores.
Recientemente un equipo de investigadores de la República Checa realizó un experimento a partir de fotografías faciales estáticas de 40 hombres y 40 mujeres, para comprobar la relación entre el coeficiente intelectual medido, inteligencia percibida y la forma de la cara de una persona.
La investigación, publicada en la revista Plos One, sugiere que tanto los hombres como las mujeres son capaces de evaluar con precisión la inteligencia de los hombres mediante la visualización de fotografías faciales.
Tras analizar los resultados del experimento, los científicos concluyeron que los rostros que se asocian con la mayor inteligencia son más prolongados, con una distancia más amplia entre los ojos, una nariz más grande, un ligero repunte de las esquinas de la boca y la barbilla nítida.
En cambio —apunta el documento—, las caras que se perciben como menos inteligentes son más anchas, más redondeadas, con ojos más estrechos entre sí, una nariz más corta, una disminución de las esquinas de la boca, y una barbilla masiva y también redondeada.
Los investigadores señalan que el estudio no ha revelado ninguna relación entre la inteligencia y el atractivo. El fuerte efecto de atracción que provoca en las personas el rostro de las mujeres, no deja evaluar con precisión el nivel de inteligencia de las féminas, por lo que el método visual de medición del coeficiente intelectual percibido solo resulta efectivo con los hombres.