Los más fervientes conocedores de la Constitución venezolana lo han reafirmado. El Consejo Nacional Electoral (CNE) tiene hasta un mes desde el pasado 28 de julio para la publicación en Gaceta de los resultados de las elecciones presidenciales, como exhortó el pasado jueves el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), al declarar con lugar el recurso contencioso interpuesto por el mandatario Nicolás Maduro y convalidar así los resultados de la elección presidencial ofrecidos por el CNE.
No importa lo que diga, o mejor, lo que demuestre Venezuela. Solo valen las noticias falsas de las redes digitales y las (des)informaciones de los medios hegemónicos, fabricadas como armas políticas. Todos los Tribunales Supremos de Justicia y Consejos Nacionales Electorales del mundo son válidos, competentes, legales, justos, imparciales, capaces… menos los de Venezuela. Así se ha dicho en Washington, por el Departamento de Estado, por la CIA o por quien sea, y el resto que doble la cerviz, asienta y se haga eco de la simulación.
Empatía, valores, trabajo, cordura, paz, árboles, justicia, cerebro, conciencia, lealtad, inteligencia, justicia, honestidad, equidad, compasión con los animales, solidaridad, gratitud, tolerancia, amor propio…
María es una chica de 33 años, la cual se desempeña como gestora de redes sociales de dos empresas. Al mantener un contacto frecuente con el universo digital y las plataformas más empleadas dentro de su arquitectura, inconscientemente la joven adquirió, promocionó e incluso debatió una opinión errada sobre la tasa de feminicidios a nivel global y nacional.
Nada ya me asombra de quienes suman siete décadas «buscándole la quinta pata a la mesa» siempre que se trate de minimizar los logros de Cuba en cualquier campo o de exagerar una situación adversa.
Es la guerra cognitiva, ideológica, la que miente y manipula para arrasar con la confianza que hace a un pueblo, a una sociedad, a una nación. En ella no se matan cuerpos, se masacran mentes y almas. Si quiere un escenario de mayor enfrentamiento ahora, vaya a los medios hegemónicos a nivel planetario y a las redes digitales, las antisociales, y vea cómo se desarrolla contra Venezuela, donde se da en estos momentos la segunda temporada del guion único: un intento de golpe contra el chavismo. Si la primera fracasó, esta es un fraude total, pero daña…
Quizá muy pocos aprueben hoy la aseveración de que, en los pequeños asentamientos humanos, bien sean: ciudad, barrio, pueblo, caserío o batey, se concreta la más palpable —aunque sea pequeña— cuota de universalidad asequible a la mayoría.
A pesar del título, este comentario no es precisamente para hablar del disco homónimo de Adalberto Álvarez, el Caballero del Son, aunque es una buena recomendación musical. Más bien es un llamado a la cordura y a la madurez para comprender que los años merecen respeto.
El despertador sonó a las cinco de la mañana un día común en la vida de Ana, una joven soltera que cargaba en hombros la responsabilidad de María, una madre convaleciente, necesitada de su atención constante. Su pequeño apartamento se encontraba extremadamente lejos del centro de la ciudad, donde mantenía dos empleos para llegar a fin de mes con cierto decoro.
Precisar con lujo de detalles cuándo vi el primer dibujo animado o historieta de Elpidio Valdés me es imposible. Solo sé que ya en mis años de círculo infantil tarareaba la balada que le dedicó Silvio Rodríguez al mambí de muñequitos, patriota sin igual.