Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¿Padecemos el efecto «burbuja»?

Autor:

Edel Alejandro Sarduy Ponce

María es una chica de 33 años, la cual se desempeña como gestora de redes sociales de dos empresas. Al mantener un contacto frecuente con el universo digital y las plataformas más empleadas dentro de su arquitectura, inconscientemente la joven adquirió, promocionó e incluso debatió una opinión errada sobre la tasa de feminicidios a nivel global y nacional.

Este caso es solo un ejemplo revelador de un fenómeno que engloba a millones de personas, más del 60 por ciento de la comunidad mundial, debido al uso y contacto constante con las redes sociales y sitios digitales. La chica, especialista en el propio campo de la virtualidad, cayó en un pensamiento no del todo adecuado o real, entonces: ¿qué se espera de un usuario común inmiscuido por ocio, rutina o cualquier actividad en concreto, sin mucho conocimiento sobre cómo funciona el universo de internet?

Al interior del plano reticular, más allá de lo que todos observan, se ocultan procesos intencionalmente desarrollados, los cuales, si bien no son nuevos, aún muchas personas no los reconocen y sus efectos sí cobran fuerza e impacto. Sin contar el capitalismo de datos desde navegadores como Google, Chrome, Firefox o las propias redes sociales, existen fenómenos más pequeños, al parecer, pero, en realidad, no es así.

El término efecto o filtros burbuja tuvo su origen en el año 2011, de mano del ciberactivista Eli Pariser, y no se equivocó, debido al auge de dicho proceso. Este fenómeno de las redes sociales fundamentalmente consiste en una manipulación sicológica y virtual de los contenidos recibidos por cada usuario, en particular a partir de un estudio de su comportamiento, reacciones a determinadas publicaciones, la información del perfil, comentarios ante diversas temáticas, por parte de un gran número de personas, quienes programan los algoritmos en estas plataformas.

Este proceso al interior de las redes sociales provoca un aislamiento parcial o total de realidad objetiva, en dependencia de la forma de pensar y comportarse de los usuarios. Los algoritmos facilitan el contacto con contenidos y cibernautas con opiniones similares a las de cada persona; por tanto, de manera inconsciente, con mucho trabajo sicológico, puede formar a su conveniencia opiniones y maneras de pensar, en ocasiones no del todo sanas o certeras.

Hablar de efecto burbuja implica referirse a otros procesos que actúan directamente junto a él, como es el caso de las cámaras de eco, en las que un contenido es replicado constantemente en el universo virtual de cada usuario, según sus preferencias e interacciones y, por supuesto, una realidad manipulada detona la proliferación de fake news, información falsa o publicaciones no completamente verídicas. Por tanto, la unión de estos tres componentes y de personas sin conocimiento de su existencia provoca un Triángulo de las Bermudas capaz de nublar el juicio objetivo.

Las consecuencias de estos fenómenos virtuales son, en muchas ocasiones, sobrevaloradas, pero sobran los ejemplos, algunos llevados fuera del plano digital. Juicios falsos sobre determinadas temáticas, actividades sociales e incluso el apego a comportamientos no del todo beneficiosos, debido al constante consumo por el bombardeo de las cámaras de eco, son algunas de las consecuencias graves a largo plazo, que sufren muchos de manera ingenua.

El uso de las redes sociales no es negativo; el aspecto preocupante es la forma en la cual nos desarrollamos en este complejo universo, así como la falta de cultura y alfabetización digital. Compartir y comunicarse con personas identificadas con nuestros gustos u opiniones no está mal, el problema es el exceso de comodidad.

De vez en cuando resulta oportuno salir de la burbuja de contenido, indagar más allá, conocer otros criterios, contrastar las informaciones, pero, en especial, conocer dónde nos movemos, los procesos circulando detrás de la nube; de cada publicación, promoción, en un panorama en ascenso constante, con una industria cultural inducida, en la cual las ideas, no son siempre las que quisiéramos tener, sino las de alguien más.

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